Los bergoglemas del papa Francisco
A pocos días de cumplir dos años como papa, Francisco ha enviado una carta a la Facultad de Teología de Buenos Aires, con motivo de su centenario. En ella aparecen nítidas algunas de las ideas centrales que caracterizan su pensamiento. Las expresa con giros que algunos llaman "bergoglismos".Como docente y como pastor Jorge Bergoglio ha ido formulando síntesis de reflexión con recurso a refranes, términos del lunfardo y con neologismos propios. En un estilo particular y directo busca dejar no sólo ideas, sino también una imagen que haga cercano y fácil de recordar el mensaje.
Muy significativa la invitación a no ser "teólogos de museo" ni "balconeros de la historia". Dos imágenes de un modelo de estudioso de los asuntos divinos, que está inmerso en las vicisitudes del común de los mortales en cada día. Especialmente, de los más pobres. Es también gráfica la propuesta a desarrollar una "teología de frontera". "Esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa". "Debemos guardarnos de una teología que se agota en la disputa académica o que contempla la humanidad desde un castillo de cristal".
Siempre ha sido una característica del jesuita y del obispo Bergoglio la ocupación de acompañar los procesos culturales y sociales, especialmente las transiciones difíciles. Nunca ha rehuido los conflictos: no sólo de los que experimentamos dentro de la Iglesia, sino de los que afectan al mundo.
La figura de la Iglesia de este tiempo como un "hospital de campaña" nos dice claramente el desafío a descubrir los heridos, mutilados y descartados que el mundo con toda normalidad produce cada día. También a hacernos cargo de esos dañados material, psicológica y espiritualmente, para ayudarlos a recuperar la imagen de Dios que el Creador ha puesto en ellos.
Esa es la mirada de la misericordia, es decir de un corazón que no permanece impávido ante esas llagas de los sistemas, sino que se mueve porque descubre desde el interior la responsabilidad por el hermano.
"Comprender la teología es comprender a Dios, que es Amor", dice Francisco. Por ello la palabra y la acción de la Iglesia no son en primer lugar ni en definitiva de condena, sino de acogida y puesta en luz de lo bueno y valioso de cada persona. Sólo allí emerge la grandeza y la dignidad de cada hombre, y el proyecto divino al que es invitado ("dejate misericordiar") y acompañado.
Son recurrentes en la reflexión de Francisco los términos pueblo, historia, pobres. Se trata de una mirada que descubre la actuación de Dios entre los hombres. La historia es un movimiento con sentido. Su actor junto con Dios es el pueblo, como unidad de vínculos humanos. En él son los pobres los más representativos, porque en su indigencia viven más de lo común y porque son los preferidos de Dios. Para Francisco se trata de una certeza no sólo madurada en la meditación y el apostolado, sino en la reflexión sobre la pastoral y la vida política. El padre y obispo Bergoglio siempre se ha mezclado en la acción política. No como un militante partidario, sino como un pastor cercano a los hombres que se juegan por lo público. Su palabra y su acompañamiento le han traído no pocos dolores de cabeza. Como sigue ocurriendo ahora que es papa. Desde esa experiencia dice que prefiere una Iglesia accidentada por haber salido a la calle y no una que se enferma por su aislacionismo.
La reflexión sobre los dinamismos religiosos y políticos la ha sintetizado en su Exhortación Apostólica "Evangelii Gaudium". Allí ha propuesto cuatro principios, síntesis propia de doctrina social cristiana y de experiencia histórica. Algunos analistas los han llamado los cuatro bergoglemas.
1. El tiempo es superior al espacio
La gran tentación del que accedió a un puesto de mando o de importancia social es creerse que eso va a durar a largo, o que será sin término. En cambio, inexorablemente, el espacio se va achicando con el paso del tiempo, hasta que ya no está más. La tentación del que lucha por el bien y la justicia es querer conseguir los objetivos a prisa, como si fuera enseguida o nunca. Así se producen las violencias y se malogran las metas. La sabiduría está en iniciar los procesos, en resistir las dificultades y mantener los objetivos sin caer en los mismos defectos que se quieren superar.
Más que los espacios de poder de personas o grupos, la garantía en los procesos sociales reside en que sean apropiados por el pueblo. Éste es el sujeto histórico anónimo y con continuidad a través del tiempo. A su servicio hay que poner los espacios de poder social.
2. La unidad prevalece sobre el con flicto
Los conflictos son siempre una lesión en el tejido humano. Como el organismo biológico, la sociedad busca curarse, busca la paz. La sabiduría no consiste en avivar los conflictos ni en desconocerlos, sino en hacerse cargo de ellos y trabajar pacientemente por un modelo de paz que reconozca y supere, en la unidad plural, la diversidad que generó el conflicto.
3. La realidad, más importante que la idea
La realidad simplemente es, la idea se elabora. Existe la tentación de vivir de palabras y de ideologías o utopías. Cuando se desgajan de la realidad de la vida común del pueblo, estas construcciones se tornan violentas y generan ilusiones que llevan al desencanto. El pueblo sencillo tiene la sabiduría de la inmediatez de la responsabilidad de la vida. La palabra del Evangelio no la suplanta, sino que le da su raíz y su proyección definitiva.
4. El todo es superior a la parte
En la tensión entre lo particular y la homogeneización del discurso único y la globalidad, Francisco propone la autenticidad de la propia identidad, pero siempre abierta y vinculada al horizonte de la totalidad. La figura no es la del círculo cerrado, sino la del poliedro: con muchas aristas que se conectan y sostienen entre sí.
Los cuatro bergoglemas exponen el pensamiento del papa Francisco en su estilo holístico, de conjunción de teología y experiencia histórica. En su originalidad, en su vigor y en su profundidad sigue dándonos qué pensar y en qué inspirar la acción.