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La importancia de no dejar pasar las oportunidades

Lunes, 25 de julio de 2022 01:03

En el pueblo donde vivía una persona muy creyente, al parecer de muchísima fe en Dios, hubo una imprevista, repentina y rápida inundación. Las calles se anegaron en minutos en tanto continuaba lloviendo cual si el Diluvio Universal estuviera repitiéndose.

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En el pueblo donde vivía una persona muy creyente, al parecer de muchísima fe en Dios, hubo una imprevista, repentina y rápida inundación. Las calles se anegaron en minutos en tanto continuaba lloviendo cual si el Diluvio Universal estuviera repitiéndose.

En esas condiciones la población inició la partida tan rápido como cada uno pudo, de la manera que tuviera a su alcance y llevando casi lo puesto. Lo que importaba era salvar la vida.

Un rato después de empezada la inundación el pueblo quedó deshabitado. Menos por una persona. Quedó alguien que, aferrado a una columna y en la terraza de su casa, orando y clamando a Dios por ayuda, se negaba a irse.

En esas condiciones llegó una lancha del servicio de guardacostas ofreciéndole embarcar y marcharse. La persona se negó arguyendo que era muy creyente, tenía toda la fe puesta en Dios y que él habría de protegerlo.

Poco más tarde pasó un bote de remos llevando una familia que escapaba del desastre natural, quienes se ofrecieron igualmente a recogerlo. Una vez más aconteció la negativa del creyente quien invocando la certeza de la protección divina, decidió seguir aferrado a la columna de aquella terraza a merced de las cada vez más rigurosas inclemencias climáticas. Tuvo una tercera oportunidad. Fue cuando lo sobrevoló un helicóptero de rescate. También se negó.

Finalmente, entrada la noche en tanto seguía implorando a Dios por su salvación, la tormenta, el frío, el hambre, el cansancio extremo, pudieron más que su fuerza de voluntad y cayó a las aguas muriendo ahogado.

El alma del muerto llegó enseguida ante Dios y frente a su presencia le dijo: "Dios mío desde que tengo uso de razón soy fiel creyente, sabes que mi fe es total y absoluta, ¿cómo es posible que me hayas hecho morir?".

El Creador mirándolo con dulzura y expresando una serenidad extrema, respondió: "Querido mío, primero te mandé el barco de guardacostas; después un bote de remos, finalmente un helicóptero; a ninguno accediste esperando que Yo fuera en persona a salvarte. Estás aquí y te ha tocado morir porque tú mismo así lo elegiste".

Este breve relato es de mucho interés para quienes nos ocupamos de la reprogramación psíquica y el desarrollo del pensamiento en positivo. En primer término nos hace notar que siempre tenemos que estar atentos a las oportunidades que la vida nos provee pues estas no llegan como uno puede prejuzgar de antemano sino de las maneras menos esperadas. También remite a la importancia de la humildad, entendiendo por esto la capacidad personal de situarse en el lugar que a cada uno le corresponde habida cuenta de sus verdaderas realizaciones y no de lo que uno supone que merecería. Aquí encontramos a alguien muy creyente que por serlo presupone que Dios tiene que ir "en persona" a rescatarlo. Es un acto de Hybris, inflación de la consciencia. Y los muchachos del café expresan: "es un agrandado" con la sabiduría habitual que el pueblo tiene. Un paso esencial para conseguir una vida en armonía es ser capaz de situarse en el lugar que uno en verdad merece ocupar. Ni más arriba, ni más abajo. En ambos casos se trata de un error que debe corregirse.

También esta historia pone atención a aprender de lo que hacen los demás. En este caso el hecho de que cada uno se aleja de la desgracia de la manera que tiene a su alcance. Lancha, bote, helicóptero. Es importante entender a carta cabal que ninguna persona inteligente permanece aferrada en el sitio donde se desencadena un diluvio.

Esto mismo hace a la vida cotidiana. íCuántas personas se quejan y siguen quejándose de las situaciones por las que atraviesan y –empero- nada hacen para modificar! Inclusive se molestan cuando alguien -con afecto y buena actitud- busca informarle sobre lo que debiera hacer o dejar de hacer para salir de la situación que lo trastorna. Hemos conocido personas que cuando alguien les explica cómo debieran actuar para resolver, se les contestó con un: "íDejá de reclamar!" Tal es la actitud mental negativa y la Hybris de esa persona que ni siquiera pudo entender que nada se le reclamaba ni se le pedía; sino que -por el contrario- se le estaba otorgando un beneficio.

Así como las Escrituras afirman que "muchos son los llamados, pocos los elegidos", en la vida cotidiana podemos decir que prácticamente todas las personas tienen a su alcance muy buenas oportunidades para vivir de manera intensa, plena, con afectos sanos, proyectos importantes, actitudes proactivas y todo esto que conduce a una existencia con bienestar. Mas la cuestión es que… ícasi todos las convierten en oportunidades perdidas! Unos pocos, en cambio, las aprovechan con notable éxito. No es suerte. La suerte llama a quien ya está preparado, afirma un antiguo refrán. Es estar dispuesto a aprender, a modificar, a rectificar, a indagarse uno mismo, a pedir ayuda. Porque si bien la revolución interior es una decisión y un trabajo personal, su concreción siempre se basa en el "nos" y nunca en el "yo". "Nadie nació sabiendo" solían repetir nuestros padres. Y es bien cierto. Aprender, descubrir otros senderos, atisbar realidades diferentes, requiere de la presencia de otros junto al intercambio de ideas y el diálogo fructífero. Por eso cada persona en el sendero de su desarrollo espiritual e intelectual conoce que pedir ayuda no es cobardía ni signo de inferioridad sino prueba inequívoca de una auténtica comprensión de la realidad.

(*) Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, www.antoniolasheras.com.

 

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