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Mirá cómo va quedando la Casa de Leguizamón

Miércoles, 14 de noviembre de 2012 22:08

La primera etapa de las obras en La Casa de Leguizamón está prácticamente terminada. Así lo afirmó a El Tribuno, la arquitecta Elena Martínez, a cargo de la Dirección de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de Salta o Dipaus. 
Dicha etapa consistió en la reparación, consolidación y reforzamiento estructural del inmueble de la esquina de las calles Caseros y Florida, cuya construcción data de alrededor del año 1808 y el cual corría ya peligro de desmoronamiento tras las intervenciones sufridas y su uso comercial (durante años funcionó allí una heladería).

Lo que todavía es una incógnita es cómo y cuándo se llevará a cabo. La segunda etapa de las obras no tienen un presupuesto asignado aun. Esta, a diferencia de la primera, consistirá no en una restauración sino directamente en una reconstrucción de las habitaciones del patio interior, la conexión con el Museo Casa Arias Rengel y la instalación de servicios.
Para ello se necesitaría un presupuesto de alrededor de cinco millones de pesos que según confió la arquitecta se están tramitando tanto con la provincia como con organismos internacionales.
En cambio, como explicó la arquitecta Martínez a El Tribuno en una recorrida por el inmueble de la emblemática esquina, lo que se hizo en estos casi dos años de trabajo fue la implantación de una técnica novedosa en nuestro país en lo que refiere al trabajo con adobe y que se aplicó en las salas y habitaciones que dan al exterior.
Dicha técnica es muy impartida en el Perú y se aplicaba perfectamente a la Casa de Leguizamón cuyas dos plantas fueron construidas con este material, distinto a otras viviendas de la época que todavía perduran y sólo lo aplicaban en el piso superior.
Sin embargo, antes de que comenzasen las obras se generó una controversia alrededor de la necesidad o no de respetar la tecnología original de construcción. O lo que es lo mismo, si enfocarse en conseguir lograr sólo la fachada -siempre con las precauciones de territorio sísmico- o ir más allá.
El conflicto se dio básicamente entre la secretaría de Obras Públicas y la de Cultura ya que la primera sostenía que no correspondía el uso de adobe sino que era necesario un proyecto en el que se utilizase hormigón. Para resolver la situación tuvo que intervenir la Comisión Nacional de Museos debido a que la vivienda de la esquina de la calle Caseros y la peatonal Florida fue declarada monumento histórico nacional en 1979.

Finalmente, ganó la postura que sostenía la Dipaus, dependiente de la Dirección General de Patrimonio Cultural y recién entonces fue que el Ministerio de Cultura y Turismo anunció que se destinarían casi dos millones de pesos para la obra.
Para el trabajo se contó entonces con el asesoramiento de ingenieros de la Pontificia Universidad Católica del Perú que impartieron y siguieron la aplicación de las mallas de polipropileno que complementan la fábrica original de adobe. Estas geomallas envuelven los muros y se conectan con cordones de nylon que refuerzan la estructura existente y la vuelven más sismoresistente.
Para ello, como contó la arquitecta Martínez, se dio formación a los obreros encargados de la ejecución de la obra, tanto para que aprendan la técnica como para concientizar sobre la importancia que significa trabajar en patrimonio.
En el caso de muros que tuvieron que volver a levantarse lo que se hizo fue insertar una estructura de madera con puntos reforzados y lo mismo se hará cuando se reconstruyan las habitaciones contempladas para la segunda etapa.
Además de lo mencionado, se hizo en la Casa un reforzamiento de los cimientos, se reemplazaron las maderas -sólo las que no estaban en condiciones-, se cuidaron y reforzaron los techos de tejas, se mandaron a restaurar los muebles originales de cuando era vivienda, se pusieron ventilaciones para los sobrecimientos y se hicieron los conductos necesarios para las instalaciones eléctricas, entre otros detalles.
Ya desde 1979 que la Casa de Leguizamón fue declarada museo nacional pero no fue hasta 2007 que finalmente la Nación la expropia para entregarla a la provincia en 2008. Para ese entonces la estructura edilicia estaba en riesgo y entre diferentes vaivenes las obras de recuperación tardaron casi tres años en comenzar, al punto de que casi se vuelve a entregar la Casa a La Nación.
Esto no sucedió y en enero de 2011 largaron las obras bajo la órbita del Ministerio de Cultura y Turismo. Así entonces, primero se hizo lo que más prisa ameritaba y que es lo que actualmente ya está punto. Falta ahora seguir con la segunda etapa para que la Casa de Leguizamón pueda volver a abrir las puertas a los salteños y esta vez como un verdadero museo.
Cuándo será eso, difícil todavía tenerlo definido.

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La primera etapa de las obras en La Casa de Leguizamón está prácticamente terminada. Así lo afirmó a El Tribuno, la arquitecta Elena Martínez, a cargo de la Dirección de Preservación del Patrimonio Arquitectónico y Urbano de Salta o Dipaus. 
Dicha etapa consistió en la reparación, consolidación y reforzamiento estructural del inmueble de la esquina de las calles Caseros y Florida, cuya construcción data de alrededor del año 1808 y el cual corría ya peligro de desmoronamiento tras las intervenciones sufridas y su uso comercial (durante años funcionó allí una heladería).

Lo que todavía es una incógnita es cómo y cuándo se llevará a cabo. La segunda etapa de las obras no tienen un presupuesto asignado aun. Esta, a diferencia de la primera, consistirá no en una restauración sino directamente en una reconstrucción de las habitaciones del patio interior, la conexión con el Museo Casa Arias Rengel y la instalación de servicios.
Para ello se necesitaría un presupuesto de alrededor de cinco millones de pesos que según confió la arquitecta se están tramitando tanto con la provincia como con organismos internacionales.
En cambio, como explicó la arquitecta Martínez a El Tribuno en una recorrida por el inmueble de la emblemática esquina, lo que se hizo en estos casi dos años de trabajo fue la implantación de una técnica novedosa en nuestro país en lo que refiere al trabajo con adobe y que se aplicó en las salas y habitaciones que dan al exterior.
Dicha técnica es muy impartida en el Perú y se aplicaba perfectamente a la Casa de Leguizamón cuyas dos plantas fueron construidas con este material, distinto a otras viviendas de la época que todavía perduran y sólo lo aplicaban en el piso superior.
Sin embargo, antes de que comenzasen las obras se generó una controversia alrededor de la necesidad o no de respetar la tecnología original de construcción. O lo que es lo mismo, si enfocarse en conseguir lograr sólo la fachada -siempre con las precauciones de territorio sísmico- o ir más allá.
El conflicto se dio básicamente entre la secretaría de Obras Públicas y la de Cultura ya que la primera sostenía que no correspondía el uso de adobe sino que era necesario un proyecto en el que se utilizase hormigón. Para resolver la situación tuvo que intervenir la Comisión Nacional de Museos debido a que la vivienda de la esquina de la calle Caseros y la peatonal Florida fue declarada monumento histórico nacional en 1979.

Finalmente, ganó la postura que sostenía la Dipaus, dependiente de la Dirección General de Patrimonio Cultural y recién entonces fue que el Ministerio de Cultura y Turismo anunció que se destinarían casi dos millones de pesos para la obra.
Para el trabajo se contó entonces con el asesoramiento de ingenieros de la Pontificia Universidad Católica del Perú que impartieron y siguieron la aplicación de las mallas de polipropileno que complementan la fábrica original de adobe. Estas geomallas envuelven los muros y se conectan con cordones de nylon que refuerzan la estructura existente y la vuelven más sismoresistente.
Para ello, como contó la arquitecta Martínez, se dio formación a los obreros encargados de la ejecución de la obra, tanto para que aprendan la técnica como para concientizar sobre la importancia que significa trabajar en patrimonio.
En el caso de muros que tuvieron que volver a levantarse lo que se hizo fue insertar una estructura de madera con puntos reforzados y lo mismo se hará cuando se reconstruyan las habitaciones contempladas para la segunda etapa.
Además de lo mencionado, se hizo en la Casa un reforzamiento de los cimientos, se reemplazaron las maderas -sólo las que no estaban en condiciones-, se cuidaron y reforzaron los techos de tejas, se mandaron a restaurar los muebles originales de cuando era vivienda, se pusieron ventilaciones para los sobrecimientos y se hicieron los conductos necesarios para las instalaciones eléctricas, entre otros detalles.
Ya desde 1979 que la Casa de Leguizamón fue declarada museo nacional pero no fue hasta 2007 que finalmente la Nación la expropia para entregarla a la provincia en 2008. Para ese entonces la estructura edilicia estaba en riesgo y entre diferentes vaivenes las obras de recuperación tardaron casi tres años en comenzar, al punto de que casi se vuelve a entregar la Casa a La Nación.
Esto no sucedió y en enero de 2011 largaron las obras bajo la órbita del Ministerio de Cultura y Turismo. Así entonces, primero se hizo lo que más prisa ameritaba y que es lo que actualmente ya está punto. Falta ahora seguir con la segunda etapa para que la Casa de Leguizamón pueda volver a abrir las puertas a los salteños y esta vez como un verdadero museo.
Cuándo será eso, difícil todavía tenerlo definido.

La Casa de Leguizamón data de alrededor del año 1808 y es una importante muestra de la arquitectura doméstica del período poscolonial en nuestra ciudad capital. Se encuentra en una emblemática esquina, la de las calles Caseros y Florida en un contexto urbano histórico de gran importancia ya que es contigua a las casas de Arias Rengel y a la de Moldes, actual Secretaría de Turismo de la Municipalidad, de ahí que su potencial como museo se intensifica. 
Lo mismo sucede por el hecho de que cuenta con mobiliario original de la época, gran parte del cual ya ha sido restaurado o continúa siéndolo en la Dirección General de Patrimonio Cultural.
 

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