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A un siglo del debate por la Ley Sáenz Peña

Sabado, 10 de diciembre de 2011 18:46

A fines de 1911, hace cien años, el gobierno de Roque Sáenz Peña envió al Congreso de la Nación el proyecto de ley electoral que, de aprobarse, introduciría en la Argentina el sufragio secreto, obligatorio y universal.

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A fines de 1911, hace cien años, el gobierno de Roque Sáenz Peña envió al Congreso de la Nación el proyecto de ley electoral que, de aprobarse, introduciría en la Argentina el sufragio secreto, obligatorio y universal.

Para defender en el Congreso el proyecto del Partido Autonomista Nacional, el presidente Roque Sáenz Peña confió en un amigo de larga data: el salteño Indalecio Gómez.

Ambos habían sido compañeros de armas en los campos del Perú, en la guerra del Pacífico (Bolivia, Chile y Perú) y ministros plenipotenciarios del presidente Manuel Quintana en Europa. El salteño en Alemania y Austria y Roque Sáenz Peña en Italia.

Y de vuelta al país, los dos continuaron luchando por mejorar la democracia en la Argentina. Y lo que más pregonaban, era que había que restarle poder a la vieja oligarquía que gobernaba al país. Estaban convencidos de que podrían producir un cambio.

Desde octubre de 1910, Roque Sáenz Peña fue presidente de la Argentina e Indalecio Gómez ministro del Interior. Indalecio era delgado y calvo, de ojos claros, pequeños y hundidos, que apenas miraban desde la profundidad orbitaria. Tenía pómulos salientes y bigotes cuidados. Su indumentaria: levita o chaqué oscuro siempre.

Cuando el ministro Indalecio Gómez asistió al Congreso para exponer sobre el nuevo proyecto de ley electoral, se acercó lentamente y casi en silencio hasta la banca reservada para la ocasión. Todos lo observaban. Entonces, de pie todavía, y en un tradicional rasgo de cortesía calchaquí, inclinó la cabeza y su elevado cuerpo ante la presidencia.

La primera aplicación de la ley Sáenz Peña fue en abril de 1912 en Santa Fe y Buenos Aires.

En 1916 permitió que accediera al poder el candidato por la Unión Cívica Radical, Hipólito Yrigoyen

Luego repitió el movimiento hacia los laterales del recinto, imponiendo respeto a la oposición que lo quería vapulear. Al introducirse en la discusión, Indalecio Gómez se empeñó desde un principio en despejar todas las dudas. Quiso que todos se convencieran de que las cosas iban a cambiar, de que el gobierno estaba decidido a no ser más como hasta entonces, el supremo elector. No quiso la “media palabra”, sino que fuera el pueblo el que se pronunciara tan libremente, que prefirió ser tachado de “imprudente”.

El gobierno y el ministro creían en la ley con la misma inflexibilidad de las creencias religiosas. Gómez dijo en el recinto: “El gobierno nacional ha declarado que no intervendrá en las elecciones; que no habrá un solo diputado elegido, ni siquiera por una indicación indirecta. Se ha tachado de imprudente esta declaración diciendo que los gobiernos necesitan tener diputados. Será imprudente, pero antes que la necesidad de que los gobiernos tengan diputados, existe la necesidad de que el pueblo elija sus diputados”.

Entre las bancas resonaron tímidos “­muy bien!”. Algunos se avinieron a aceptar la nueva doctrina. Hubo un poco de resignación más que de convencimiento, y otros, los de la acostumbrada obediencia debida a la palabra oficial votaron por “disciplina”. Porque siempre hubo “legisladores bueyes”, esos que en las horas libres, por hábito del yugo, siguen agachando la cabeza.

Sobre los sistemas electorales -

argumentó más adelante-, “todos los sistemas, educativos, políticos o financieros, deben ser dúctiles a las exigencias de la opinión, que cambia con las circunstancias del tiempo, de personas y de lugar, y no debemos mostrarnos pusilánimes ante estas imposiciones.”

Los oficialistas vocacionales, estimularon al ministro con muestras de aprobación, y este tocó en su “conversa” un tema candente, el de los partidos políticos.

Los partidos

“Hay también quienes piensan que nuestra historia parece demostrar que existe en el pueblo argentino una especie de infecundidad ingénita para formar partidos políticos. No lo creo. Creo que entre nosotros, los que se formaron fueron de vida precaria, porque sembraron las simientes en las antesalas de los gobernantes que son estériles ladrillos para eso. Al decir que no habrá partido oficial -

recalcó- quiero decir que ninguno podrá contar con la colaboración directa ni indirecta del gobierno para triunfar en los comicios. ­El comicio, de hoy en adelante será de todos!

Y agregó: “la ley será un paso hacia la luz, hacia una claridad nueva”.

“Con los ojos cerrados...”

Durante el debate, Indalecio Gómez escuchó con el oído orientado hacia el interpelante, mientras cerraba los ojos para pensar mejor la pregunta y la repuesta. Entonces, el diputado por Santa Fe, el Dr. Pesenti, le reclamó algo irritado: “El señor ministro cierra los ojos y no ve las razones que expongo”. El le contestó sin abrirlos: “No se preocupe señor diputado: los cierro para verlas mejor”.

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