Viajo a Tartagal asiduamente y suelo comprar los pasajes con una semana de antelación en la empresa Flechabus. En los últimos tres viajes no pude ocupar el asiento seleccionado porque según los choferes, al momento del viaje “cambió la unidad”, sin previo aviso. En el último viaje de Salta a Tartagal, el bus salió con media hora de demora; al reclamar mi hijo al respecto, recibió una respuesta patoteril, más propia de un violento doméstico que de un chofer de colectivo. Como si fuera poco, en el regreso desde Tartagal hacia Salta, el chofer del colectivo, al momento de subir, me espetó a los gritos que no podía llevar una simple valija de mano. Este maltrato, realizado a la vista de todo el pasaje, importa además una violencia de género evidente: un varón, de importantes dimensiones físicas, le grita a una mujer delante de muchas personas, en ejercicio de su poder como chofer y decisor de quien ingresa y quién no, siendo inútil remarcar que a varones que llevaban bultos más pesados consigo al interior del colectivo, nada les dijo. El ejercicio típico de una conducta que debe modificarse en nuestra sociedad. A más de lo expuesto, una vez dentro de la unidad, la temperatura interior era insoportable: un frío que afecta a cualquier pasajero y que luego, al descender al calor del ambiente natural, impacta de modo negativo en la salud. Nuevamente al ser requerido que se baje la temperatura del aire acondicionado recibí - de mal modo, otra vez - una negativa, con el argumento de que “no se puede”. Tampoco funcionó en este viaje, el reproductor de películas - servicio que está impactado en el coste del pasaje -, y la limpieza de la unidad dejó bastante que desear.
He abonado por un servicio de mala calidad, he sido víctima de violencia de género por parte del personal de Flechabus, y lo hago público a fin de que se arbitren medidas correspondientes para que nadie más sufra lo que he padecido.
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