¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Capriles no se rinde

Sabado, 27 de octubre de 2012 01:30

“Capriles apostó a desarrolar una prédica que antes que "antichavista' fue más bine " postchavista".

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

“Capriles apostó a desarrolar una prédica que antes que "antichavista' fue más bine " postchavista".

Las elecciones regionales venezolanas del 16 de diciembre son una prueba de fuego para las huestes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que con la candidatura de Henrique Capriles perdió con el 44% de los votos los comicios presidenciales del 7 de octubre, en que Hugo Chávez fue reelecto con el 55%. La oposición tendrá ahora que demostrar en las urnas su capacidad para consolidar políticamente esa digna performance y construir un contrapoder susceptible de constituirse en una futura alternativa de gobierno. La oposición llega a estos comicios con el lastre que representa la frustración experimentada en octubre, cuando sus expectativas triunfalistas tropezaron con la constatación de un hecho fácilmente verificable: el ascendiente que conserva todavía Chávez en los sectores más humildes, quienes le permitieron ganar las elecciones sin apelar al recurso del fraude, que resultaba innecesario ante la combinación entre esa popularidad y el empleo discrecional de los recursos del Estado como instrumentos de campaña. Paradójicamente, el desánimo opositor contrasta con el desasosiego del oficialismo. Porque el “chavismo” sabe que sin Chávez sus candidatos están lejos de cosechar el apoyo que concita su líder. Antes de las elecciones presidenciales, los encuestadores se sorprendían de cómo en los sondeos los votantes de Chávez descargaban sobre las espaladas de sus colaboradores y los mandatarios locales la responsabilidad de las fallas que reconocían en la gestión gubernamental. Siempre las elecciones regionales han sido una prueba para el chavismo sin Chávez, aunque el mandatario tenga indudablemente una gran incidencia. Entre las elecciones nacionales y las locales suele existir un porcentaje significativo de “voto cruzado”: electores que sufragan por Chávez para la presidencia pero que, a la hora el escoger gobernador, eligen un candidato opositor.

En las últimas elecciones regionales, celebradas en 2008, el oficialismo obtuvo un 52% de los votos frente al 42% de la oposición, una brecha manifiestamente inferior a los abrumadores 26 puntos de ventaja que había conseguido Chávez sobre el opositor Manuel Rosales en los comicios de 2006. En aquella ocasión, la oposición ganó en cinco de los principales estados venezolanos, pero más adelante hubo otros dos mandatarios locales que se volcaron a sus filas, por lo que en la actualidad los opositores gobiernan en siete de los veinticuatro estados del país. Estos siete gobernadores opositores, que en diciembre se postulan para su reelección, son Capriles ( estado de Miranda), César Pérez (Táchira), Pablo Pérez (Zulia), Liborio Guarulla (Amazonas), Enrique Salas Feo (Carabobo), Henry Falcón (Lara) y Norel Rodríguez (Nueva España).

Una diferencia significativa entre los competidores de estos comicios regionales es que todos los candidatos a gobernador que presenta la oposición fueron legitimados en las elecciones primarias abiertas que ungieron Capriles como candidato presidencial, mientras que los postulados por el oficialismo fueron nominados “a dedo” por Chávez.

La elección más importante tendrá lugar en el estado de Miranda, donde Capriles juega su reelección como gobernador y su supervivencia como líder de la oposición. Miranda, que incluye a la mayor parte de Caracas, es el segundo estado más poblado de Venezuela, después de Zulia. El “chavismo” apuesta a derrotar al dirigente opositor con la candidatura emblemática de Elias Jaua.

Jaua es la nave insignia de una flota de candidatos “chavistas” que incluye a la Ministra de la Presidencia, Erika Farias, el Ministro del Interior, Tarek El Aissami, y su colega de Pueblos Indígenas, Nicia Maldonado, que intentarán ganar en los estados de Cojedes, Aragua y Amazonas, respectivamente, y al hermano mayor del primer mandatario, Adán Chávez, quien se presenta para la reelección en Barinas, su estado natal.

En Táchira y Monagas, dos estados gobernados por la oposición, se registró un segundo candidato a gobernador de la oposición para competir con el actual, lo que mejora las chances de los candidatos “chavistas”. Táchira fue uno de los dos únicos estados en los que Chávez fue derrotado en octubre. Pero esta dificultad tiene su contrapartida. En varios estados, aparecieron también candidatos de sectores de izquierda que compiten con el candidato oficial del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV), la expresión partidaria oficial del “chavismo”, que preside Diosdado Cabello. Esa división mejora las perspectivas de los postulantes de la oposición en esos distritos. La amplia y heterogénea coalición opositora aún lame las heridas que dejó la reciente campaña presidencial. Algunos de los principales dirigentes de los partidos tradicionales se quejan amargamente de que Capriles prescindió de sus servicios, hasta el punto de virtualmente ocultarlos. El epicentro de ese descontento reside en Acción Democrática (AD), la fuerza política históricamente más importante de la Venezuela previa a Chávez. “No nos trataron bien”, sentenció Henry Ramos, titular de los “adecos”. Pese a estas disidencias, la Mesa de Unidad Democrática ratificó su voluntad de continuidad política. “Nada sugiere que nos iría mejor separados que juntos”, señaló su secretario ejecutivo, Ramón Guillermo Aveledo, responsable de la ardua tarea de armonizar posiciones de las veinticinco formaciones que integran la coalición, que van desde Acción Democrática y el COPEI (los dos viejos partidos tradicionales de Venezuela), hasta los izquierdistas de Bandera Roja, pasando por los socialcristianos de Primero Justicia, que es la agrupación de Capriles. Lo cierto es que Capriles apostó a desarrollar una prédica que antes que “antichavista” en un sentido clásico fue más bien “postchavista”. Con ese estilo, y más allá del resultado, logró institucionalizarse como el líder legítimo de una oposición unificada, objetivo que no había conseguido Manuel Rosales, el principal candidato opositor en los comicios de 2006. En ese contexto, su cuestionada decisión de reconocer la legitimidad del triunfo de Chávez y no enfatizar las denuncias de fraude, según le aconsejaban otros dirigentes de la Mesa de Unidad Democrática, respondió en primer lugar a su intención de no desanimar a la masa de votantes de la oposición acerca de la factibilidad del camino de las urnas para vencer a Chávez, por considerar que ese escepticismo incidiría negativamente sobre su posible concurrencia electoral en la contienda de diciembre. Pero ese rápido reconocimiento de la victoria de Chávez, que desconcertó inclusive a la prensa internacional, tiene también una segunda lectura política. Capriles quiso enviar un mensaje a las Fuerzas Armadas venezolanas, que son el originario y principal reducto del poder “chavista”, para posicionarse como un interlocutor confiable para la incierta hora en que la biología acelere los tiempos de la sucesión presidencial.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Temas de la nota

PUBLICIDAD