Una pregunta, un interrogante, un camino... fue la propuesta ni bien se ingresaba al teatro El Pasillo. No es una encuesta de la sala ni mucho menos. Es la presentación de “Cuentos para romper lo salvaje”, que propuso el grupo teatral Illariy. La violencia en todas sus manifestaciones posibles se hizo presente en el escenario a través de una excelsa actuación de Joaquín Ramos. No ha de ser fácil pararse sobre las tablas de una sala colmada, de estudiantes de teatro, docentes, público en general, grandes, chicos, mujeres, varones y hablar actuar con cuerpo, alma y voz, de algo que nos atraviesa a todos.
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Una pregunta, un interrogante, un camino... fue la propuesta ni bien se ingresaba al teatro El Pasillo. No es una encuesta de la sala ni mucho menos. Es la presentación de “Cuentos para romper lo salvaje”, que propuso el grupo teatral Illariy. La violencia en todas sus manifestaciones posibles se hizo presente en el escenario a través de una excelsa actuación de Joaquín Ramos. No ha de ser fácil pararse sobre las tablas de una sala colmada, de estudiantes de teatro, docentes, público en general, grandes, chicos, mujeres, varones y hablar actuar con cuerpo, alma y voz, de algo que nos atraviesa a todos.
Ya en la nota realizada por nuestro medio para realizar el anuncio de esta presentación, se anticipó que la obra sería interactiva y, de hecho, el público estuvo inmerso de principio a fin, y la consigna del grupo se cumplió, lograr interpelar al público, que cada uno se ensimisme a través de las historias y se cuestione la propia violencia, o las situaciones de violencia en las que estuvo.
¿Cuántos de nosotros regalamos o recibimos de regalo un arma, para jugar, en algún cumpleaños o Navidad? ¿Cuántos hemos adjetivado de manera peyorativa a algún amigo, compañero de escuela o incluso de trabajo? ¿Acaso no coreamos canciones que hablan de comerte, matarte, resaltan el culo o atributos físicos, sobre todo de la mujer? Joaquín Ramos, con una sobria propuesta escenográfica, está en la piel de un narrador que asume las vivencias y se convierte en ese personaje, transportando a los presentes a esos momentos, hayamos o no vivido esas situaciones.
Lo que de niño nos aplaudían como travesuras anecdóticas son, casi sin dudar, hechos que nos marcaron al punto de naturalizar el matar sapos con cohetes, mirar la ropa interior de las niñas, golpear al más tímido o al que parece indefenso, o simplemente, resolver algo a golpes, para ser el más guapo.
Esto último se asentó tanto que dejó de ser propio, incluso, solo de los hombres. En algo más de una hora, la obra interpela a mirar el comportamiento que tenemos con nuestra pareja, con nuestros padres y el entorno más cercano. Nos pone en situaciones cotidianas que, en la reiteración, dejamos de ver como violentas. Romper lo salvaje, tan necesario como difícil. Iluminar ese lado oscuro que vive en nosotros, en algunos, muy adentro, en otros, a flor de piel. Y, quizás de forma implícita, una herramienta, la escritura, cartas, tintas, letras, para dejar ir, soltar eso que nos hace mal y logra que hagamos daño.
El teatro en la mochila
“Cuentos para romper lo salvaje” es dirigida por Manuel Alache Pezo, desde Perú, en forma virtual. Joaquín Ramos aparece en escena, solo, acompañado de sus personajes. Itatí Tolaba asume el rol de asistente de producción. Cabe resaltar una característica del grupo Illariy Teatro. Sus espectáculos están pensados para que ingresen en una mochila, para viajar a otros lugares y que el teatro pueda llegar a espacios más alejados. “Cuando pensamos la obra, vemos que todo lo necesario, guion, escenografía, debe entrar en una mochila. Para viajar más fácil. Con otros espectáculos hicimos funciones en la Puna. Fuimos con una mochila cada uno y otra de la obra”, dijo Ramos. “Cuentos para romper lo salvaje” presenta una sobria escenografía, sencilla, pero justa, necesaria. Ramos con cuerpo, alma y voz, produce el complemento preciso para contar la historia y lograr que el espectador la viva junto a él.