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24 de Abril,  Jujuy, Argentina
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Músico jujeño muestra su arte en las calles de Bulgaria

Oscar Ramón Barros vive hace 28 años en Europa donde deleita a locales y turistas con su charango y zampoñas.

Domingo, 31 de julio de 2022 01:01

De raíces humahuaqueñas, la vida de Oscar Ramón Barros siempre estuvo marcada por la música. En Jujuy formó parte de Los del Churcal, grupo con el que, en Ledesma, fueron seleccionados para la categoría grupo instrumental para representar a la provincia en el Pre Cosquín.

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De raíces humahuaqueñas, la vida de Oscar Ramón Barros siempre estuvo marcada por la música. En Jujuy formó parte de Los del Churcal, grupo con el que, en Ledesma, fueron seleccionados para la categoría grupo instrumental para representar a la provincia en el Pre Cosquín.

 

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Con 19 años de edad y con sed de mucho más se mudó a la ciudad de La Plata, Buenos Aires, donde vivió durante 15 años y trabajó muy bien de la música y en busca de perfeccionarse se recibió de profesor de danzas folclóricas.

En aquel momento por el que país pasaba por una crisis política y social recibió una carta de un músico amigo que estaba en Hungría y terminó cambiando el rumbo de su vida.

Le dijo de ir a trabajar allá donde encontró una buena aceptación del público búlgaro a la música andina y que le estaba faltando un integrante en su grupo. Fue así que en agosto de 1994, partió.

Aunque sin saber el idioma se adaptó rápido, las ganancias por día eran de hasta U$S 200, lo que lo entusiasmó aún más. Y fue así que se fue dedicando a ese público que hasta hoy no se puede resistir a las melodías que salen de su charango, zampoña, toyo y demás instrumentos que ya son una extensión de él.

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Con el paso de los años la modalidad de la música callejera se fue modificando. Las ganancias ya no eran las mismas y mientras más integrantes había en el grupo menos dinero le correspondía a cada uno, motivo por el cual se fueron reduciendo.

En la actualidad son dos, él y su compañero peruano Rosendo Fredy Romero Pardo con el que deleitan a locales y turistas con un variado repertorio de música instrumental andina, un show para el que se caracterizan como apaches y aztecas.

"Lamentablemente si aquí te ponés un chulo o un poncho, no saben de donde sos y tampoco les llama la atención. Pero hace unos años vimos que si te ponías plumas de apache y ropas con flecos, ganábamos más dinero. No es que tengamos preferencias culturales sobre las nuestras sino que se trata sólo de marketing para poder vender más nuestro CD que es el principal ingreso que tenemos", explicó el jujeño.

Él se encarga de hacer las pistas para los shows, se graba tocando todos y cada uno de los instrumentos en su estudio digital que tiene montado en su casa y graba los CD que luego venden con éxito en las calles de Bulgaria a donde se muda durante toda la temporada turística de verano.

Oscar Ramón Barros vive en España junto a su hijo y a su esposa Kremena, de nacionalidad búlgara, quien quedó maravillada con el norte jujeño cuando vino a la provincia a celebrar su luna de miel allá por el 2006. "Quedó encantada. Quería quedarse a vivir en Abra Pampa en medio de una planicie donde no había nada más que medanales. Ahí quería hacer su casa, pero no fue posible porque lamentablemente las condiciones del país no eran las más convenientes", contó con algo de nostalgia por esos deseos que no pudieron hacerse realidad.

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Pese a estar ya hace 28 años en Europa, la familia y los amigos es algo que nunca se deja de extrañar y ni hablar de las humitas y las empanadillas con cayote que el jujeño recuerda con mucho cariño.

Pero más que todo, y como buen humahuaqueño contó que extraña mucho aquellos inolvidables carnavales que se celebran a lo largo y a lo ancho de todo el norte jujeño. "Yo soy humahuaqueño y me crie ahí tocando la quena en los carnavales, por eso extraño tanto esa fiesta. Recuerdo que antes había mucha música y todo era gratis y la gente se divertía de forma segura en las calles", recordó al tiempo que destacó que le contaron que ya no es igual que antes.

Y es tal su añoranza por el carnaval que en algunas oportunidades intentó incorporar a su repertorio algunas cuecas, bailecitos y carnavalitos, pero aunque no hayan sido del gusto e interés de los búlgaros siempre suenan en su casa y principalmente en su corazón.