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LA VERDAD es la única verdad de la política argentina

Sabado, 20 de agosto de 2011 22:06

Sin duda alguna Aristóteles era peronista. Sólo un error cronológico debe haber permitido atribuirle al estagirita la autoría de una frase que, como todos sabemos, genuinamente fue elaborada por el Gral. Juan Domingo Perón, que la pronunciaba ante cualquier cuestionamiento que formularan sus opositores: “La única verdad es la realidad”. En su primer gobierno, Perón podía mostrar un país que, año tras año, incrementaba notablemente su PBI; que era el “granero del mundo” y que había permitido a la clase obrera alcanzar estándares de vida impensables en el contexto de los fraudulentos gobiernos que lo precedieron. Ante ese panorama, de nada servía que sus rivales se desgañitaran clamando contra la forma autoritaria de gobierno, por su demagogia, por la corrupción de sus funcionarios, por las “insensatas” nacionalizaciones... El General respondía lacónicamente con la tautológica frase y con la exhibición de los pasillos del Banco Central atiborrados de lingotes de oro, que gradualmente estaban convirtiéndose en una más equitativa distribución del ingreso y en la realización de importantes obras, que aún perduran.
Hoy, entre la desolación de los opositores y el desconcierto de los analistas, la pregunta obvia es la siguiente: ¿por qué Cristina ganó en forma tan aplastante? Con su estilo frontal -a veces agresivo- nuestra presidente, seguramente, preferiría responder con una frase de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”.
El oxímoron aristotélico nos revela que todos los sectores (el kirchnerismo recibió aportes transversales de todas las capas sociales) respondieron más a la realidad palpable que a los cuestionamientos éticos realizados por la oposición. Hasta el supuesto gran antagonista: el campo, en gran parte se subordinó a la irrefutable verdad de su espectacular mejoría en estos años. De nada valieron argumentos atribuyendo la mejora a los fabulosos precios internacionales de las commodities o imputando a los funcionarios “no entender” al sector agropecuario.
</SUBTITULO>Incidencia social
Los sectores más desprotegidos tuvieron razones para apoyar a Cristina. Llamativamente el instrumento más importante para esa captación surgió de una idea originariamente europea (Basic Income European Network-BIEN); impulsada fervorosamente por economistas de la CTA, adoptada por el ARI de “Lilita” Carrió, pero llevada a la práctica por este gobierno: la Asignación Universal por Hijo. Esta prestación ha recibido objeciones importantes (para muchos peronistas de viejo cuño es una cachetada al principio “el trabajo dignifica”), pero existen también argumentos de peso a favor de su implementación. Al margen de los cuestionamientos, lo cierto es que permitió a mucha gente salir de la absoluta indigencia y significó un fuerte reactivador del consumo. Tanto a la madre que pudo llenar la canasta de alimentos, como al comerciante que se los vendía, les interesó poco saber si eso se pagaba con plata de los jubilados (Anses) o si era una idea robada. En la misma línea tampoco importó que los planes de alimentos “para todos” significaran una competencia desleal para los comerciantes establecidos sometidos a controles impositivos, laborales y bromatológicos. Lo real era una merluza a mitad de precio. A los que no saben el cuento del pescado: que se queden con la espina.
</SUBTITULO>Derechos de los trabajadores
En este tema es donde podemos apreciar la frase del peronista griego en su profunda dimensión. Los datos nos señalan el notable crecimiento del salario real en todos los sectores-durante la última década. No importa que para los datos oficiales el incremento sea de un 86%, mientras que otros analistas dicen que es de “apenas” un 23% (Idesa). Lo cierto es que en -términos reales- una cuarta parte del sueldo significa muchísimo para un trabajador. Si no, preguntémosles a los pequeños empresarios que hacen pininos para poder pagarlos. El incremento del salario mínimo es aún más notorio (entre US$ 20 y 100 en la década del 90 a los actuales US$ 500).
La existencia de una dirigencia sindical corrupta avalada por el gobierno tampoco mermó votos al oficialismo. Mientras estos dirigentes obtengan salarios más abultados para sus representados en la negociación colectiva, pareciera que quedan legitimados a quedarse con algún “retorno”.
El incumplimiento de algunas promesas gubernamentales no hizo mella sobre la contundente realidad de un salario reconstituido. No resultó relevante, a la hora de votar, que no se hubiera avanzado con el (mal) llamado “paquete antiempresas” del diputado Héctor Recalde, ni que fueran al freezer legislativo los proyectos para reformar la esperpéntica ley de riesgos de trabajo, o el referido a participación en las ganancias o los grandilocuentes anuncios para modificar los anacrónicos estatutos de los trabajadores rurales y empleados domésticos. Tanto los trabajadores del campo como los auxiliares del hogar, parecería, están suficientemente satisfechos con tener las remuneraciones más altas que recuerden históricamente.
Como colofón de este análisis con la machacona insistencia en que la verdad es la única realidad-el interrogante debió haber sido: ¿por qué el kirchnerismo no sacó más votos? En octubre podremos confirmarlo, aunque es probable que los votantes de hoy, ante la certeza de la reelección, se orienten a balancear el equilibrio de poderes fortaleciendo la oposición legislativa.
 

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Sin duda alguna Aristóteles era peronista. Sólo un error cronológico debe haber permitido atribuirle al estagirita la autoría de una frase que, como todos sabemos, genuinamente fue elaborada por el Gral. Juan Domingo Perón, que la pronunciaba ante cualquier cuestionamiento que formularan sus opositores: “La única verdad es la realidad”. En su primer gobierno, Perón podía mostrar un país que, año tras año, incrementaba notablemente su PBI; que era el “granero del mundo” y que había permitido a la clase obrera alcanzar estándares de vida impensables en el contexto de los fraudulentos gobiernos que lo precedieron. Ante ese panorama, de nada servía que sus rivales se desgañitaran clamando contra la forma autoritaria de gobierno, por su demagogia, por la corrupción de sus funcionarios, por las “insensatas” nacionalizaciones... El General respondía lacónicamente con la tautológica frase y con la exhibición de los pasillos del Banco Central atiborrados de lingotes de oro, que gradualmente estaban convirtiéndose en una más equitativa distribución del ingreso y en la realización de importantes obras, que aún perduran.
Hoy, entre la desolación de los opositores y el desconcierto de los analistas, la pregunta obvia es la siguiente: ¿por qué Cristina ganó en forma tan aplastante? Con su estilo frontal -a veces agresivo- nuestra presidente, seguramente, preferiría responder con una frase de Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”.
El oxímoron aristotélico nos revela que todos los sectores (el kirchnerismo recibió aportes transversales de todas las capas sociales) respondieron más a la realidad palpable que a los cuestionamientos éticos realizados por la oposición. Hasta el supuesto gran antagonista: el campo, en gran parte se subordinó a la irrefutable verdad de su espectacular mejoría en estos años. De nada valieron argumentos atribuyendo la mejora a los fabulosos precios internacionales de las commodities o imputando a los funcionarios “no entender” al sector agropecuario.
</SUBTITULO>Incidencia social
Los sectores más desprotegidos tuvieron razones para apoyar a Cristina. Llamativamente el instrumento más importante para esa captación surgió de una idea originariamente europea (Basic Income European Network-BIEN); impulsada fervorosamente por economistas de la CTA, adoptada por el ARI de “Lilita” Carrió, pero llevada a la práctica por este gobierno: la Asignación Universal por Hijo. Esta prestación ha recibido objeciones importantes (para muchos peronistas de viejo cuño es una cachetada al principio “el trabajo dignifica”), pero existen también argumentos de peso a favor de su implementación. Al margen de los cuestionamientos, lo cierto es que permitió a mucha gente salir de la absoluta indigencia y significó un fuerte reactivador del consumo. Tanto a la madre que pudo llenar la canasta de alimentos, como al comerciante que se los vendía, les interesó poco saber si eso se pagaba con plata de los jubilados (Anses) o si era una idea robada. En la misma línea tampoco importó que los planes de alimentos “para todos” significaran una competencia desleal para los comerciantes establecidos sometidos a controles impositivos, laborales y bromatológicos. Lo real era una merluza a mitad de precio. A los que no saben el cuento del pescado: que se queden con la espina.
</SUBTITULO>Derechos de los trabajadores
En este tema es donde podemos apreciar la frase del peronista griego en su profunda dimensión. Los datos nos señalan el notable crecimiento del salario real en todos los sectores-durante la última década. No importa que para los datos oficiales el incremento sea de un 86%, mientras que otros analistas dicen que es de “apenas” un 23% (Idesa). Lo cierto es que en -términos reales- una cuarta parte del sueldo significa muchísimo para un trabajador. Si no, preguntémosles a los pequeños empresarios que hacen pininos para poder pagarlos. El incremento del salario mínimo es aún más notorio (entre US$ 20 y 100 en la década del 90 a los actuales US$ 500).
La existencia de una dirigencia sindical corrupta avalada por el gobierno tampoco mermó votos al oficialismo. Mientras estos dirigentes obtengan salarios más abultados para sus representados en la negociación colectiva, pareciera que quedan legitimados a quedarse con algún “retorno”.
El incumplimiento de algunas promesas gubernamentales no hizo mella sobre la contundente realidad de un salario reconstituido. No resultó relevante, a la hora de votar, que no se hubiera avanzado con el (mal) llamado “paquete antiempresas” del diputado Héctor Recalde, ni que fueran al freezer legislativo los proyectos para reformar la esperpéntica ley de riesgos de trabajo, o el referido a participación en las ganancias o los grandilocuentes anuncios para modificar los anacrónicos estatutos de los trabajadores rurales y empleados domésticos. Tanto los trabajadores del campo como los auxiliares del hogar, parecería, están suficientemente satisfechos con tener las remuneraciones más altas que recuerden históricamente.
Como colofón de este análisis con la machacona insistencia en que la verdad es la única realidad-el interrogante debió haber sido: ¿por qué el kirchnerismo no sacó más votos? En octubre podremos confirmarlo, aunque es probable que los votantes de hoy, ante la certeza de la reelección, se orienten a balancear el equilibrio de poderes fortaleciendo la oposición legislativa.
 

 

 

Los datos

Los sectores más desprotegidos tuvieron razones para apoyar a Cristina Fernández en las primarias"

La existencia de una dirigencia sindical corrupta avalada por el gobierno tampoco mermó votos al oficialismo”.

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