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Cuatro con un mismo destino: la tapicería

Sabado, 19 de noviembre de 2011 17:34

En el aula hay cuatro generaciones de mujeres que intercambian ideas. Preparan la exposición de sus trabajos. La más joven toma la palabra y cuenta: “Me cansé de golpear puertas para conseguir trabajo. Decidí empezar a estudiar algo y vine a tapicería. Tiene mucha salida laboral”.
Karina Aguirre de 18 años, es la mas pequeña de las cuatro mujeres que estaban el aula. “Me encanta. Ya tapicé un juego de sillas, y trabajé fuera de la escuela. Cuando viajé a Corrientes, también tapicé”, aseguró entusiasmada.
Con una de sus compañeras Angélica (45) se puso en sociedad y comenzaron a tapizar trabajos que sus primeros clientes les confiaron.
“Vamos a poner una aviso en el diario que diga que tapizamos, que somos dos mujeres y vamos a poner nuestra foto”, asegura las mujeres entre risas.
Con sus otras compañera contaron a El Tribuno que aprender un oficio está bueno y lo mejor es que a menos de un mes de terminar las clases, todas tienen sus propios clientes.
Nélida (37) agregó que hace poco egresó como profesora de geografía y que a pesar de ya ejercer su profesión no dudó en aprender un oficio.
“Aprovecho para hacer cosas en mi casa y también me encargaron trabajo. Creo que siempre es bueno capacitarse”, dijo Nélida, quien hizo un salto desde el corte y la confección, y la pintura sobre tela a la tapicería. La más adulta de las cuatro es Graciela (57). “Soy ama de casa y vine porque quedé viuda. Había que volver a empezar y ocupar mi tiempo en algo. Esto fue como una terapia”, comentó. A Graciela la terapia le dio buenos frutos porque no sólo tapizó el asiento de la moto de su hijo sino que la esperan en Rosario de la Frontera para hacer unos trabajos.
En la charla Karina, la más joven, dijo que el otro año se vuelve a su provincia natal, Corrientes. “Allá me voy a poner a trabajar, a tapizar y, por qué no, a tener mi propio negocio”, y agregó que sus amigas no entienden cómo es buena para tapizar, si para los libros no. “Mis amigas me miran raro cuando digo que estudio tapicería. Me dicen que tengo que estar en la joda, pero yo les digo, ¿Qué voy hacer para tener mis cosas?, tengo que capacitarme”, sostuvo la joven.
 

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En el aula hay cuatro generaciones de mujeres que intercambian ideas. Preparan la exposición de sus trabajos. La más joven toma la palabra y cuenta: “Me cansé de golpear puertas para conseguir trabajo. Decidí empezar a estudiar algo y vine a tapicería. Tiene mucha salida laboral”.
Karina Aguirre de 18 años, es la mas pequeña de las cuatro mujeres que estaban el aula. “Me encanta. Ya tapicé un juego de sillas, y trabajé fuera de la escuela. Cuando viajé a Corrientes, también tapicé”, aseguró entusiasmada.
Con una de sus compañeras Angélica (45) se puso en sociedad y comenzaron a tapizar trabajos que sus primeros clientes les confiaron.
“Vamos a poner una aviso en el diario que diga que tapizamos, que somos dos mujeres y vamos a poner nuestra foto”, asegura las mujeres entre risas.
Con sus otras compañera contaron a El Tribuno que aprender un oficio está bueno y lo mejor es que a menos de un mes de terminar las clases, todas tienen sus propios clientes.
Nélida (37) agregó que hace poco egresó como profesora de geografía y que a pesar de ya ejercer su profesión no dudó en aprender un oficio.
“Aprovecho para hacer cosas en mi casa y también me encargaron trabajo. Creo que siempre es bueno capacitarse”, dijo Nélida, quien hizo un salto desde el corte y la confección, y la pintura sobre tela a la tapicería. La más adulta de las cuatro es Graciela (57). “Soy ama de casa y vine porque quedé viuda. Había que volver a empezar y ocupar mi tiempo en algo. Esto fue como una terapia”, comentó. A Graciela la terapia le dio buenos frutos porque no sólo tapizó el asiento de la moto de su hijo sino que la esperan en Rosario de la Frontera para hacer unos trabajos.
En la charla Karina, la más joven, dijo que el otro año se vuelve a su provincia natal, Corrientes. “Allá me voy a poner a trabajar, a tapizar y, por qué no, a tener mi propio negocio”, y agregó que sus amigas no entienden cómo es buena para tapizar, si para los libros no. “Mis amigas me miran raro cuando digo que estudio tapicería. Me dicen que tengo que estar en la joda, pero yo les digo, ¿Qué voy hacer para tener mis cosas?, tengo que capacitarme”, sostuvo la joven.
 

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