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Homenaje agostino a la Reina Tierra

Martes, 01 de agosto de 2023 00:55

Esta mañana me desperté y Viracocha extendía sus nacientes dorados, desde las elevadas colinas del este, por un límpido cielo sin extractos matinales, hacia el amplio valle donde se abrazan el Xibi Xibi plateado y el grande portentoso del verano, que achica su caudal con la llegada de los fríos invernales. Me pregunto desde mi mirador urbano, sí un día no saliera desde el este a calentarnos las manos y los cuerpos y nos diera su energía, como desde hace millones de años, ¿qué sería de nosotros, puntitos insignificantes de la tierra, y de todos los seres vivientes? ¿qué sería?

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Esta mañana me desperté y Viracocha extendía sus nacientes dorados, desde las elevadas colinas del este, por un límpido cielo sin extractos matinales, hacia el amplio valle donde se abrazan el Xibi Xibi plateado y el grande portentoso del verano, que achica su caudal con la llegada de los fríos invernales. Me pregunto desde mi mirador urbano, sí un día no saliera desde el este a calentarnos las manos y los cuerpos y nos diera su energía, como desde hace millones de años, ¿qué sería de nosotros, puntitos insignificantes de la tierra, y de todos los seres vivientes? ¿qué sería?

Por eso debemos comprender, el despertar del infaltable Wuiracocha y su dual, nuestra alegre Pachamama. También para entender mejor esta semblanza de nuestro despertador diario, podemos recurrir al investigador e historiador, Antonio Paleari, que en sus “Dioses Andinos” nos dice que a Wuiracocha o Pachacámac, “también se lo llama Illa Ticce”. “Es el que anima al mundo”, principio y fin de todas las cosas; el que da vida y también la quitaà” En Perú, en el periodo preincaico, se había construido uno de los templos más bellos, dedicados a él y donde hoy sólo encontraremos ruinas, puesto que, por orden de Francisco Pizarro, en 1533 fue destruido.

Esta deidad símbolo del sol (Inti), “con el cual algunos historiadores hacen una sola entidad mítica y mística” y unen a la Pachamama, siendo ambos elementos, de creación y reproducción. También debemos considerar con Paleari que: “Un sin fin de versiones caracterizan a la Pachamama, pero es posible reunirlas en dos grandes corrientes; una, que le atribuye individualidad unipersonal. Diosa mayor, Madre existente; la otra, muy conocida entre los indígenas del altiplano boliviano dice que no se trata de un solo ser, sino de millares de ellos. Su aspecto es el de pequeños duendes que viven en parejas, hombre y mujer, y residen en los terrenos de cultivo a los que hacen producir abundantemente o no, de acuerdo a las ofrendas recibidas. En ambos casos es de temple contradictorio. Así como premia, castiga si el humor cambia.”

Otro concepto importante que debemos saber sobre el tema de las ofrendas, en “Revelaciones de la Pachamama” del profesor Wanka Willka, dice: “La Pachamama, es una energía superior cosmogónica, no come, no deglute, no depende del consumo de alimentos para vigorizarse y continuar mostrando presencia; por eso, en la ceremonia no le ofrecemos comida preparada que el organismo humano si deglute y siempre necesita comer para continuar viviendo.” Como vemos, por el contacto habitual que tenemos con estas “dos deidades”, el Sol y la Tierra, desde tiempos inmemoriales, como habitantes de esta parte del planeta tierra, de ahí nuestro nombre de terráqueos, y hoy habitantes de ciudades, poblados y barrios urbanizados, les realizamos nuestros homenajes y recogimientos.

Tratando de reconocer y mostrar a nuestra Pachamama, con todo aquello que consideramos de valor y con un criterio personal, y sin querer ofender a nadie; adherimos, como aquellos primeros cultivadores de hace miles de años, o de los humildes arrieros y pastores de nuestras quebradas, serranías y punas, que se inclinan ante una apacheta y ponen una piedra, y un cigarro o unas hojitas de coca, con una plegaria y un deseo de gracias, como bien escribe el poeta Domingo Zerpa, en su íJuira juira!:à “íJuira Juira! De repente, sobre el abra, / se arrodilla el caminante ante un mojón, / balbuceando quedamente estas palabras, / esta súplica bañada en emoción: // - íPachamama, santa tierra, Pachamama / de la Puna: io te juro ser tu esclavo, / si es que suben mis burritos y mis llamas / sin cansarse ni gotita, el cerro bravo! // íPachamama! Es todo el grito de una raza / que se extingue poco a poco en las colinas, / mientras queda sólo el eco del que pasa / con la eterna voz del Inca: íJuira juira! íJuira juira! En otra parte dice en los “Diosesà”, Antonio Paleari: “En el noroeste argentino, la gente de la montaña que profesa intensamente la fe católica, continúa venerando a la Pachamama, como siglos atrás lo hacían sus ascendientes. Muchas son las ceremonias en su honor en distintas oportunidades: cuando comienza la siembra y cuando se inicia la cosecha, en las marcadas y también antes de comer.

El primer día de carnaval y el último, tienen sus rituales insoslayables y si alguien perdió su espíritu, anda triste y abatido, también están las oraciones y los quehaceres en homenaje a la Pachamama para recobrarlo.” Finalmente, como un acto de profunda reflexión, debemos mirar a nuestra Madre Tierra como el lugar común que nos contiene, a todos los seres vivientes de este planeta del sistema solar. Debemos tratar de protegerla de las acciones destructivas de la inteligencia humana, de todos aquellos elementos que alteran su eco sistema, produciendo los cambios climáticos, enormes incendios y grandes inundaciones. Comprender la enseñanza más simple de la sabiduría antigua: “hay que comer los huevos, no a la gallina que los produce”. Para despedirnos dos coplitas de “El Agosto” del poeta tilcareño, Joaquín Burgos: “Pa’ la Pachamama, / que acabe la peste; / que se lleve penas /y nos traiga suerte. // Multiplico muchos / y harta cosecha /pa’ los menesteres / de la vida nuejtra.”