Enterado por una nota publicada en este matutino, me sorprendió conocer que la Cámara de Diputados de la Provincia está legislando respecto a los alquileres temporarios.
Estos conforman una cantidad de emprendimientos unipersonales que abriendo sus casas, departamentos y fincas al turismo nacional e internacional completan la oferta de alojamientos. Reciben, con singular esfuerzo a los viajeros que prefieren el contacto personal con su anfitrión, procurando no solo el alojamiento indispensable sino también buscando en el diálogo y la cálida recepción el espíritu de la salteñidad. Pero, curiosamente, este sector ha sido totalmente omitido por los legisladores. Suponemos necesario ilustrarse al respecto, conocer cuántos salteños aportan de esta manera al turismo, qué opinan los usuarios y, fundamentalmente, enterarse que en su mayoría se trata de personas que con su único capital aumentan sus ingresos cumpliendo con las obligaciones de seguridad, higiene, confort, y responsabilidad tributaria. Soy uno de ellos. Crisis 2001/2 mediante, perdí una empresa de 30 años dejando a 25 empleados sin trabajo y todo mi capital personal comprometido en una quiebra. A los 57 años quedé sin empresa y, peor, sin trabajo. Solo se salvó mi casa particular gracias a la prudencia de mi esposa por haber insistido, 20 años antes, en inscribirla como bien de familia. El emprendimiento, dos habitaciones que destinamos al alojamiento de turistas compartiendo nuestra casa, fue la ayuda en aquel momento y hoy el complemento de una jubilación mínima. Historias como esta pueden escucharse de labios de muchos colegas.
Señores diputados, han recibido del Senado la media sanción de una ley para la que no se consultó a quienes está dirigida. Eso no es correcto. Peor aún, hace suponer preferencias.