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La idea de esta nota es reflexionar sobre esta crisis que estamos viviendo, las probables medidas que deberán instrumentarse y algunas comparaciones con lo que fue la crisis del 2002 que a pesar de que los años llevan los mismos números (2002- 2020) las problemáticas son distintas, recordando con nostalgia el posterior crecimiento de la economía a tasas chinas en nuestro país.
La crisis del 2002 se inicia a partir de que Brasil en 1999 y varios países del mundo devaluaron significativamente su moneda. El nuestro venía perdiendo competitividad cambiaria, tenía un tipo de cambio fijo con el dólar e inflación en pesos provocando un elevado déficit comercial y serios problemas de competitividad ya que en esa época el precio de la soja era inferior a los 200 dólares la tonelada, además de incrementarse la deuda pública y en el mercado comenzaron a dudar sobre la viabilidad del programa argentino.
La recesión actual comienza en 2018 en un marco de una situación internacional de desconfianza hacia los países emergentes especialmente los que tenían elevados déficits en cuenta corriente (mayores importaciones que exportaciones) y fiscal (mayores gastos que ingresos), Argentina sufre una fuerte salida de capitales acompañada de grandes especulaciones con el tipo de cambio.
En ese escenario debemos agregarle que el 2019 fue un año electoral que agudizó aún más la salida de capitales y la suba de la cotización de la divisa norteamericana; este incremento provocó la caída del salario real, deterioró el consumo y profundizó la recesión. A partir de marzo de este año se agrega un efecto externo que es la pandemia del COVD-19, con las consecuencias nocivas sobre la economía debido a la cuarentena y el aislamiento social para evitar los contagios.
Esta inactividad llevó al cierre y/o quiebre de muchas empresas generadoras de empleos y de riqueza, una verdadera perdida de capital social y humano por la experiencia de los trabajadores.
En columnas anteriores afirmé que es necesario que el gobierno, trabajadores, empresarios y analistas diseñen juntos un plan para iniciar un proceso de reactivación y crecimiento de nuestra economía, ahora quiero compartir con ustedes los parámetros que posibilitaron a Argentina crecer a tasas chinas durante cinco años después de la traumática salida de la convertibilidad en el 2002.
Aquella experiencia
El proceso se inicia bajo la presidencia de Eduardo Duhalde con los ajustes realizados por su ministro Jorge Remes Lenicov, luego se consolida en la presidencia de Néstor Kirchner y su ministro Roberto Lavagna. Este "milagro de crecimiento" fue conocido como "soja y suerte".
Ahora surge la pregunta: ¿podremos lograr algo parecido a lo sucedido en aquella época, para ello analizaré algunos hechos que beneficiaron a la economía del crecimiento y comparándolos con la actualidad?
En aquel momento las tasas de interés en el mundo eran igual a cero, hoy los principales bancos centrales de los países desarrollados dieron señales que permanecerán hasta el 2022 en estos niveles, política monetaria que garantizaría que existirá dinero muy barato que podrá ser utilizado en los mercados emergentes, esto podría ser una oportunidad para Argentina.
Las tasas de interés bajas debilitan al dólar como unidad de valor posibilitando que los comodities vuelvan a ser una opción interesante de inversión; lo vemos actualmente en el precio de la soja cuyas cotizaciones se mantienen estables en U$S330 en las últimas semanas, por ejemplo.
Con estos valores podríamos tener un superávit comercial más que significativo para poder afrontar nuestros compromisos con los tenedores de títulos públicos que actualmente estamos renegociando. Si se llega a un acuerdo razonable con estos tenedores tendríamos que pagar importes muy bajos hasta el año 2023, algo parecido a lo que sucedió en el 2002 y 2008, primero por la declaración de default y segundo por la renegociación de la deuda con quitas agresivas y plazos beneficiosos. Nos queda saber cuál será el acuerdo final con los acreedores o si quedarán bonistas que no acepten y nos lleven nuevamente a juicios que tanto mal terminan haciéndonos.
Obviamente estas comparaciones sirven pero para que se produzca la reactivación y posterior crecimiento de la economía tendremos que cuidar que la inflación y el tipo de cambio no se descarrilen ya que con la gran emisión monetaria corremos ese riesgo.
Existe la visión cercana de una próxima crisis a la salida de la pandemia. Es necesario que todas las medidas que se deberán implementar tiendan a dar certidumbre al comercio, la industria y el comercio exterior; es esencial que el gobierno garantice como prioridad un tipo de cambio fijo para darle estabilidad a las contrataciones que realicen y que se inicie un verdadero proceso de reactivación y crecimiento. A la volatilidad de la cotización habrá que manejarla con un tipo de cambio libre también llamado financiero, ante la gran cantidad de tipos de cambio que nos abruman, pasar a un desdoblamiento cambiario y no seguir como hasta ahora con un mercado único de cambios.
Concretamente lo que estoy proponiendo es salir del mercado único de cambio como el vigente hasta ahora, buscar un tipo de cambio fijo y competitivo para operaciones comerciales que garantice estabilidad en el mediano plazo y dejar libre la cotización de la divisa en un mercado financiero. Así evitaríamos la especulación y empezaríamos a hablar de inversiones, productividad, valor agregado, fuentes de trabajo y crecimiento de la economía con producción y no con especulación, es decir cambiar el paradigma.
Conociendo el deterioro económico y financiero de la provincia de Salta, será necesario elaborar un plan que contemple herramientas para que nuestra provincia pueda impulsar el crecimiento de la actividad privada especialmente de las pequeñas y medianas empresas salteñas.
El desafío está planteado