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Laberintos humanos. El cuento y el sueño
Carla Cruz se había sentado bajo el molle, pero en su teléfono celular el Abuelo Virtual le advirtió que no se durmiera, y si se quedaba dormida debía insultar al molle al despertar. Esa idea le causó gracia, y entonces le pidió al Abuelo que le contara un cuento de naranjos.
La voz metálica le habló de esas ramas donde las naranjas pendían tan dulces que parecían querer caerse, y Carla Cruz pensó en cómo era eso de que lo rico y lo dulce siempre llevaban a la perdición. Como si la escuchara, el Abuelo Virtual la dijo que lo que tienta es lo que atrae. Nadie se pierde para andar sobre espinas.
Una vez una niña vio a media peña un naranjo de frutas bien maduras, siguió el cuento, y parecían ser tan dulces que la niña no dudó en querer tomarlas. Recordaba ese villancico que cantaban frente al pesebre, aquel en que el Niño llegaba junto a un naranjo en brazos de la Virgen, tomaba una fruta y de la rama brotaban tres.
Pero cuando la niña extendió su brazo para arrancarlo, sintió que la naranja en su mano se volvía blanda como un cachete, y que la fruta tenía dientes que la mordían y no la soltaban. La niña comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero entonces fue que Carla Cruz se quedó dormida y soñó ser ella la niña a quien la naranja le mordía la mano.
Intentó soltarla pero le fue imposible, y los dientes de la naranja se le hundían en la carne lastimándola, haciendo que las gotas de su sangre cayeran en la tierra enrojeciéndola, y en la mancha de sangre en el suelo se abrió un tajo bajo los pies de Carla Cruz.