PUBLICIDAD

¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
25°
17 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Sexo en el trabajo

Domingo, 02 de junio de 2013 12:00
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Hay temas que deben debatirse con seriedad. El sexo, precisamente, no es uno de ellos. Encarar esta temática implica un riesgo ya que la sociedad lleva siglos convirtiéndola en una cuestión “tabú”. A nadie escandaliza que se hable de comer, beber, dormir o descansar, que son situaciones naturales del ser humano; tan naturales como el sexo. A tanto llega nuestra pacatería que ni siquiera tenemos un verbo socialmente correcto para hablar del acto sexual.

De las horas en que los humanos permanecemos despiertos, la mayor parte las pasamos en nuestros lugares de trabajo. Este hecho ya lo convierte en un caldo de cultivo fértil para que las relaciones con jefes y compañeros se vayan profundizando. Relaciones laborales, relaciones comerciales, relaciones de amistad, relaciones siempre... El erotismo del poder, la cercanía física, la clandestinidad, etc., brindan otros brebajes a este cóctel explosivo. Los intereses personales pueden ser un factor no desdeñable para incentivar el sexo clandestino; aunque la diferencia entre un ascenso y un despido estará muchas veces determinada por la posición que se ocupe (en la empresa, se entiende).

Algunas actividades se prestan con mayor facilidad a estas situaciones: es el caso de las guardias hospitalarias. De acuerdo a estudios realizados al respecto, son muchos los factores que favorecerían los encuentros amorosos licenciosos (y no siempre silenciosos).

Camas, camillas y amplios sillones a disposición del personal sanitario, la camaradería, el desprejuicio ante el desnudo, la ausencia de control, sumado a la soledad que viven en los horarios nocturnos, serían algunos de los factores.

Pero aun en los lugares más expuestos se dan estas situaciones, hasta en un despacho presidencial puede ocurrir este chispazo entre los dos (o tres) sexos. Para muestra basta un botón o un salón oval, como en el que retozaron apasionadamente el presidente Bill Clinton y su becaria Mónica Lewinsky.

Informe Kinsey

Hace 60 años, Alfred Kinsey dejó atónita a la sociedad norteamericana al dar a conocer una recopilación de estadísticas que reflejaban los modelos de la conducta sexual en Estados Unidos desde 1938 hasta 1952. Su trabajo fue realizado mediante entrevistas de interrogatorio directo y abrió las puertas para la investigación de la respuesta sexual humana que, posteriormente, realizaron Masters y Johnson. El trabajo de Kinsey ayudo a desterrar mitos y evidenció que conductas que hasta entonces la mayoría consideraban marginales, o incluso inmorales, eran practicadas por un porcentaje considerable de la población, como fue el caso de la masturbación tanto femenina como masculina, la homosexualidad y bisexualidad o la temprana edad de iniciación sexual. En el informe Kinsey se observaron grandes diferencias entre el comportamiento deseable exigido socialmente y el comportamiento real. ¿Ocurrirá hoy en Argentina algo similar? Según datos que surgen de una encuesta realizada por el diario Perfil, que vía mail entrevistó a más de 1.500 hombres y mujeres de entre 18 y 50 años, se confirmó que nueve de cada diez reconocieron haber tenido sexo con compañeros de trabajo. La totalidad de los entrevistados aceptó que coquetean en el ambiente laborar porque es “estimulante, divertido y absolutamente inofensivo”.

Tanto el informe Kinsey, en su momento, como, obviamente, la encuesta de Perfil, fueron cuestionados por su falta de rigor científico. Pero son, incuestionablemente, puntas del ovillo para ir desenmarañando la madeja; índices elocuentes de la dicotomía de comportamientos sociales.

Sexo y disciplina laboral

No se le ocurra buscar en internet “sexo y disciplina”, porque no nos vamos a entender (aunque usted se va divertir). Acá estamos hablando de la actitud que debe adoptar la organización empresaria ante hechos de esta naturaleza.

Nos hagamos las siguientes preguntas: ¿se puede despedir a alguien por comer en el trabajo? No. A menos que uno haya encargado una parrillada para comer mientras atiende la computadora o que esté comiendo un sanguchito... mientras lleva a cabo una intervención quirúrgica. ¿Se puede despedir a alguien por dormir en el trabajo? Seguramente sí, agravado si ronca. ¿Beber o drogarse en horas de trabajo? Es obvia la respuesta positiva. ¿Tener sexo en el trabajo? También obvio, salvo que trabaje en la zona roja de Hamburgo, donde pagan por hacerlo. Pero, ¿qué es lo que se está sancionando? Obscenidades o falta de decoro, parecería que no, ya que se supone que “nadie los ve” (salvo el metido que va y los sorprende). El “hurto de tareas” tampoco, porque podría ser realizado en descansos.

No hay jurisprudencia, ni doctrina que nos oriente. A duras penas hemos encontrado un fallo del Tribunal Constitucional español que declara fundada la demanda de una cadete de una escuela militar que fue expulsada de la misma por mantener una relación amorosa con otro cadete. En la sentencia referida, el Tribunal Constitucional destacó que las relaciones amorosas se encuentran bajo el ámbito del libre desarrollo de la personalidad, reconocida en la Constitución española, y que las mismas no se pueden prohibir o sancionar bajo la justificación del mantenimiento de la disciplina y de la moral. Un glosador del fallo señala que dicho razonamiento se puede trasladar fácilmente a una empresa, cuya organización laboral se basa en el ejercicio del poder de dirección del empleador, por lo que cualquier prohibición de las relaciones amorosas en el centro de trabajo o sanción por mantener una podría ser cuestionada en un proceso de amparo.

Hay empresas que prohíben la mera exteriorización de relaciones sentimentales entre integrantes de la empresa alegando que ello repercute negativamente en la disciplina y en la producción del establecimiento. Si bien el empleador puede establecer reglas, siempre que no afecten la honra, dignidad ni vida privada de los trabajadores, entendemos que -en este caso- se estaría vulnerando el derecho a la intimidad de los trabajadores. La disciplina deberá aplicarse cuando se constate la disminución de la producción o la afectación negativa del ambiente de trabajo, pero no actuar a priori sobre actitudes que muchas veces benefician a la empresa. De hecho, hay estudios que dicen que el sexo en el trabajo favorece la productividad.

A diferencia del informe Kinsey, no se puede discutir que esa investigación fue realizada por verdaderos expertos en la materia: periodistas de la revista Playboy.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD