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Una luna de miel muy corta para Massa

Domingo, 21 de agosto de 2022 01:02

Sergio Massa se está chocando con una realidad mucho más compleja de la que imaginó dos semanas atrás, cuando asumió el protagonismo total del Gobierno y relegó al presidente Alberto Fernández a un rol prácticamente testimonial.

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Sergio Massa se está chocando con una realidad mucho más compleja de la que imaginó dos semanas atrás, cuando asumió el protagonismo total del Gobierno y relegó al presidente Alberto Fernández a un rol prácticamente testimonial.

Es indudable que el exdiputado trajo cierta calma en el mercado cambiario al estabilizar el dólar cerca de los $300, pero no despejó la sensación generalizada de una devaluación del tipo de cambio oficial, lo que está retrasando la liquidación de divisas por parte del campo y adelantando las importaciones en la industria y el comercio. Ambas situaciones colaboran negativamente con la intención de Massa de robustecer rápido las reservas del Banco Central y lo obligan a tomar medidas polémicas como el adelanto de Ganancias para las grandes empresas.

Tanto la UIA como la Cámara de Comercio rechazaron públicamente la decisión con dos argumentos difíciles de rebatir: la estructura de costos proyectada para este año se incrementará inesperadamente y, además, se trata de dinero que las compañías aún no facturaron ni saben si lograrán hacerlo el año próximo. La supuesta luna de miel entre Massa y los empresarios parece haber durado lo que un suspiro.

Increíblemente, el supuesto "superministro" de Economía todavía no pudo nombrar a su segundo, alimentando una innecesaria sensación de incertidumbre entre los actores financieros del país, que se preguntan cuánta firmeza tendrá el tigrense para aplicar el ajuste que necesita la economía hacia adentro de su propia coalición. La situación llama la atención viniendo de un político de fuste como Massa, cuyo objetivo principal es mostrarse como el dirigente que más previsibilidad les aporta a los mercados.

En el massismo intentan bajarles la espuma a las demoras en el nombramiento y se esfuerzan por instalar que no se deben a una pérdida de poder de su líder. "Sergio (Massa) es un hombre que piensa bien sus decisiones antes de tomarlas, el apuro es más de la prensa que de él. Esta semana se va a conocer el nombre, por supuesto que no hay que descartar a Gabriel Rubinstein, que fue la primera persona en la que pensó el ministro", señaló ayer a El Tribuno de Jujuy un estrecho colaborador de Massa que pidió reserva de su identidad.

El nivel de descontrol de la economía argentina es tan profundo que cada medida que se toma para apagar un incendio deja el terreno fértil para que surja otro aún mayor. Sucede con la política cambiaria, con la política antiinflacionaria, con la política fiscal y con la política energética: en todos los casos se aplican parches para la coyuntura, pero no hay una sola decisión de fondo para modificar estructuralmente los desequilibrios macroeconómicos que generan todos los problemas.

El mejor ejemplo de esta situación pudo apreciarse con el anuncio de las subas en la luz, gas y agua, en donde los funcionarios de Sergio Massa se negaron a hablar de un "tarifazo" y disfrazaron los altos porcentajes de incremento en las facturas como una "redistribución de subsidios".

La definición dada por Malena Galmarini, la esposa del ministro de Economía, forma parte del relato típico que se formula cuando se dan malas noticias y se las quiere disfrazar de buenas. Si efectivamente hubiese una redistribución de los subsidios, el ahorro para el Estado sería cero, ya que la ayuda que estaba yendo hacia un sector de la sociedad se trasladaría a otro. En este caso se habla de que el Gobierno podría dejar de gastar alrededor de 500 mil millones de pesos en subsidios a los servicios públicos, lo que generará inmediatamente incrementos de hasta el 167 por ciento en las boletas.

Reducir los fondos estatales que se gastan para pagar tarifas irrisorias es una política de la que casi todos los partidos están de acuerdo. Ese dinero debería ir por ejemplo para reforzar las reservas del Banco Central o también para incentivar la estabilidad cambiaria. El problema que surge ahora es que el lógico "tarifazo" llega tan tarde y tan de golpe que muchos usuarios deberán endeudarse para poder pagarlo. Si a eso se le suman las deudas que ya se estaban tomando con tarjetas de crédito para hacer frente a los gastos en alimentación y limpieza, el combo amenaza con ser incendiario para los bolsillos de la gente.

Una cosa es reducir subsidios con una inflación del tres por ciento mensual y reservas líquidas relativamente estables, y otra cosa es hacerlo con una inflación proyectada en el 90 por ciento y sin dólares en el Banco Central. Desde la asunción de Mauricio Macri, los distintos componentes del Frente de Todos se opusieron abiertamente a la quita de subsidios a las tarifas y hasta fueron a los Tribunales para frenarlas. En ese momento, las reservas eran el triple que las de ahora, el dólar estaba en torno a los 17 pesos y aún no se había tomado el crédito impagable con el Fondo Monetario Internacional.

A pesar de que el Gobierno lo niegue, la suba de tarifas que comenzará aplicarse a fin de mes tendrá un impacto muy fuerte sobre los precios de todos los productos de la economía. Los aumentos se aplicarán al usuario, a los consorcios (por ende a las expensas), a los comercios y a las industrias, por lo que los economistas más positivos alertan sobre una inflación cercana al seis por ciento también para septiembre y octubre próximo.

¿Por qué motivo Cristina no vetó este "tarifazo" y sí vetó el aumento que quería Guzmán de sólo el 40 por ciento? En el Instituto Patria se niegan a dar una explicación clara sobre eso y sólo se remiten a decir que "no había otra opción". "Cuando Macri subió las tarifas lo hizo en porcentajes que llegaban hasta el 2.000 por ciento, en cambio ahora se plantea algo más moderado. Obvio que a Cristina no le gusta que haya aumento de tarifas, pero de no hacerlo no habrá un solo dólar más en el Banco Central", indicó a El Tribuno de Jujuy una de las personas de mayor confianza de la vicepresidenta.

En el seno del cristinismo saben que no pueden boicotear a Massa como hicieron con Guzmán por temor a una nueva corrida cambiaria que haga volar todo por los aires. Por eso, la estrategia de la expresidenta es dejar actuar a Massa y no avalar explícitamente ninguna de sus decisiones, pero tampoco denigrarlas públicamente para no quedar como una "golpista" de su propio Gobierno.

Los gremios

La situación social se va agravando a medida que la inflación sigue destrozando el poder adquisitivo de los salarios, provocando un profundo malestar en las bases de todos los sindicatos que están negociando paritarias por debajo de la inflación. Por eso, la CGT y las dos CTA realizaron esta semana una masiva movilización en contra de "los especuladores y los formadores de precios" pero se esforzaron en aclarar que no era en contra del Gobierno.

¿No es el Gobierno quien cobra impuestos sobre todos los productos de la economía provocando un aumento de sus precios? ¿No es el Gobierno quien le pidió billones de pesos al Banco Central para financiar al Tesoro con emisión? ¿No es el Gobierno el que autoriza subas en los combustibles y las tarifas que repercuten sobre todas las áreas? ¿No es el Gobierno el encargado de hacer cumplir la Ley de Góndolas? Según la particular visión de Pablo Moyano y los otros popes sindicales, estos factores no tienen incidencia en la inflación y los únicos culpables son los empresarios.