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La noche que le ganó al sol (fragmento)

Jueves, 21 de abril de 2022 10:00

de Blanca Spadoni-Zürcher

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de Blanca Spadoni-Zürcher

 

Pagina 1. La abuela, bonita y señora en la foto. Era francesa, de familia francesa. Un escalofrío cruza mi espalda. No recuerdo una caricia de sus manos, ni su voz, ni sus ojos mirándome. De pie, a su lado, la niña que fui esperaba la porción de manzana que le correspondía, pero más esperaba una caricia. Pero no, ella tan sólo tenía ojos para los nietos blanquitos y de mirada azul. Nada más que a esos nietos parecía amar. Su actitud no me afectó mucho, pensaba entonces que así debían ser los abuelos del mundo. Mucho tiempo después aprendí el significado de la palabra discriminación y de la palabra racismo. Con pensamiento infantil, aceptaba esa realidad porque no conocía otra.

He tratado de imaginar sus vidas, de llenar mi vacío con sentimientos de amor por los abuelos, algo que me permitiera compensar la carencia total de afectos. Imaginaba una historia para los dos: Abuela y Abuelo se conocieron sólo Dios sabe por qué. Hijo de italiano, Abuelo encontró en estas tierras a una bella jovencita de origen francés. La niña, educada como una infanta, fue traída por sus padres en un viaje de negocios vitivinícolas. En tierra de vendimias se les quedó para siempre esa hija. Cuánto amor habrá sentido Magdalena para abandonar todo -familia, bienestar, viajes-y quedarse junto al joven que la enamoró. Sus padres hicieron dos o tres viajes más y después se perdieron definitivamente más allá del grande mar en las costas mediterráneas de Francia. Qué fortaleza la de Magdalena, a la sazón joven y hermosa, para afrontar lo que se vino después: engaño y pobreza, miseria extrema. Tal vez -pensaba yo- era descendiente de algún valiente soldado galo porque siempre se mantuvo firme y fiel, calladita ante la adversidad, sin quejas, sabedora de que ella eligió un destino. La viudez le llegó cuando, en su espalda, había crecido una colina, su nariz parecía grande por la delgadez y se apoyaba en un bastoncito para caminar. La idea del bastoncito dulcificaba el recuerdo y yo podía dormir más tranquila por la noche. Esa historia imaginaba.

Supe la verdad muchos años después, casi ahora. Antes de partir, mi madre recordó de pronto lo que guardó siempre. Intuyó tal vez su muerte y fue perentorio decirme el secreto familiar para evitar erradas figuraciones sobre el pasado. Me dijo de manera solemne y en voz baja, aunque estábamos solas, que Abuela se había enamorado del novio de su hermana, la mayor. El novio, que era Abuelo, deshizo el compromiso con la joven, pidió disculpas, asumió responsabilidades, se casó con Abuela y los franceses padres se fueron urgente a buscar un nuevo candidato que consolara a la hija desequilibrada. Esa si era una versión increíble, fuerte, verdadera, algo que sí sucede en la vida real.

 

 

Bio de la autora

 

Nació en Mendoza, vivió más de cuarenta años en Jujuy, está radicada en Córdoba. Es Profesora en Letras. Formó parte del grupo de títeres "El Quitupi", dirigido por Nelida P. de Fidalgo.

En 1972 obtuvo una beca y viajó a España. Realizó estudios en la Universidad Complutense de Madrid.

Publicaciones:

1980: Las huellas infinitas- poesía

1994: Palabra de piedra palabra de agua- poesía

2003: Los colores del grito- poesía

2009- Intensidades- poesía

2010: La noche que le ganó al sol- novela

2018: La piedra que se cae- novela

Obras inéditas: Roturas- poesía y Vivir en este mundo- Homenaje a Violeta Parra- poesía

. Participó en diversas antologías de poesías y cuentos.

. Obtuvo premios literarios.

. Viajó por España, Italia, Israel, Países Bajos y Suiza.

 

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