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Minería y medio ambiente

Domingo, 16 de octubre de 2011 19:30

A fines de 2010 salió publicado un libro de mi autoría que lleva como título “Minería para no mineros: Lecciones básicas sobre minería y medio ambiente” (Ediciones del Bicentenario. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-17-0, 184 págs. Salta). Dicho libro tuvo una muy buena aceptación y varias cámaras, empresas mineras y proveedores lo adoptaron. Entre ellos la Cámara Minera de La Rioja, que me llevó a hacer una presentación en aquella provincia que contó con el acompañamiento del Gobierno. En las distintas conferencias de presentación la pregunta obligada fue el ¿Por qué un libro de minería para no mineros? Simplemente, porque los mineros, los que trabajan en la minería, no lo necesitan puesto que ya saben de qué se trata su actividad y la viven intensamente, a pesar de estar muchas veces en lugares inhóspitos y lejos de sus familias. El minero vive la pasión de la búsqueda de minerales, de su descubrimiento, y -con mucha suerte a favor- la apertura de la mina. De cien prospectos que se exploran, uno tal vez pueda convertirse en un yacimiento económico. Esto quiere decir que el 99% del dinero que se gasta en exploración es en una inversión de riesgo, a pérdida. Pero es precisamente esa inversión la que da una enorme cantidad de trabajo genuino a centenares de empresas de servicios, esto es, proveedores mineros, que abastecen de una gama muy variada de insumos (vehículos, equipos, campamentos, mobiliarios, alimentación, comunicaciones, topografía, vestimenta, herramientas, perforaciones, muestreo, análisis químicos, mantenimiento y un largo etcétera). Todo ello se multiplica exponencialmente cuando la mina comienza a operar. De allí el crecimiento sostenido que van teniendo los proveedores mineros, agrupados en cámaras en distintas provincias argentinas, a medida que las minas se descubren y ponen en marcha a lo largo y ancho del país. Esto representa el impacto no visible de la actividad minera que por cada puesto de trabajo directo genera entre ocho a diez puestos de trabajo indirectos. Ahora bien, el libro está escrito para los no mineros, o sea, para todas aquellas personas que de buena fe quieren conocer sobre este tema sin necesidad de recurrir a los gruesos tratados técnicos sobre la materia. Y está escrito a la manera de lecciones básicas sobre minería, medio ambiente y desarrollo sustentable. Simplemente porque la minería fue la primera actividad productiva moderna que se incorporó al cuidado del medio ambiente. Los geólogos de exploración no tocan una sola piedra si no cuentan antes con el correspondiente permiso, a través del informe de impacto ambiental para la etapa de prospección. Y así sucesivamente con las etapas de exploración y finalmente de explotación, concentración y beneficio de los minerales. Para ello, la ley de protección del medio ambiente para la actividad minera se incorporó al Código Minero, que es uno de los códigos de fondo del país, el cual regula los derechos y obligaciones de todo lo atinente a las sustancias minerales. Bajo este marco jurídico, y recordando siempre que el superficiario es el dueño del suelo, pero que el Estado argentino es el dueño del subsuelo, se pueden llevar adelante las distintas actividades de búsqueda, exploración y explotación de los minerales. Ello significa respetar el medio ambiente en un sentido integral y trabajar en armonía con las demás actividades productivas de una región, sean estás agrícolas, ganaderas, turísticas, petroleras, industriales, vitivinícolas, de aprovechamiento de las aguas u otras, considerando la biodiversidad y la geodiversidad, respetando y respetándose mutuamente entre los diferentes actores sociales. Más aún, por sus características, la minería, al desarrollarse en regiones inhóspitas, montañosas y desiertas, se convierte en un motor para el progreso de zonas postergadas, ya que trae -y atrae- la infraestructura principal y básica de rutas, caminos, tendidos eléctricos y comunicaciones. Muchos de los que lean el libro podrán vislumbrar el abanico de oportunidades que se abre cuando se descubre un yacimiento explotable en su región. Nos hemos preocupado entonces de cubrir aquí el más amplio espectro de temas posibles, aclarando conceptos muchas veces tergiversados en campañas mediáticas e interesadas. Temas que resultan esenciales como los relacionados con las explotaciones a cielo abierto, el uso del cianuro, el turismo, las comunidades, el uranio, la energía nuclear, los minerales, sus aplicaciones y sus propiedades, el ambientalismo, el agua en la minería, el drenaje ácido, las inversiones mineras, los estudios de impactos ambientales, entre muchos otros. Tenemos que tener en cuenta que los minerales bajo tierra, los que no se explotan, no le sirven a nadie, como lo repitieron en su momento desde Humboldt a Perón. La República Argentina, en su vasto territorio, tiene una amplia gama de minerales metalíferos, no metalíferos, nucleares y rocas de aplicación. Tiene, además, un enorme potencial para descubrir nuevos yacimientos minerales. La provincia de San Juan dio el ejemplo con la puesta en marcha de sus yacimientos de Veladero, Gualcamayo, Casposo y, próximamente, el binacional Lama-Pascua. Esa provincia cuyana, mayormente cordillerana, no dispone del trigo, las vacas o la soja de la pampa húmeda. Su economía se transformó favorablemente al aprovechar las riquezas dormidas y guardadas en sus montañas. En igual sentido están evolucionando algunas provincias del Noroeste argentino, de Cuyo y de la Patagonia, donde vastas comarcas de esas regiones no tienen otro potencial económico que no sea el minero. Especialmente la Patagonia, la que fuera llamada “Tierra Maldita” por Darwin, donde un paisaje feraz con vientos intensos esconde, sin embargo, una magnífica geología que, a diferencia de las otras provincias argentinas, se extiende desde los Andes hasta la costa atlántica. En esa geología de rocas viejas, se encuentran encerradas vetas de metales preciosos como las de Cerro Vanguardia, Mina Martha, Manantial Espejo, Navidad, Huevos Verdes, Cerro Negro, La Josefina y Pingino, sin descuidar el carbón de Río Turbio, el hierro de Sierra Grande o el aún no desarrollado depósito de uranio de Cerro Solo, entre otros cientos de proyectos metalíferos y no metalíferos. Una Argentina grande requiere de la puesta en marcha de todas sus fuerzas productivas, de todo su talento profesional, aprovechando racionalmente los recursos naturales del suelo y el subsuelo, y en donde la minería como “madre de industrias”, tiene un rol dominante que cumplir, tal como lo soñaron algunas de nuestras grandes mentes decimonónicas.

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A fines de 2010 salió publicado un libro de mi autoría que lleva como título “Minería para no mineros: Lecciones básicas sobre minería y medio ambiente” (Ediciones del Bicentenario. Mundo Gráfico Salta Editorial, ISBN 978-987-1618-17-0, 184 págs. Salta). Dicho libro tuvo una muy buena aceptación y varias cámaras, empresas mineras y proveedores lo adoptaron. Entre ellos la Cámara Minera de La Rioja, que me llevó a hacer una presentación en aquella provincia que contó con el acompañamiento del Gobierno. En las distintas conferencias de presentación la pregunta obligada fue el ¿Por qué un libro de minería para no mineros? Simplemente, porque los mineros, los que trabajan en la minería, no lo necesitan puesto que ya saben de qué se trata su actividad y la viven intensamente, a pesar de estar muchas veces en lugares inhóspitos y lejos de sus familias. El minero vive la pasión de la búsqueda de minerales, de su descubrimiento, y -con mucha suerte a favor- la apertura de la mina. De cien prospectos que se exploran, uno tal vez pueda convertirse en un yacimiento económico. Esto quiere decir que el 99% del dinero que se gasta en exploración es en una inversión de riesgo, a pérdida. Pero es precisamente esa inversión la que da una enorme cantidad de trabajo genuino a centenares de empresas de servicios, esto es, proveedores mineros, que abastecen de una gama muy variada de insumos (vehículos, equipos, campamentos, mobiliarios, alimentación, comunicaciones, topografía, vestimenta, herramientas, perforaciones, muestreo, análisis químicos, mantenimiento y un largo etcétera). Todo ello se multiplica exponencialmente cuando la mina comienza a operar. De allí el crecimiento sostenido que van teniendo los proveedores mineros, agrupados en cámaras en distintas provincias argentinas, a medida que las minas se descubren y ponen en marcha a lo largo y ancho del país. Esto representa el impacto no visible de la actividad minera que por cada puesto de trabajo directo genera entre ocho a diez puestos de trabajo indirectos. Ahora bien, el libro está escrito para los no mineros, o sea, para todas aquellas personas que de buena fe quieren conocer sobre este tema sin necesidad de recurrir a los gruesos tratados técnicos sobre la materia. Y está escrito a la manera de lecciones básicas sobre minería, medio ambiente y desarrollo sustentable. Simplemente porque la minería fue la primera actividad productiva moderna que se incorporó al cuidado del medio ambiente. Los geólogos de exploración no tocan una sola piedra si no cuentan antes con el correspondiente permiso, a través del informe de impacto ambiental para la etapa de prospección. Y así sucesivamente con las etapas de exploración y finalmente de explotación, concentración y beneficio de los minerales. Para ello, la ley de protección del medio ambiente para la actividad minera se incorporó al Código Minero, que es uno de los códigos de fondo del país, el cual regula los derechos y obligaciones de todo lo atinente a las sustancias minerales. Bajo este marco jurídico, y recordando siempre que el superficiario es el dueño del suelo, pero que el Estado argentino es el dueño del subsuelo, se pueden llevar adelante las distintas actividades de búsqueda, exploración y explotación de los minerales. Ello significa respetar el medio ambiente en un sentido integral y trabajar en armonía con las demás actividades productivas de una región, sean estás agrícolas, ganaderas, turísticas, petroleras, industriales, vitivinícolas, de aprovechamiento de las aguas u otras, considerando la biodiversidad y la geodiversidad, respetando y respetándose mutuamente entre los diferentes actores sociales. Más aún, por sus características, la minería, al desarrollarse en regiones inhóspitas, montañosas y desiertas, se convierte en un motor para el progreso de zonas postergadas, ya que trae -y atrae- la infraestructura principal y básica de rutas, caminos, tendidos eléctricos y comunicaciones. Muchos de los que lean el libro podrán vislumbrar el abanico de oportunidades que se abre cuando se descubre un yacimiento explotable en su región. Nos hemos preocupado entonces de cubrir aquí el más amplio espectro de temas posibles, aclarando conceptos muchas veces tergiversados en campañas mediáticas e interesadas. Temas que resultan esenciales como los relacionados con las explotaciones a cielo abierto, el uso del cianuro, el turismo, las comunidades, el uranio, la energía nuclear, los minerales, sus aplicaciones y sus propiedades, el ambientalismo, el agua en la minería, el drenaje ácido, las inversiones mineras, los estudios de impactos ambientales, entre muchos otros. Tenemos que tener en cuenta que los minerales bajo tierra, los que no se explotan, no le sirven a nadie, como lo repitieron en su momento desde Humboldt a Perón. La República Argentina, en su vasto territorio, tiene una amplia gama de minerales metalíferos, no metalíferos, nucleares y rocas de aplicación. Tiene, además, un enorme potencial para descubrir nuevos yacimientos minerales. La provincia de San Juan dio el ejemplo con la puesta en marcha de sus yacimientos de Veladero, Gualcamayo, Casposo y, próximamente, el binacional Lama-Pascua. Esa provincia cuyana, mayormente cordillerana, no dispone del trigo, las vacas o la soja de la pampa húmeda. Su economía se transformó favorablemente al aprovechar las riquezas dormidas y guardadas en sus montañas. En igual sentido están evolucionando algunas provincias del Noroeste argentino, de Cuyo y de la Patagonia, donde vastas comarcas de esas regiones no tienen otro potencial económico que no sea el minero. Especialmente la Patagonia, la que fuera llamada “Tierra Maldita” por Darwin, donde un paisaje feraz con vientos intensos esconde, sin embargo, una magnífica geología que, a diferencia de las otras provincias argentinas, se extiende desde los Andes hasta la costa atlántica. En esa geología de rocas viejas, se encuentran encerradas vetas de metales preciosos como las de Cerro Vanguardia, Mina Martha, Manantial Espejo, Navidad, Huevos Verdes, Cerro Negro, La Josefina y Pingino, sin descuidar el carbón de Río Turbio, el hierro de Sierra Grande o el aún no desarrollado depósito de uranio de Cerro Solo, entre otros cientos de proyectos metalíferos y no metalíferos. Una Argentina grande requiere de la puesta en marcha de todas sus fuerzas productivas, de todo su talento profesional, aprovechando racionalmente los recursos naturales del suelo y el subsuelo, y en donde la minería como “madre de industrias”, tiene un rol dominante que cumplir, tal como lo soñaron algunas de nuestras grandes mentes decimonónicas.

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