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Gestos que dejaron al Gral. Belgrano en la memoria social de Jujuy

Martes, 23 de agosto de 2022 01:03

El acompañamiento en los dificilísimos tiempos de 1812 es una de las claves para comprender la singular relación de Manuel Belgrano con el pueblo jujeño, cuyo recuerdo es uno de los más potentes que guarda la memoria social de Jujuy.

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El acompañamiento en los dificilísimos tiempos de 1812 es una de las claves para comprender la singular relación de Manuel Belgrano con el pueblo jujeño, cuyo recuerdo es uno de los más potentes que guarda la memoria social de Jujuy.

Fue en Jujuy y con Jujuy donde Belgrano, hijo de Buenos Aires, vivió momentos trascendentales de las luchas por la independencia de nuestro país y así como la historia de Jujuy no se podría narrar sin el prócer, la vida del creador de la Bandera no podría contarse sin los tiempos de sacrificios y felicidad que compartió con los jujeños.

Líder de la revolución de independencia que derrumbó el poderío español en el Virreinato del Río de la Plata para dar paso a una nueva nación, Belgrano fue el conductor del Éxodo Jujeño en 1812, acción que dio a la patria naciente las oportunidades de los triunfos de Tucumán y Salta y con ellos, la salvación del movimiento revolucionario jaqueado con la derrota de Huaqui en 1811.

Testimonios de la época coinciden en señalar que en los días de desilusión, odio y miedo que campeaban en 1812, con su carisma y respeto Belgrano animó el espíritu de gran parte de los jujeños, aunque no de todos, transmitiendo el entusiasmo por la causa revolucionaria y la esperanza en un nuevo orden basado en la libertad y la igualdad. La proclama pronunciada en la plaza de Jujuy el 25 de mayo de 1812, poco tiempo antes del Éxodo, no deja dudas acerca de su convicción respecto del objetivo de la independencia y de la ruptura con un pasado plagado de opresión e injusticia para los americanos.

La decisión de no dejar abandonado Jujuy al furor de los realistas es, muy posiblemente, el principal gesto del prócer que contribuyó a fraguar el vínculo con los hijos de Jujuy. La orden de "tierra arrasada" y retirada que el gobierno de Buenos Aires había impartido no incluía el desplazamiento de los civiles junto al Ejército. Las comunicaciones de Belgrano con las autoridades de Buenos Aires dan cuenta de su postura totalmente contraria a abandonar a los pueblos a las represalias del partido realista y es indudable que ese criterio fue el que hizo primar al momento de abandonar Jujuy ante la inminente llegada del invasor, aun cuando la decisión en ese sentido implicara mayores esfuerzos y complicaciones adicionales a las que ya se tenían para salvar a los sobrevivientes de Huaqui.

Aunque es indudable que una pequeña parte de la sociedad jujeña no siguió a Belgrano en su odisea hacia el sur ni lo apoyó en el plan de "tierra arrasada" sino que instaba a los realistas a caer sobre Jujuy, sabemos que aquí contó con el acompañamiento de muchos pobladores. Así lo dice Belgrano en un documento al gobierno porteño: "muchos hijos de esta ciudad se me han presentado ofreciéndose a servir personalmente con sus armas y caballos, y al mismo tiempo a poner a mi disposición sus ganados, mieses y demás bienes, con tal empeño que, si la provincia toda lo tomara, estoy seguro de que el tirano no adelantaría en sus progresos, si intentase seguir su empresa" (Viviana Conti, El Éxodo de 1812).

Otros dos gestos de Belgrano, consecuencias del Éxodo, alimentaron esa relación singular. Luego de las victorias de Tucumán y Salta, en 1813 el líder revolucionario se encontraba nuevamente en Jujuy alistando a su ejército para luchar contra los realistas en el Alto Perú. Muchos de los emigrados de 1812 pudieron volver a su tierra y con la tranquilidad de los invasores expulsados, el jefe militar se dio un tiempo para expresar su afecto y reconocimiento al pueblo jujeño a través de dos formidables obsequios: la donación del premio que le había otorgado la Asamblea del año XIII para la dotación de una escuela de primeras letras y la Bandera Nacional de nuestra Libertad Civil, en distinción al honor y el valor demostrado por los hijos de Jujuy en las batallas de Tucumán y Salta. Los miembros del Cabildo agradecieron este último presente con un mandato que sigue vigente. Expresaron que recibían la enseña "con el importantísimo y laudable objeto de que se eternice tal digna memoria e igualmente sea reconocido tan digno Jefe por un héroe que le bendecirá la posteridad".

El hecho de que esa bandera y el escudo que hizo pintar el prócer para la escuela que dispuso se fundase en Jujuy se hayan conservado desde hace más de doscientos años sobreviviendo a la furia de guerras y a toda clase de vicisitudes, es una prueba del valor que los jujeños dieron a esos gestos.

A partir de las graves derrotas de Vilcapugio y Ayohuma en 1813, el vínculo de Manuel Belgrano con los jujeños se volvió más distante por imperio de las circunstancias, pero la relación siguió viva.

A comienzos de 1814, el general, vencido, pasó por suelo jujeño en su marcha a Tucumán con los escasos restos del ejército, donde entregó el mando del ejército a José de San Martín, a quien le había recomendado el valor y la humildad de los soldados nacidos en tierra jujeña. Mientras tanto, los habitantes de Jujuy, otra vez invadidos por las tropas virreinales, abandonaron por segunda vez la ciudad en un éxodo espontáneo. En esas dramáticas instancias, la Bandera Nacional de la Libertad Civil fue puesta a salvo, siendo enviada a Tucumán para que no cayera en manos de los realistas. En 1815, el Cabildo de Jujuy entabló gestiones ante el gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz, para hacer regresar la enseña a fin de que engalanara la fiesta patria con motivo del 25 de Mayo.

La divisa se encontraba guardada en una caja de madera junto a documentos del archivo jujeño, en una casa de San Miguel de Tucumán. Los términos del agradecimiento al gobernador Aráoz por el rápido envío de la bandera ilustran los sentimientos de los jujeños: le agradecen por el “servicio a la Patria” realizado. El alma de Belgrano no desapareció de los sentimientos jujeños, ni aún con la muerte del hombre. Es notable que a lo largo del siglo XIX y comienzos del siglo XX aparezcan proyectos e iniciativas que buscaban perpetuar su memoria, cuidar su legado o cumplir con su voluntad, antes que el Centenario de la Bendición y Jura de la Bandera Nacional de 1912 pusiera la atención en la figura del conductor del Éxodo.

Es el caso de la escuela de primeras letras para los niños de Jujuy que Manuel Belgrano dispuso se creara con parte del premio otorgado por la Asamblea General Constituyente en 1813 por el triunfo de Salta. La consecución de esa escuela pasó por toda clase de vicisitudes y recién se pudo materializar en 1825 para tener una efímera existencia por la falta de recursos. Sin embargo, el sueño de la escuela aparecerá en forma recurrente en la agenda de los gobiernos como una deuda dolorosamente pendiente con el prócer y con la infancia jujeña.

Una expresión de esos sentimientos fue la creación de la escuela N° 1 “General Manuel Belgrano” en 1896, por iniciativa del gobernador Manuel Bertrés, quien en el decreto de creación dispuso que la institución llevara el nombre del prócer, poniendo de relieve la “deuda de gratitud” que Jujuy mantenía con el patricio por no haber podido mantener vivo aquel su noble deseo. Otra evidencia significativa de la conexión entre Belgrano y Jujuy es que las primeras mujeres jujeñas que aparecen participando de una iniciativa política en el ámbito de lo público lo hacen en 1906, gestionando autorización de la Legislatura para que se construyera un monumento al líder del Éxodo.

También habla de esta relación especial el enriquecimiento como símbolo de la Bandera de la Libertad Civil que se llevó a cabo a lo largo de dos siglos y que marcó una trayectoria de reconocimientos y homenajes hasta convertirla en la representación de las glorias de Jujuy que hoy encarna. (Colaboración: Irene Ballatore).