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A 40 años del retorno del general Perón a la Argentina

Viernes, 16 de noviembre de 2012 20:56

“A Perón no le da el cuero...”, dijo en julio de 1972 el entonces presidente de facto, general Alejandro Lanusse. Fue un desafío al viejo general, que por entonces residía en España en calidad de exiliado.

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“A Perón no le da el cuero...”, dijo en julio de 1972 el entonces presidente de facto, general Alejandro Lanusse. Fue un desafío al viejo general, que por entonces residía en España en calidad de exiliado.

Para no ser proscripto y participar de las elecciones de marzo de 1973, Perón debía regresar a la Argentina en un plazo impuesto por el gobierno militar. Pero en realidad, como Perón mismo decía, él “ya estaba amortizado”. No deseaba ni debía, por sus años, volver a ser presidente, pero sí, colaborar para que la Argentina superara su crisis y se encaminara hacia un futuro mejor. Pero para demostrar que sí le daba el cuero, hizo dos cosas: dejó vencer el plazo y regresó a la Argentina cuando creyó oportuno.

Con las botas puestas

Su regreso, tras 18 años de ausencia, fue el 17 de noviembre de 1972. Durante el exilio había estado en Paraguay, Venezuela, República Dominicana, Panamá y Madrid. ­Ah!, también, muy brevemente, en Brasil en 1964, cuando el Gobierno argentino rogó a los brasileños para que impidieran su regreso al país.

Su arribo a la Argentina significó, sin duda, un rudo golpe a la dictadura militar que, seis años antes, había instaurado el general Juan Carlos Onganía, bajo el pomposo nombre de “Revolución Argentina”, pero más conocido como el “onganiato”.

El tercer turno del “onganiato” hacía tiempo que venía siendo resistido por casi todos los sectores nacionales. Todos reclamaban el retorno a la democracia con elecciones libres, sin vetos ni proscripciones. Bajo este clima de creciente tensión, especialmente a partir del “Cordobazo”, fue que Lanusse presionó a Perón para que definiera su futuro político. Quizá pensó que del anciano líder solo quedaba “jarabe de pico” y que no regresaría, pero la realidad, siempre la realidad, demostró otra cosa.

El “onganiato” soñaba con perpetuarse en el poder y Lanusse, a poco de destituir al general Roberto Marcelo Levingston, lanzó la convocatoria al Gran Acuerdo Nacional (GAN) pensando, quizá, que de allí podrían surgir los herederos de la Revolución Argentina, una especie de “cría del proceso”, como diríamos años después del “Proceso”.

Pero el GAN fracasó, pese a las maniobras del ministro del Interior, Arturo Mor Roig, asesinado luego por los Montoneros. Y fracasó rotundamente porque Perón evitó “caer en la trampa” al rechazar la estrategia oficial que había despertado hartas ilusiones entre “revolucionarios argentinos” y su delegado personal, Jorge Daniel Paladino.

Y así llego el momento en que Perón debió reemplazar a Paladino por Héctor Cámpora. A través del “Tío”, endureció la postura del peronismo dando por tierra con los que, desde 1955, soñaban amansar al “león herbívoro” que vivía en Puerta de Hierro.

Logros

El retorno del 17 de noviembre permitió a Perón, en poco menos de un mes, lograr en Gaspar Campos una serie de victorias políticas. La primera, la convocatoria espontánea de miles y miles de personas que querían verlo y llevarle su afecto y adhesión. Entonces, bien pudo repetir Perón aquellas palabras de Cayo Julio César: “vini, vidi, vici” (vine, vi, vencí), ya que, en pocos días, logró reunir a su mesa, en el restaurante “Nino”, de Olivos, a la más destacada dirigencia política del país; sentó las bases de la convivencia futura y anudó acuerdos sobre la democratización y la política económica. Un gesto que, 40 años después, bien podría ser imitado hoy por quienes dicen gobernar en nombre del peronismo.

El siguiente paso fue constituir el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli). Allí sumó justicialistas, desarrollistas, conservadores populares, populares cristianos, radicales yrigoyenistas, socialistas de Liberación Nacional y otros. Todos, bajo una fórmula común: Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima.

Reconciliación

La actitud de Perón de dejar atrás los enfrentamientos de los años '50 recibiendo a Ricardo Balbín, lo mostraron como el hombre indicado para conducir el proceso de democratización o de “Reconstrucción Nacional” y, así, se ganó el respaldo masivo de la sociedad que poco después, en marzo de 1973, le dio una amplia victoria al Frejuli. Sin duda, el 17 de noviembre de 1972 fue un golpe mortal para un régimen que en seis años había acumulado hartos errores y desaciertos: el primero, derrocar a Umberto Illia en 1966, y el último, decir que a Perón “no le daba el cuero”. La realidad mostró otra cosa, todavía hoy, hay cínicos que de aquel “cuero” siguen sacando tientos...

 “La vuelta de Perón nos marcó la vida a muchos

Con la memoria tan fresca como fue ese lluvioso 17 de noviembre de 1972, el exdirigente peronista Pedro González recordó el retorno a la Argentina de Juan Domingo Perón.

“En el charter que traía a Perón venían varias personalidades que rodearon el proceso de su regreso, entre ellos el metanense Carlos Caro”, contó González en diálogo con El Tribuno.

Y en una imagen que quedó grabada en fotografías y películas blanco y negro, González relató cómo, en la pista de Ezeiza, lo esperaba “exultante y emocionado, con un paraguas, el secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci”.

Recordó que los salteños que estaban en esa ocasión eran los senadores Juan Carlos Cornejo Linares y Armando Caro, el entonces titular de la Unión Ferroviaria local Adolfo Medina, Rodolfo Urtubey y Julio Mera Figueroa.

“Perón bajó del avión y nos saluda a los que esperábamos. De inmediato se traslada a un hotel, donde en una situación de confusión propia del momento político de la Nación que gobernaba entonces Alejandro Agustín Lanusse, observábamos que subían el equipaje a la habitación, lo volvían a bajar y nuevamente lo subían. En ese contexto, el doctor José Campano, conservador y exembajador en España, observaba y nos decía: "Ahora empieza el show'”, contó como anécdota González.

Y siguió: “Esperamos entre tres y cuatro horas para charlar con él. Recuerdo que en ese momento estaba con Héctor José Cámpora. Y luego lanzó esa frase sobre que éste es un país muy politizado y sin cultura política”.

González, peronista de pura cepa, es un porteño que adoptó a Salta por los '60 y se casó con una salteña. Y en la década del '70 estuvo en Puerta de Hierro con Perón con una activa participación en la organización del Partido Justicialista, pero nunca ocupó cargos en el Estado. “Perón marcó buena parte de mi vida”, reflexionó.
 

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