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El sádico juego sexual de las gladiadoras que volvía locos a los romanos

Existieron también mujeres gladiadoras, de clase alta y baja, que se retaron en la arena

Miércoles, 07 de junio de 2023 19:47

Era uno de los eventos más populares en la antigua Roma. Los luchadores que se jugaban la vida en los anfiteatros reunían a miles de espectadores. No tenían miedo, se lanzaban a la arena dispuestos a mirar de frente a la muerte y proclamarse como vencedores. Pero no fueron los únicos. Aunque mayoritariamente eran hombres quienes combatían, existieron también mujeres gladiadoras. Féminas de clase alta y baja se retaron en la arena.

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Era uno de los eventos más populares en la antigua Roma. Los luchadores que se jugaban la vida en los anfiteatros reunían a miles de espectadores. No tenían miedo, se lanzaban a la arena dispuestos a mirar de frente a la muerte y proclamarse como vencedores. Pero no fueron los únicos. Aunque mayoritariamente eran hombres quienes combatían, existieron también mujeres gladiadoras. Féminas de clase alta y baja se retaron en la arena.

Apenas existen fuentes documentales que las citen, pero todo apunta a que las mujeres también protagonizaron esas batallas. En el British Museum de Londres un relieve de mármol que se encontró en Halicarnaso, en la costa suroccidental de la actual Turquía, datado a mediados del siglo II, representa un combate entre dos gladiadoras, Achilia y Amazona.

Precisamente este relieve le sirvió de inspiración a Juan Tranche para escribir su novela Gladiadoras. El duelo de la eternidad. En su anterior libro, Spiculos, en el que narra la historia de dos gladiadores, dedicó un capítulo para hablar de las luchadoras, pero desde entonces ha deseado consagrarles un libro entero. Ahora, en su nueva novela histórica, viaja en el tiempo al siglo II d. C. y aborda por primera vez el tema de las mujeres gladiadoras, apenas tratado en la literatura.

Tranche cuenta la historia de Helena y las hermanas Valeria y Domicia, tres jóvenes romanas procedentes de mundos muy distintos: una esclava y las otras nobles. Cuando el emperador Adriano se enamora del esclavo Antinoo, el gran amor de Helena, la joven se ve obligada a convertirse en la mejor gladiadora de todos los tiempos, algo nunca visto para los romanos, y ficciona la batalla de las gladiadoras que aparecen en el relieve que llevó a Tranche a escribir esta novela.

«Todo parece indicar que la vida de las gladiadoras no era muy diferente a la que tenían los hombres», expone Juan Tranche en una entrevista con El Independiente. Como cuenta el especialista en la Antigua Roma, para los romanos, ser forzado a convertirse en gladiador era deshonroso y a nadie le entraba en la cabeza que uno quisiera dedicarse a ello por voluntad propia. Muchos eran esclavos que habían sido condenados a morir en la arena.

Los hombres entrenaban en un ludus o escuela de gladiadores y, como cuenta Tranche, se entiende que «las mujeres también entrenaban ahí». Léntulo Batiato fue un famoso lanista, es decir, el dueño del ludus. Pero también tenemos referencias de dos mujeres que fueron lanistas, Flavia y Lycia, de las cuales se hace eco en la novela.

Por aquella época, las mujeres tenían unas u otras obligaciones dependiendo de la clase social a la que pertenecían. Se diferenciaban en dos muy marcadas. Por un lado, la fémina, una mujer libre de clase social alta cuyo comportamiento, sobre todo en época de Augusto, debía ser ejemplar y no podían poner en riesgo la buena honra de la familia. Por otro lado, se encontraba la mulier, una mujer de clase baja que generalmente era esclava. Por debajo de ellas se encontraban las infames, aquellas que de alguna manera dedicaban su cuerpo para dar placer al pueblo de Roma, como las gladiadoras, actrices o prostitutas.

Como cuenta Tranche, a los romanos les traía sin cuidado lo que hacía una mulier, les daba igual que estas fueran gladiadoras, lo que les preocupaba era lo que hacía una fémina.

Llegó un punto en el que los espectadores se aburrían y consideraban todas las batallas iguales. Por eso, algunos editores (los patrocinadores de los juegos) comenzaron a organizar combates entre gladiadoras, considerado algo original y exótico.

Divertimento sexual

Y es que, aunque no están claros los motivos, todo apunta a que la lucha de las mujeres en la arena tenía una connotación sexual para los espectadores. «Era un divertimento sexual», corrobora el escritor. Prueba de ello es una lucerna hallada en Arles (Francia) donde puede verse a un hombre practicando sexo con una mujer vestida como gladiadora.

«También sabemos que esa comunión entre la vida y la muerte en un anfiteatro creaba en los romanos una gran excitación sexual. De hecho, al salir de las gradas había prostitutas, que se llamaban fornices y que es de donde viene nuestra palabra fornicar, para cumplir su deseo sexual» explica Tranche.

«Seguramente en un principio empezó con ese halo sexual alrededor de ellas, pero poco a poco fueron respetándose un poco más. Prueba de ello es ese relieve que tenemos de dos mujeres combatiendo. No hay otra pieza de mármol para homenajear un combate entre hombres. Por tanto, le dieron la importancia que ellas se merecían en el combate», explica el escritor.

¿Sin casco y semidesnudas?

Una de las grandes preguntas que envuelve a las gladiadoras es si estas competían sin casco. En el relieve que aparecen Achilia y Amazona y en el que se inspiró el escritor para escribir el libro, abajo, a ambos lados, se ven dos piezas redondas que, como indica el autor, podrían ser los cascos de las luchadoras.

Algunos historiadores dicen que eso significa que luchaban sin casco; otros, en cambio, consideran que era para mostrar en el relieve que eran mujeres aunque su nombre aparece debajo. Para Tranche, «luchaban con casco porque ese tipo de gladiador con el que luchaban, el provocator, era un tipo de lucha muy agresiva y el combate hubiera durado muy poco si estuvieran con el rostro despejado».

Otra de las teorías es que competían semidesnudas. «Es probable que lo hicieran por la connotación sexual, pero como además los hombres luchaban con el pecho descubierto, ellas lo hacían de la misma manera», cuenta. Pero lo que está claro es que era «imposible que una fémina saliera en un anfiteatro con el pecho descubierto» porque esas mujeres debían mantener la buena imagen de su familia.

«En el relieve no se aprecia muy bien y hay muy poca información al respecto, así que el debate está abierto. Hay quien dice que luchaban con el pecho descubierto y otros que no», zanja el escritor. 

Lo que está claro es que las mujeres querían ser gladiadoras. Así lo demuestran las prohibiciones que impusieron a lo largo de los años para evitar que las mujeres, sobre todo las de clase alta, lucharan en la arena.

Muchas lo hacían para evitar los matrimonios no deseados. «Ningún hombre quería casarse con una mujer que se enfrentara a la arena», explica Tranche. «En la época de Augusto, que era un gran defensor de las costumbres romanas, no le gustaba que las mujeres de clase social libre hicieran cosas que no les correspondían. Por ello, lo primero que hizo fue apartarlas de las zonas del anfiteatro donde mejor se veía el espectáculo y relegarlas arriba del todo con intención de que no acudieran», explica.

Precisamente en el año 11 d. C. Augusto prohibe que «las mujeres libres, es decir, las de clase alta, menores de 20 años puedan pisar la arena». Ocho años más tarde, en el 19, en época de Tiberio, se añade otro veto a esta prohibición. Por tanto, la práctica debía de ser habitual. En este caso, se les prohibía a las hijas, nietas o bisnietas de senadores ser gladiadoras. Que hubiera tantas prohibiciones demuestra para Tranche que las mujeres sentían «pasión o una especie de llamada para ir a la arena».

Aunque en la época en la que más citas hay sobre las mujeres conquistando los anfiteatros es a partir de la inauguración del Coliseo. «El propio Marcial nos habla de que hubo mujeres en la arena, sobre todo en época de Nerón», cuenta.