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El dolor del 1 de mayo

Martes, 02 de mayo de 2023 01:36
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Las malas condiciones laborales de los trabajadores en plena Revolución Industrial contribuyeron al surgimiento del movimiento obrero, que pedía una jornada de ocho horas. Argumentaban que la vida debía tener "ocho horas de trabajo, ocho horas de ocio y ocho horas de descanso".

El sábado 1 de mayo de 1886, en Chicago, 200 000 trabajadores iniciaron la huelga; las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. El día 2, la policía disolvió violentamente una manifestación de más de 50.000 personas y el día 3 se celebraba una concentración, cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los scabs (amarillos) comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos.

El periodista Adolph Fischer, redactor del Arbeiter Zeitung, corrió a su periódico donde redactó una proclama valiente incitando a la rebelión.

Terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el cuatro, en la plaza Haymarket. Con permiso del alcalde Harrison hizo un acto a las 19.30. Los hechos que son conocidos como la revuelta de Haymarket, con 20.000 personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto explosivo estalló entre los policías produciendo un muerto y varios heridos. La policía abrió fuego contra la multitud matando a 38 personas y dejando más de 200 heridos.

Chicago fue declarado en estado de sitio y toque de queda deteniendo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía.

El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, que luego quedaron en ocho. Los juzgados fueron declarados culpables. Tres condenados a prisión y cinco a muerte, ejecutados en la horca. Prisión para Samuel Fielden, inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, cadena perpetua; Oscar Neebe, estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a 15 años de trabajos forzados; Michael Schwab, alemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua. A muerte: George Engel, alemán, 50 años, tipógrafo; Adolph Fischer, alemán, 30 años, periodista; Albert Parsons, estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la mexicana Lucy González Parsons, aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente; August Vincent Theodore Spies, alemán, 31 años, periodista; Louis Lingg, alemán, 22 años, carpintero, para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda.

Las condenas fueron ejecutadas el 11 de noviembre de 1887. José Martí, corresponsal en Chicago de La Nación, de Argentina, lo narró así:

"...salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro... Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: "La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora". Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable..."

Días para honrar esa lucha.

 

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