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¿Qué más hace falta para cambiar?

Lunes, 12 de septiembre de 2022 01:01

CARLOS FERRARO

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CARLOS FERRARO

Cuando Cristina Elisabet Fernández de Kirchner, todavía ni siquiera se había percatado cabalmente del riesgo que había atravesado cuando el frustrado (felizmente) asesino le gatilló una pistola a centímetros de su cabeza, todo el país sin distinción de parcialidad política, religiosa o social, se estremecía pensando en lo que podría haber ocurrido si el arma se disparaba. Hubiese sido no sólo la muerte de la Vicepresidente, sino una situación explosiva imposible de controlar, difícil de superar, y tan dolorosa de transitar. Pero todo duró lo que la luz de un fósforo. Cristina y su familia, ya ubicados en tiempo y espacio en el espantoso momento, se refugiaron en un obvio silencio para la meditación y el balance. Y cuando aquella luz que había alumbrado temor y racionalidad se extinguió, se desataron las expresiones que pintan de cuerpo entero una sociedad enferma, sin referencias en líderes indiscutidos, y con colectivos o individualidades sin rumbo y sin sentido. Y arreció la batalla entre ambos lados de grieta.

Esta grieta ya es una entidad tan importante que casi equiparó en valor y consistencia a los poderes del Estado. Y aunque es una entelequia abstracta, también es una construcción poderosa que define la realidad en que vivimos. De esa realidad, paradójicamente, el brutal atentado nos ofrecía la posibilidad de escapar, parafraseando con fuerza versos de Jorge Luis Borges: "que no nos uniera el amor, sino el espanto". Pero ni el espanto cambia nuestra realidad.

El oficialismo, con irresponsabilidad, desparpajo, altanería y soberbia, desde la alta investidura Alberto Fernández, hasta uno de los más oscuros militantes de la violencia como Mario Firmenich, jefe Montonero de los 70, pasando por legisladores, dirigentes sociales, periodistas militantes, medios adictos, referentes políticos, etc., etc., culparon a la "persecución judicial", a los medios no adictos, al "odio gorila" y hasta una conspiración que desde el exterior pretendió concretar "una provocación terrorista para desatar una guerra civil". Desde la oposición, hubo algunas voces firmes, otras manifestaron extraña tibieza, otras con cruel insensibilidad pretendieron bajarle el precio al tema con elípticas condenas a la violencia, otras sólo sembraron dudas sobre el origen del ataque.

De la clase política, quedó una foto de todos los senadores nacionales, (lo más sensato logrado aquella noche) repudiando lo ocurrido; y otra patética sesión de diputados, de la que el PRO se retiró, y reclamos de respuestas urgentes a la Justicia y de explicaciones (que nunca llegarán), por la capacidad y la acción (o la falta de ellas) de los servicios de seguridad para CEFK. No vale la pena entrar en lo que sería una larguísima lista de anécdotas y expresiones, que sólo pintan de cuerpo entero la horrible insensatez de la clase dirigente, y la distancia enorme que va de la realidad y las necesidades de la gente, a las prioridades que aquella se fija. La última oportunidad perdida metió en los desencuentros a la Iglesia Católica.

El sábado, a las 13, en la basílica de Luján, se cumplió lo que voces de propia la Iglesia calificaron como "acto kirchnerista", a la misa por "la paz y la fraternidad", y que pidió con buena fe, pero también con una dosis de filoso oportunismo político, el intendente K de Luján Leonardo Boto. La ofició el arzobispo de Mercedes/Luján monseñor Jorge Scheinig, quien desatada la polémica debió aclarar con inobjetable honestidad: "Me disculpo si metí la pata".

El oficialismo encabezado por AAF copó el emblemático templo. La oposición no participó esperando que pidieran disculpas por los dichos con que virtualmente los acusaron de pergeñar y estimular el atentado, antes de la invitación, que sólo llegó a un puñado de radicales "cercanos". Un rato después, en Parque Lezama el kirchnerismo volvía a cargar furiosamente contra la Justicia y la oposición. Si algo tan grave pasó... ¿qué más tiene que pasar para que el país encuentre la concordia, y la dirigencia comparta con cordura políticas de estado que unan y se sostengan en el tiempo? ¿Y para que el discurso del odio, tan real y poderoso, que burda o sutilmente ejercen ambos lados de la grieta, según quien esté de qué lado del poder, se cierre de una vez?

En el FdT, esperan que la "misión Massa" termine bien. Que el ministro recoja en sus redes los dólares que aflojan los organismos satélites del FMI y que den resultado los parches que le coloca a la economía. El "dólar soja" muestra resultados, pero desató que otros sectores relegados, pidan "dólar girasol", "dólar malbec", "dólar carne", "dólar leche", etc. La inflación de agosto pasaría el 6% y consolida el temor a los tres dígitos a fin de año. Massa, fiel a su estilo, repartió promesas y proyectos, con dos certezas: 1- Actuó en un mundo donde sabe muy bien que no se puede vender ni humo ni sueños voluntaristas; 2- Que a su regreso, enfrentará el examen implacable del cristicamporismo, sabiendo que casi todas sus medidas, van en sentido exactamente contrario al pensamiento y al sentimiento K, y que sólo se toleran para evitar la implosión. Y que lo ven como un apóstata, usufructuando el momento para dibujar su candidatura presidencial. Algo que hoy rechazan de plano.

Gerardo Morales quedó en una encerrona de la que salió con elegancia. El GM, pragmático, dialoguista, de buenas relaciones con AAF y Massa, fue cortés y rápido de reflejos el día del atentado. A cambio fue uno de los pocos invitados a la misa de Luján, convite que debió declinar, so pena de que su situación dentro del JxC se torne más áspera. Igualmente, siguió de campaña en Buenos Aires, pisoteando terreno macrista, habló de unidad pero sentenció que si prevalecen los "halcones" del PRO habrá que esperar "confrontación e insensatez" y se mostró como "el enviado que baja del norte para ser Presidente". También en la reunión de gobernadores del Norte Grande, lideró posiciones en contra del tarifazo de energía, con lo que obligó a todos a elogiar y compartir sus ideas, y aceptar implícitamente su liderazgo en el tema.

El PJ local, se entona para dar batalla. El titular Rubén Rivarola cumpliendo lo establecido por la carta orgánica, reunió al consejo provincial, órgano que ratificó y aprobó orgánicamente sus expresiones públicas expresadas en ocasión del atentado. Los consejeros con asistencia casi perfecta, entre los que destacó la presencia del exgobernador Walter Barrionuevo y del senador (mc) Alberto Tell, debatieron la actualidad y coincidieron con el Consejo Nacional en mantenerse en estado de alerta y movilización mientras se aclaran los hechos. Y se recomendó a cada consejero, bajar a la dirigencia y a las bases la misma instrucción. La inminencia del tiempo electoral fue analizada y RR reiteró su voluntad de unidad, expresando que el PJ mantiene puertas abiertas y él personalmente está "dispuesto a escuchar a todos las compañeras y compañeros que quieren trabajar en el PJ para recuperar el gobierno provincial".

En Jujuy a diferencia de lo nacional y más allá de los persistentes bolsones de "antigestión", todavía son posibles el diálogo y los consensos. Ojalá que no se destruyan.

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