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Hoy se cumplen 65 años del día en que la Aviación Naval bombardeó la Plaza de Mayo, en un intento de golpe de Estado contra Juan Domingo Perón que dejó más de 300 muertos, la mayoría de ellos civiles inermes o pobremente armados en defensa de un gobierno que sería finalmente derrocado tres meses más tarde por la llamada Revolución Libertadora.
Impedidas las concentraciones por la pandemia, la Comisión de Familiares de las Víctimas del Bombardeo está convocando a hacer una conmemoración virtual, este 16 de junio a las 12.40; la acción por la memoria consistirá en subir a las redes sociales o al estado del celular imágenes o videos del bombardeo.
Víctimas salteñas: ese día en Plaza de Mayo murieron tras salteños: las maestras Pilar Isabel Amezua y Sara Bun Castellani, y el granadero de Metán, Mario Benito Díaz.
La oportunidad
Quienes complotaban contra el gobierno, entre ellos el contralmirante Toranzo Calderón, consideraron que el 16 de junio era el día ideal para asestar un golpe definitivo a Perón. El plan era sencillo: los aviones navales aprovecharían el desfile aéreo de la aeronáutica para confundirse en vuelo, bombardear la Casa Rosada y el Ministerio de Guerra y tratar de matar a Perón.
Operativo cívico-militar
En ese plan, las tropas del Batallón de Infantería de Marina 4, al mando del vicealmirante Benjamín Gargiulo, avanzarían desde el Puerto de Buenos Aires hasta la Casa Rosada para tomarla. Lo harían con el apoyo de civiles armados ubicados disimuladamente en Plaza de Mayo. Estos civiles tendrían tres misiones: tomar Radio Mitre, la central de Teléfonos del Estado e irradiar una proclama revolucionaria redactada por Miguel Angel Zavala Ortiz.
Y en el transcurso de los hechos, los alzados calculaban que iban a recibir apoyo de otros sectores civiles y militares.
El ataque
El 16 de junio a la mañana, el vicealmirante Gargiulo arengó a sus soldados del Batallón de Infantería de Marina 4. Les pidió que “actuaran por la Patria y por su comandante” y los despachó hacia la Casa Rosada. No bien hicieron unos cuantos pasos los milicos recibieron la orden de recular. Es que los aviones de la Marina de la base de Punta Indio no podían despegar por la niebla, postergándose el operativo hasta que haya mejor visibilidad.
A su vez, la falta de coordinación hizo que la Flota de Mar tampoco pudiera zarpar desde Puerto Belgrano.
Obvio, todos estos movimientos alertaron al Gobierno y a las 8 de la mañana Perón estaba al tanto de todo. Por consejo del ministro de Guerra, general Franklin Lucero, el presidente abandonó la Casa Rosada y se trasladó a la sede de aquel ministerio.
Bombardeo y metralla
Pasado el mediodía, más justamente a las 12.40, una escuadra de treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra que había estado sobrevolando Buenos Aires, inició los bombardeos y metrallas sobre Plaza de Mayo. El sorpresivo ataque hizo que bombas y balas cayeran sobre una población desprevenida e inocente que realizaba sus actividades cotidianas por ser un día hábil. Las primeras víctimas fueron los ocupantes de un trolebús que marchaba repleto de gente. Una bomba cayó de lleno sobre él y mató a todos sus ocupantes.
Como la Base Aérea de Morón, leal al Gobierno, cayó por breve tiempo en manos de los rebeldes, éstos tomaron cuatro Gloster Meteors y continuaron ametrallando Plaza de Mayo hasta las 5.20 de la tarde. Cuando uno de los pilotos agotó sus bombas, soltó el tanque de combustible para usarlo a modo de una bomba de napalm. El recipiente cayó en la playa de estacionamiento de la Casa Rosada incendiando varios automóviles.
Se calcula que se arrojaron 13,8 toneladas de bombas y miles de balas 7,62 y 20 mm. Murieron más de 350 personas y más de 700 resultaron heridas.
Además, como los rebeldes no consiguieron bombas de alto poder, echaron mano a las de fragmentación de 50 kilos de trotil, causando cientos de víctimas y grandes daños.
Bombardeos históricos
El bombardeo del 16 de junio de 1955 fue el cuarto que soportó Buenos Aires. Primero fue en las Invasiones inglesas de 1806 y 1807; el segundo en el Combate de Los Pozos de 1826, y el tercero, en la Revolución del Parque de 1890.
En el prologo del libro, el fallecido Eduardo Luis Duhalde consideró el bombardeo a la Plaza de Mayo como "un acto de terrorismo con pocos antecedentes en la historia mundial". "No hay antecedentes de que miembros de las fuerzas armadas de un país, con la connivencia de sectores políticos y eclesiásticos, descargaran sus bombas y ametrallaran a la pacífica población civil, como forma de implantar el terror y el escarmiento para lograr la toma del poder", indicó sobre el ataque.