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La laguna de Brealito, sorprendente lugar de belleza natural

Domingo, 01 de enero de 2012 22:44
Es común escuchar relatos sobre el farol que sobrevuela el lugar donde un pescador cayó al agua y perdió la vida por culpa del alcohol.

 

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Es común escuchar relatos sobre el farol que sobrevuela el lugar donde un pescador cayó al agua y perdió la vida por culpa del alcohol.

 

Esta laguna tiene una sorprendente y casi inigualable belleza natural. Está rodeada por los cerros del Refugio y Luracatao y se encuentra a un costado del camino que va de Seclantás al casco de la finca Luracatao. En ese trayecto, casi a mitad de camino, a unos 12 km de la ruta 40, el camino se bifurca. El de la izquierda va a la laguna y el de la derecha al pueblito de Brealito. Dejando de lado la pequeña población, el camino a la laguna comienza a ascender. Primero lo hace por un arenal y después por una calzada sinuosa construida sobre inmensos pedrones rojos.

La cuesta trepa unos 6 o 7 kilómetros hasta que finalmente llega al abra del Luracatao. Allí, hasta hace unos años permanecían intactos los pilares y la tranquera que permitía el ingreso a la finca Luracatao, propiedad de la familia Patrón Costa.

Traspuesta el abra, y a poco de iniciado el descenso, ya se distingue un extremo de la laguna. De a poco va mostrando su extraordinaria belleza. Las grandes montañas que la encajonan y la aprietan se reflejan nítidamente sobre el espejo de agua que a veces es azul y otras verde.

Si es al amanecer, la laguna refleja sin tapujos la desnudez, los repliegues y las intimidades de las montañas, iluminadas por el sol naciente.

Pero si el amanecer renueva diariamente la hermosura escénica del lugar, la noche de luna es el paroxismo. La laguna parece iluminarse desde las profundidades y desbordarse generosa entre los cerros como si fuera una inmensa gota de plata.

La luz del día muestra con nitidez los grandes pedrones que penden de las montañas aledañas y, según el andar del sol, éstos proyectan sombras y manchones de curiosas formas y tamaños. Y llega la tarde. Todo se aquieta y, a medida que la sombra avanza sobre la laguna, solo queda el chapoteo incesante, lento y rítmico del agua que golpea en la orilla. Llega y se va, una y otra vez. Mientras tanto, lentamente, el cielo comienza a poblarse de “titilos”. Son las estrellas que sólo se borrarán con el amanecer. Si no fuese por la nieve ausente, bien podría decirse que la laguna y su entorno parecen ser un paisaje extraído de los alpes suizos. Pero no lo es, está a solo 22 kilómetros de Seclantás y a unos 200 de Salta.

Casa de huéspedes

Sin duda, la laguna de Brealito es una de la lagunas más bellas, no solo del Valle Calchaquí, sino también de Salta. Hasta los años '60 hubo en el lugar dos casas para huéspedes equipadas con catres de tiento, colchones de lana y cobijas. Afuera, para los amantes de la pesca del pejerrey, tres lanchones para ocho personas cada uno, estaban listos para navegar. Por entonces, el lagunero (los Pastrana) impedía ingresar a los visitantes que no presentaban el permiso que solo el administrador del Luracatao otorgaba. Años después, cuando esta disposición se relajó y cualquiera podía entrar, los bienes comenzaron a deteriorarse y hasta a perderse. Así hasta que llegó la clausura del predio. En la actualidad, cerca de la laguna, donde estaban los paradores, hay un oratorio erigido por los nuevos propietarios.

Mitos y leyendas

Infinidades de mitos y leyendas rodean la historia de la laguna de Brealito. Los pescadores fallecidos siempre retornan a la laguna como “aparecidos” o faroles. No faltan los monstruos y los bichos de gran tamaño.

 

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