Con mucha angustia y tristeza he leído la nota del periodista Luis A. Borelli en ”Relatos de Salta”, publicado en este diario el 24-09 sobre la historia y situación actual de la Escuela Agrícola. Es ello una clara muestra de la decadencia de la educación en la provincia y en el país en general. Soy vecina de esta institución a la que conocí en épocas de esplendor, cuando contaba entre las filas docentes con prestigiosos profesionales comprometidos con la implementación de esa modalidad. Se podía adquirir allí toda clase de productos de excelente calidad y precios, como verduras, pollos, lechones, conejos, lácteos y dulces. Desde hace un tiempo se ha convertido en una institución vacía, hueca, sin identidad, con personal que, según comentan miembros de esa unidad escolar, muchos de ellos carecen de título docente, lo que no me llama la atención pues en tiempos de gobiernos populistas se hace de la educación un botín de guerra. Como exdocente me comuniqué con un directivo de otra gestión para informarle que un alto número de alumnos deambulaba en horas de clases por los ciber de los alrededores o bien permanecían debajo de alguna arboleda cercana. Por lo visto los directivos que se desempeñaron al frente no estuvieron capacitados para armar un proyecto acorde a los tiempos y al dinero que alguna vez le otorgaron para modernizar el aspecto agroindustrial de esa escuela; tampoco las autoridades actuales se esmeran por cambiar la triste realidad como se puede deducir con sólo ver los campos abandonados y la nula productividad. Es tiempo ya de que la ministra de Educación tome cartas en esta cuestión, designe por concurso a docentes y directivos y les de un plazo perentorio para encarrilar la caótica situación Institucional y, si es necesario, se inicie sumario respectivo ante la irresponsabilidad y violación de deberes incurridos tanto por supervisores como de los encargados de la conducción del establecimiento.
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