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¿Qué tipo de relación debo tener con mi hijo?

Martes, 20 de septiembre de 2022 01:00

Al hablar de los estilos de crianza surgen preguntas acerca del rol que los padres/tutores deberían ocupar. Hay quienes se preguntan hasta qué punto es conveniente ser padres con reglas y estructuras y hay otros que piensan lo contrario, proponiendo un estilo de crianza caracterizado por la falta de límites. Lo cierto es que el estilo de crianza dependerá en gran parte del estilo de relación que se entable entre padres e hijos.

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Al hablar de los estilos de crianza surgen preguntas acerca del rol que los padres/tutores deberían ocupar. Hay quienes se preguntan hasta qué punto es conveniente ser padres con reglas y estructuras y hay otros que piensan lo contrario, proponiendo un estilo de crianza caracterizado por la falta de límites. Lo cierto es que el estilo de crianza dependerá en gran parte del estilo de relación que se entable entre padres e hijos.

Proponemos pensar acerca de esto observando tres estilos de crianza, caracterizados cada uno por su propio modo de vinculo padre-hijo.

Paternidad basada en la "amistad": Así dicho suena como algo muy lindo y tierno. Sin embargo, este estilo de relación se caracteriza por la horizontalidad en la relación, donde no hay un punto de referencia para el saber, las reglas los valores etc. El papá amigo está interesado en proveer buenos momentos, que sean simpáticos, que el niño disfrute, que sienta cosas lindas etc.

Esto en sí mismo no está mal. Pero cuando la paternidad está centrada en conseguir solo eso, se pierde de vista el interés primordial que es la formación del carácter, en su dimensión relacional, productiva y moral. El papá amigo no provee experiencias donde el niño pueda construir una relación sana con la autoridad, ya que él mismo no se ve de esa manera.

A veces esto ocurre porque en la familia uno de los dos padres se desliga de esta responsabilidad y la delega en el otro. El hijo del papá amigo a menudo experimenta una sensación de desvalimiento (sin iniciativa) a medida que crece, producto de la falta de convicciones y recursos emocionales de afrontamiento, debido a un estilo de paternidad que solo ofreció "momentos lindos" pero no proveyó el desarrollo del carácter.

Paternidad basada en la complicidad: En este modo la relación padre hijo está más que desdibujada, se podría decir hasta distorsionada porque el padre o tutor se ha corrido de su lugar y ha promovido a su hijo a tomar el lugar de autoridad.

En este tipo de crianza papá e hijo están unidos para la transgresión de reglas, se encubren mutuamente, casi como en una película, celebrando haber podido quebrar las reglas del hogar, institución, ciudad etc. Se forma un tipo de relación en donde la "ley" está dentro del niño, lo que promueve un estilo de vida donde no se puede reconocer la ley que viene de afuera, sino que se la desprecia. Esto origina la falta de culpa o remordimiento por el mal causado y en su relato la culpa siempre estará fuera de él.

Los niños criados dentro de este formato de relación desarrollan un comportamiento con tendencia a la seducción y manipulación, lo cual utilizan para conseguir sus fines. Suelen interactuar con suma simpatía hasta que se enfrentan a algún tipo de límite (un stop), reaccionando frente a esto con un repertorio de comportamientos impulsivos, rabietas, agresividad etc. El estilo de paternidad caracterizado por la complicidad se ha hallado en diversas investigaciones como predictor de conductas antisociales y/o delictivas.

Paternidad basada en la autoridad: Es frecuente encontrar personas que relacionen la palabra autoridad a rigidez, hostilidad, o le den alguna otra connotación negativa. Aunque es preciso destacar que la autoridad nada tiene que ver con aquello. Al hablar de padres con una sana noción de autoridad, señalamos un estilo de relación que es vertical.

Aquí el saber y el origen de los valores y reglas tienen un punto de referencia, los padres, fomentando que los saberes, conceptos y significados se amarren en el psiquismo del niño de acuerdo a esa referencia. La autoridad se ejerce en una relación de afecto y empatía en donde los valores, reglas y normas están claros y se señala cuando no se cumplen.

Sin embargo, se espera que el niño se equivoque, cometa errores y hay siempre oportunidad para la corrección y el perdón. La corrección imprime en el niño un sentimiento de culpa adaptativo, es decir la responsabilidad por lo hecho ("Yo me equivoqué, yo lo hice, yo no actué bien…"). Esto protege al niño del hábito de evadir responsabilidades. El perdón imprime en el niño la seguridad de ser aceptado y valorado en la relación a pesar del error, brindando oportunidad y esperanza de poder cambiar.

En este formato de relación existe espacio para el juego, tiempo de compañerismo, entretenimiento, sin perder la verticalidad de la relación, lo que permite internalizar los recursos y valores necesarios para la vida adulta.

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