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“Dios transformó mi vida por dentro y por fuera”

Tenia 18 años y presión arterial dañó sus riñones. Tras años de diálisis, su hermana le donó su riñón y volvió a empezar.
Miércoles, 28 de septiembre de 2022 00:58

Gabriela Rodríguez tenía 18 años y pese a la asistencia de un parto con dificultades, nunca supo que debía tratarse la presión. Eso le afectó la visión, que fue el inicio de internaciones para sus ya dañados riñones. Aferrada a su fe resistió dolor hasta llegar a diálisis, y tras varios años su hermana le donó un riñón que le cambió la vida y hoy se cuida y agradece que hace tres años le llegó otra hija, sumando otra bendición de vida.

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Gabriela Rodríguez tenía 18 años y pese a la asistencia de un parto con dificultades, nunca supo que debía tratarse la presión. Eso le afectó la visión, que fue el inicio de internaciones para sus ya dañados riñones. Aferrada a su fe resistió dolor hasta llegar a diálisis, y tras varios años su hermana le donó un riñón que le cambió la vida y hoy se cuida y agradece que hace tres años le llegó otra hija, sumando otra bendición de vida.

 

La insuficiencia renal llegó al descuidar su presión alta por un total desconocimiento, pese a que la trataron en el parto.

 

Se casó adolescente y a la espera de un bebé, cuyo parto tuvo dificultades devenidas de la presión arterial, pleclamsia que creyó dejar atrás. Pero los dolores de cabeza, a los que restaba importancia, se agudizaron con un malestar en la visión. "No sabía que tenía que seguir un tratamiento para manejar la presión alta, no me dijeron nada. Pasaron dos años, no me daba cuenta, tenía dolor de cabeza y me doy cuenta que ya tenía dañado los riñones, porque si bien uso anteojos desde los 14, comencé a ver nublado, no podía poner la pasta en el cepillo", relató Gabriela. Fue entonces cuando el oftalmólogo le detectó coágulos de sangre en cada ojo, presión y la derivó a un cardiólogo, quien la hizo internar.

Era 2003 y su pequeño Julián ya tenía 3 años, por lo que para ella fue muy difícil dejar a su hijo en cada internación en el hospital "Pablo Soria", porque ya se había reducido un riñón. Es que en 2004 en Maimará tomar agua de grifo la dejó internada, según le explicaron por la calidad, y al no tener mejoría la derivaron al hospital "San Roque". Pero ya era tarde, tenía dañados ambos riñones.

Siguieron cuidados e internaciones por infección urinaria, perdía sangre, proteinuria y, transfusiones, tenía insuficiencia renal. "A su hijito de tres años lo cuidaba su papá y mi suegra, fue difícil, lo que comía vomitaba, la luchamos con mi esposo para no entrar a diálisis. Orábamos por un milagro, mi piel, mi sangre estaba contaminada, no podía caminar y no resistía más", indicó.

Optó por internarse y acceder a dializarse. "Mi esposo lloró tanto, esperaba un milagro, pero la insuficiencia renal es una enfermedad terminal si uno no se dializa. Yo tenía que dializarme porque no daba más, yo necesitaba vivir por mi hijo", explicó. No olvida ese 29 de agosto del inicio de catéteres en el cuello, porque luego de tres días comenzó a sentirse mejor y pudo comer su pizza favorita luego de años. Relató lo difícil de transitar por la diálisis, no solo por la aprehensión que le genera sino la descompostura de cuatro horas.

"Es terrible la diálisis, estaba un poco renegada de Dios porque no hizo el milagro de la forma que yo quería, pero cuando me empecé a sentir bien, a respirar y caminar bien, le dije a mi esposo... el milagro son estas máquinas. Sin perder la fe seguí adelante", expresó. Pasó medio año con un catéter en el cuello, porque nunca le funcionó la fístula en el brazo, y su médico le ofreció hacerse la diálisis peritoneal desde el abdomen y en su casa, fue la primera que se animó. Se lo hacía sola, en una pequeña habitación que le adaptaron con un lavatorio y un microondas para entibiar el líquido, porque entonces no había cicladora, un proceso de eliminación de la orina y recambio, que le permitía compartir más tiempo con su pequeño hijo.

La diálisis le generó desgaste, no sólo se le oscureció la piel sino que tenía anemia, artritis, entre otros problemas. "Mi hijo tuvo que ir a psicólogos porque siempre pensó que su mami se moría o que no iba a volver más. Es una enfermedad que produce un daño colateral a toda la familia, incluso sufre silenciosamente", afirmó.

Supo que su hermana Griselda también empatizaba con su sufrimiento cuando le ofreció donarle su riñón. Estaba en la lista de espera de Incucai por tres años, y pese a que había dado a luz, no se amilanó y la acompañó a Córdoba para el estudio de compatibilidad. Fueron en junio y le dieron fecha para el 10 de septiembre para el trasplante, que se concretó allí y desde entonces se cuida. "Estoy bien por la gracia de Dios, porque movió el corazón de mi hermana", expresó agradecida porque nunca desistió y lo afrontó con valentía.

Siempre contó con su esposo Cristian Valdiviezo, sus suegros, y su hijo Julián, quien hoy con 22 años estudia en la Cruz Roja de Salta. Su dicha aumentó aún porque hace tres años llegó inesperadamente su hija Margarita, pero el temor a que la afecte su tratamiento se disipó porque nació sana y alegra sus días.

Su hija Margarita, “otro milagro”

“Dios transformó mi vida por dentro y por fuera. Llevo una vida saludable”, aseguró Gabriela Rodríguez respecto a ese hecho que posibilitó el trasplante que le permitió seguir. Destacó el gesto generoso de su hermana mayor, de su familia y su esposo Cristian, con quien lleva 23 años casada. “Pasamos todas, económicas, de salud y siempre nos sacó Dios”, agregó, y explicó que sigue bien, disciplinada con su medicación.

“Se puede siempre creyendo en Dios”, dijo Gabriela, más allá de las dificultades, reconociendo que siempre necesita ayuda y cuenta con su familia, ya que le quedó anemia crónica y artritis por la diálisis. De hecho, hace tres años fue madre nuevamente de la pequeña Margarita. “Yo tomando 27 medicamentos, cuidándome, me embaracé, fue muy difícil, pero Dios así lo quiso”, dijo, y aseguró que tuvieron temor porque los inmunosupresores suelen generar malformaciones. Nació en Córdoba porque aquí ningún médico se quería hacer cargo, porque no había antecedente de una persona trasplantada y patologías, pero nació sana y por parto natural, por lo que consideró es “otro milagro de Dios”.

El trasplante

Un trasplante de riñón es un procedimiento que consiste en colocar un riñón sano de un donante vivo o fallecido en una persona cuyos riñones ya no funcionan correctamente. Cuando los riñones pierden esta capacidad de filtración, se acumulan niveles nocivos de líquido y desechos en el cuerpo, lo cual puede elevar la presión arterial y provocar insuficiencia renal. Esta enfermedad renal en etapa terminal ocurre cuando los riñones perdieron aproximadamente el 90% de su capacidad para funcionar normalmente. Las causas comunes son diabetes, presión arterial alta crónica no controlada, glomerulonefritis crónica, enfermedad renal poliquística. Actualmente hay 5.373 pacientes renales en lista de espera en Incucai, 84 de Jujuy