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Venció un cáncer en el cerebro y hoy sonríe

La historia de Gabriel Maidana es de una verdadera motivación que compartió su padre, Esteban Maidana.
Miércoles, 31 de mayo de 2023 00:57

Las lágrimas en los ojos por una emoción auténtica salieron a la luz desde el alma de un padre que entendió la vida desde una nueva perspectiva gracias a su hijo. Y es que para Esteban Maidana, la sensibilidad de atravesar un camino difícil lo llevó a ser una mejor persona. Amablemente este jujeño compartió la historia de Gabriel Maidana, su retoño, cuya existencia se puede considerar un verdadero milagro.

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Las lágrimas en los ojos por una emoción auténtica salieron a la luz desde el alma de un padre que entendió la vida desde una nueva perspectiva gracias a su hijo. Y es que para Esteban Maidana, la sensibilidad de atravesar un camino difícil lo llevó a ser una mejor persona. Amablemente este jujeño compartió la historia de Gabriel Maidana, su retoño, cuya existencia se puede considerar un verdadero milagro.

Desde la niñez y parte de su adolescencia, el joven revelaba sueños de progreso personal con proyección a las fuerzas de seguridad para continuar el camino de su padre. Cuando llegó a la finalización de su ciclo como estudiante de nivel medio, a sus 17 años ocurrió un cambio radical en su vida. "Empecé a notarlo flaco, deprimido y llegó a pesar 45 kilos, se aislaba de sus amigos", inició su relato Esteban Maidana.

Y entonces acudir a un especialista en psicología fue considerado también por Carmen Arce, la madre de Gabriel. El cuadro que presentaba el joven era de una depresión por anorexia, mientras su ánimo no mejoraba ya que al dejar de alimentarse, manifestaba un deterioro progresivo. "Los sedantes lo tenían desconectado de la realidad. No se podía desplazar, no controlaba sus esfínteres y su visión era borrosa. Nos preocupamos más cuando inició con las convulsiones", expresó Maidana. Es así que la consulta a otro médico fue reveladora y estipulaba una tomografía para tener más detalle del cuadro.

De inmediato, se efectuó el estudio y el diagnóstico fue tajante: cáncer cerebral germinal sobre la hipófisis en el hemisferio izquierdo. "Fue devastador para nosotros. Nos dijeron que no había cura y fuimos al doctor Ernesto Castellani. Había que hacer una craneotomía y tratar de sacar el tumor mediante una operación, pero no sabíamos cómo iba a quedar Gabriel que ya estaba a punto de la hidrocefalia porque estaba perdiendo la vista y tenía convulsiones", dijo conmovido.

Entonces se prepararon para una cirugía que duró cinco horas con un pos operatorio de tres meses e internación en terapia intensiva del hospital "Pablo Soria". Durante ese tiempo, el joven permaneció totalmente inmóvil. "Hacía deporte de chico y verlo así postrado, de repente, nos destrozó. A mí se me reventó una úlcera por los nervios ante la situación, así que me internaron por dos semanas también y apenas pude salir, fui a ver a mi hijo", aseguró Maidana. Dentro de los tres meses, el joven estuvo intubado diez días. Y cada hora que pasaba fue un martirio en vida para su familia. "Nos decían que nos vayamos despidiendo", rememoró emocionado.

No obstante, la búsqueda por tratar de aferrarse a una esperanza siempre estuvo latente. Y en todo momento, rezaron en familia por la salud de Gabriel. "Todo el tiempo era pensar que se iba, después veíamos que no reaccionaba. Estaba con sonda, como vegetal". Sin embargo, la ayuda en el principio de su rehabilitación, llegaría mediante la movilización de sus brazos y piernas. Guiado por su hermana kinesióloga, Esteban Maidana aprendió a realizar los movimientos para que los huesos y cartílagos de su hijo no se endurecieran. A estas alturas, el joven pesaba 40 kilos porque no podía alimentarse de modo correcto, así que le colocaron un botón gástrico para su nutrición.

Hasta que llegó la radioterapia en un tratamiento de diez sesiones. "Como papá temblaba cada vez que se la hacían", confesó. Es que la radioterapia es un tratamiento contra el cáncer que emplea rayos X de alta potencia para destruir las células cancerosas que quedaron luego de la cirugía. "Al 'quemar' el tumor, temían que le afecte la parte hormonal y seguro tendría que tomar medicamentos de por vida. De no salir bien de la radiación, la segunda opción era la quimioterapia, pero yo lo veía tan flaquito que pensaba que no iba a resistir", explicó preocupado. De manera que Gabriel Maidana permaneció un mes más bajo el cuidado médico del hospital. "Estaba con dudas porque creía que al no tener el control médico, mi hijo no mejoraría. Pero para mi sorpresa, no fue así. En la primera semana de estar en la casa, me dijo: 'Papá'. Para mí fue un milagro y lloré tanto. En ese momento, supe que podía recuperarse", recordó entre lágrimas.

Gracias a la constancia de ejercicios corporales, logró mover los pies y caminar, también alimentarse por sus propios medios, por lo que le retiraron el botón gástrico. "El tumor quedó reducido a un lunar y recuperó el peso. íMi hijo había renacido!", expresó orgulloso. Por otro lado, existen secuelas que tiene que sobrellevar; por ejemplo una leve hemiplejía del lado derecho; y, en cuanto a las convulsiones, son controladas al igual que su dieta por una nutricionista. Debido a que la radioterapia fue realizada en un lugar sensible de su cerebro, le afectó la memoria y sólo recuerda a corto plazo, pero antes de la operación tiene todos sus recuerdos registrados. "Ahora está en nosotros darle una nueva calidad de vida y les digo a los papás que pasan por lo mismo que no dejen de creer, que el milagro está y que se unan en familia, sólo así se sale adelante", dijo. Así es que este joven de 27 años que cumple su onomástico cada 31 de enero, celebra su existir junto a su familia e integrado a un grupo especial donde practica la actividad acuática y el baile adaptado, estableciendo conexiones personales que hoy lo motivan a seguir adelante, con una gran sonrisa.

¿Ángeles?

Cuando se complica una situación de salud, la luz de la esperanza por más pequeña que sea, es importante y es a lo que se aferró la familia de Gabriel Maidana. En el medio del dolor por el transcurso de su internación, aparecieron dos abuelos para visitar al joven. “Al llegar nos dijeron: ‘Vinimos a orar por él’ y me preguntaron si podían ungirlo con aceite. Nos dijeron que Gabriel se iba a mejorar, pero que nosotros como papás debíamos tener fe. Lo que pensé fue que venían a rezar por los enfermos del hospital, pero ni siquiera les pregunté de qué religión eran.

Cuando salí a agradecer, habían desaparecido y tampoco volvieron después. Fue algo tan único. Sentimos que nos tocó un milagro”, expresó Esteban Maidana, aún asombrado ante la posibilidad de que fueran ángeles. “Le pedí a Dios que no se lo llevara. Esta situación como familia nos unió más”, aseguró este papá que ahora mira la vida con ojos de amor y con fortaleza de hierro.