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Hoy es un día especial en nuestras vidas: es el Día del Padre y pasaron dos años desde la desaparición física del que fue nuestro Nicolás Heredia. A la distancia, sabemos que es el destino trazado y que las heridas van cerrando, pero se sigue evocando con amor esa mezcla de profunda sabiduría y romántica alegría, con la incorregible picardía que era tan peculiar en él. Hoy, nosotros, sus hijos ya somos padres y sabemos que vivió al límite y apasionadamente, siempre con una curiosa adrenalina que lo hacía especial y algunas veces era para nosotros un ser exótico y de una vida turbulenta y vivida a toda velocidad.
Vivió como quiso, siendo un revolucionario, inquieto y sublevado de la vida. Supo que era un desobediente de todo lo tradicional, pero así le gustaba vivir. Transitó y amó los medios de comunicación, haciendo un verdadero culto de la amistad y del trabajo. Veneró su actividad y exaltó principalmente su fuente de vida que fue el diario El Tribuno y en esos parques debe seguir sobrevolando su espíritu jovial y satisfecho del deber cumplido. Nicolás Heredia, nuestro papi (como lo llamábamos y como lo seguimos recordando) murió en el tiempo, pero nació en la eternidad. Con el transcurrir de estos dos años, seguimos ennobleciendo el propósito en nuestras vidas y sabemos que el mejor y más grande tributo que podemos hacerle, es ser buenas personas y honrar su apellido y nuestras vidas, transmitiendo esto a nuestros hijos que serán mañana personas de bien.