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25 de Abril,  Jujuy, Argentina
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"Hemos tenido la suerte de vivir con un ángel"

Jorge Portillo revive la historia de su hija, cuyo tumor hizo que la familia la acompañara en cada momento.
Miércoles, 27 de abril de 2022 01:03

La historia de Jorge Portillo es la de una vida dedicada al cuidado de su hija, Victoria Alejandra, quien fue diagnosticada a los 4 años con un tumor cerebral, del que se recuperó y volvió a tratarse en Buenos Aires cuando el cáncer volvió en su adolescencia. Los dejó a los 23 años, tras muchos esfuerzos, y sujetos a la fe religiosa superaron la pérdida. Inspirada en ella, Portillo aporta su experiencia a la hora de orientar a padres con niños que son pacientes oncológicos.

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La historia de Jorge Portillo es la de una vida dedicada al cuidado de su hija, Victoria Alejandra, quien fue diagnosticada a los 4 años con un tumor cerebral, del que se recuperó y volvió a tratarse en Buenos Aires cuando el cáncer volvió en su adolescencia. Los dejó a los 23 años, tras muchos esfuerzos, y sujetos a la fe religiosa superaron la pérdida. Inspirada en ella, Portillo aporta su experiencia a la hora de orientar a padres con niños que son pacientes oncológicos.

Con temple Portillo recordó los vaivenes de la enfermedad de su hija y el acompañamiento total que le brindó junto a su esposa María Elena Ortuño y su hijo Jorge Luis, situaciones puntuales que marcaron la vida familiar y a la que se adaptaron por años mudándose a Buenos Aires en la búsqueda de tratamiento.

Fue a los cuatro años de su hija Victoria cuando en unos estudios que le hicieron supieron que algo andaba mal. Los mareos y ataques de pánico hizo que la llevaran a consulta médica en hospitales, especialistas y guardias, nadie llegaba al diagnóstico por lo que fueron al hospital Garrahan de Buenos Aires. Allí le detectaron un tumor entre el oído y cerebro, "rabdomiosarcoma", y debido a que no se podía operar pasó un año con quimio y radioterapia.

JORGE PORTILLO, PADRE

Al grave diagnóstico se sumó que al momento de tratarla la irradiaron en la zona de la cabeza y le tocaron unas glándulas que emanan las hormonas de crecimiento, por lo que su niña no podía crecer. La trataron y pudo crecer algo.

Tras los tres años de tratamiento volvieron a Jujuy. La niña hizo la primaria en la Escuela Gianelli de Mariano Moreno y el secundario en el Centro Polivalente de Arte. "Hasta los 20 años parecía que estaba bien. Era una persona muy especial, que eligió seguir enfermería, por lo que los médicos le decían que fue porque estuvo tanto tiempo internada. Lo eligió porque quería ayudar a las personas", recordó su padre.

Ingresó a la carrera de enfermería de Atsa, y luego de cursar dos años sintió una molestia, le tenían que sacar la muela del juicio y descubrieron que retornó el tumor en la mandíbula inferior. Partieron a Buenos Aires y debido a que no era buena la atención en el hospital de Clínicas, optaron por el hospital Pirovano y ese año la operaron, la trataron con rayos, quimioterapia, no respondía y no podía comer, por lo que finalmente volvieron luego de tres años.

Ya en Jujuy fue tratada con el doctor Salvatierra y tras un año, la joven los dejó el 10 de diciembre del 2018, a los 23 años. Tras apagarse la mirada en el relato, Portillo activó su voz y reflexionó que era la voluntad de Dios y poco después le brotó una sonrisa al momento de describirla. "Ella era pequeña y donde iba llamaba la atención porque era chiquitita. Cuando estaba haciendo las prácticas de enfermería, le decían 'Doctora Muñeca' porque era chiquitita. Era muy buena, muy especial, dulce. Hemos tenido la suerte de vivir con un ángel", recordó.

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Fue una vida acompañando a la niña junto a su esposa, y desde el primer momento. Por orientación de la médica del Garrahan se organizaron y él pidió el traslado provisorio para los primeros años del tratamiento junto a su esposa María Elena Ortuño.

"A pesar de haber pasado tantas cosas feas, nosotros nunca nos apartamos de Dios, y nunca renegamos de esa voluntad que tuvo con mi hija. A pesar de todo siempre hemos viajado e hicimos todos juntos", recordó, detallando que en cada quimio no hubo día que no fueran los tres. Planteó que pese al dolor nunca cuestionaron la voluntad divina, sino que lo ven de otra forma, entendiendo que quizás se hubiera ido a los cuatro años, pero se diagnosticó y trató por muchos años.

Los años de internación en Buenos Aires y una vida dedicada a la joven que volvió a otro trance largo de internación y tratamientos, caló hondo también en la vida de su hermano Jorge, quien al crecer eligió la carrera de medicina y hoy se especializa en Salta en onco-pediatría.

 

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