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Los roles equivocados que le asignamos a la comida

Martes, 23 de mayo de 2023 01:04

¿Tengo una visión poco sana acerca de la comida? ¿Me relaciono con la comida de una forma que no es la que debería? Esas son algunas de las preguntas que en este texto espero poder ayudar a responder. Como nutricionista me he encontrado con una triste realidad, como sociedad hemos comenzado a usar la comida de formas incorrectas, ya no es para nutrir y alimentar nuestro cuerpo. Aprendemos a usar la comida para otras cosas que no tienen relación con el hambre física.

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¿Tengo una visión poco sana acerca de la comida? ¿Me relaciono con la comida de una forma que no es la que debería? Esas son algunas de las preguntas que en este texto espero poder ayudar a responder. Como nutricionista me he encontrado con una triste realidad, como sociedad hemos comenzado a usar la comida de formas incorrectas, ya no es para nutrir y alimentar nuestro cuerpo. Aprendemos a usar la comida para otras cosas que no tienen relación con el hambre física.

Anestesia y alivio del dolor: no queremos enfrentar las emociones más duras, así que las suprimimos o evadimos comiendo para ser felices y acallar el dolor. Le asignamos a la comida (de forma inconsciente) el rol de "pronto auxilio en las tribulaciones", a fin de que nos ayude a pasar situaciones de estrés, angustia y tristeza. Preferimos usar la comida como "nuestra paz" para suavizar la amargura, el caos y el drama. Un pedazo de pastel o una barra de chocolate nos brindan esa "plenitud de gozo y delicia" que necesita un día sin sabor. Ya no usamos la comida para saciar el hambre, si no para que "acalle nuestra alma" y nos ayude a quitar la pena, hacernos sentir bien y felices y aliviar el estrés.

¿Por qué ocurre esto? ¿Cuál es "la raíz del problema"? La comida fue en el principio creada por nuestro Dios para nutrición del cuerpo. El hombre se satisfacía emocional y espiritualmente en su totalidad en su creador. Al caer en pecado, se rompe esa relación íntima con el Señor, por ende, la humanidad busca suplir esa necesidad emocional/afectiva con cualquier otra cosa... hasta el día de hoy. Incluso, siendo cristianos, podemos caer en esta práctica tan común del mundo, pero ante la cual el Señor nos dice: "Basta, ya no necesitas de esas cosas. Me tienes a mí, satisfácete en mí".

Conductas aprendidas

El Señor ha puesto en el ser humano una tremenda capacidad para aprender, en distintos niveles y áreas. Y los aprendizajes más profundos en torno a la comida y la alimentación se dan en nuestra niñez. Es en la infancia donde se adquieren hábitos saludables o poco saludables, donde se nos enseña a comer de forma ordenada (en horarios definidos) o en un desorden total (a cualquier hora). En la niñez, vemos como ejemplo a nuestros padres. La forma en cómo se alimentan y su relación con la comida van a impactar positiva o negativamente en nuestro aprendizaje.

Cada familia tiene sus propios rituales en torno a la comida (por ejemplo, comer ciertos alimentos en año nuevo por superstición, finalizar siempre con un postre, que nunca falte la bebida en la mesa, etc.).

Sus propios patrones de comportamiento (por ejemplo, nunca comen sentados, todos están apurados, así que comen de pie o mientras hacen otras cosas, unos comen sentados, otros en su pieza, comer viendo televisión, usar la comida como premio o recompensa... si te portas bien, te doy un dulce, etcétera).

Sus propias creencias en relación a la comida (por ejemplo, comer zapallo me hace engordar las piernas flacas, darle a probar golosinas a un bebé lo ayuda a que después no se enferme si come ese alimento después, la guagua está mirando... dale a probar que "quiere" comer, si quieres bajar de peso, cierra la boca, familias donde la madre cree que tiene que "hacer dieta y sufrir para bajar de peso", dar alguna golosina para que el niño se quede callado, etcétera).

Desde una edad temprana estos patrones son aprendidos e incorporados y dejan huella. Son la base de nuestra propia forma de relacionarnos con la comida. Muchos de esos hábitos son inconscientes, no nos damos cuenta de su existencia. Y no importa si son buenos o malos hábitos, se hacen igual porque dan sensación de satisfacción, son deliciosos y nos hacen sentir cómodos. Cuántos de nosotros aprendimos el premio-recompensa con la comida y actualmente, si hacemos algo bien, nos premiamos con algo "rico" (pastel, chocolate, pizza, alcohol, etc.). Cuántas mujeres aprendimos esa necesidad imperiosa de "controlar el peso", de estar en constante tensión al comer algo, a sentir culpa después de comer alguna golosina, a "hacer dieta", a estar constantemente preocupada por lo que como y ahora, quizás, por lo que come mi hija, porque puede subir de peso (que no es lo mismo que ofrecer una alimentación saludable. Responde más a una conducta cuasi obsesiva cada vez que la niña come). Cuántos de nosotros aprendimos a acallar la insatisfacción y el dolor con comida porque si estábamos tristes, nos daban algo para comer y "pasar la pena".

Y así, un montón de otros aprendizajes. Hay aprendizajes muy buenos en torno a la comida y la forma de relacionarnos con ella, pero hay otros muy perjudiciales y que incluso, no glorifican a Dios. Todo esto nos permite examinar nuestra vida. Si somos padres, podemos examinar nuestra propia conducta y lo que estamos transmitiendo a nuestros hijos en relación a la comida y la forma de alimentarnos. Nunca es tarde para comenzar a glorificar a Dios.

¿Qué dice la Biblia acerca de la alimentación? La Biblia dice: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios". 1 Corintios 10:31. Si bien el contexto de este versículo trata acerca de que cuando comamos o bebamos siempre tengamos presente el no hacer caer al hermano (siempre motivados por el amor al prójimo incluso al alimentarnos), es interesante ver que incluso nuestra manera de alimentarnos puede y debe glorificar a Dios. "Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas" (Romanos 11:36). Todo lo que hacemos es para gloria de Dios.

La Fundación Luz de Vida trabaja fuertemente en "educar, prevenir y restaurar" a través de escuela para padres, talleres, contención familiar y grupos terapéuticos llamados "Grupos de luz". íContáctenos! Alvear 731, primer piso, oficina N°2. Comuníquese al 388-4479595, o ingrese a nuestra página de Facebook: Fundación Luz de Vida. íEstamos para ayudarles!

 

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