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Donaron casas de madera que no sirven para el chaco

Miércoles, 21 de noviembre de 2012 02:57

En el gran patio de tierra que integra las casitas de la comunidad chorote de San Luis, en el municipio de Santa Victoria Este, cerca de 20 pequeños aborígenes ensayan una coreografía que levanta un polvaredal. Los adultos están en grupos, cerca de un fuego o de la sombra de un algarrobo. Mujeres por un lado, hombres por otro. El sol ya no castiga en la última luz de la tarde. Detrás de la gente relucen algunas de las primeras 200 viviendas de madera que se entregarán en la zona. Los vecinos cuentan que el piso se va gastando a medida que lo barren, dejando piedras en punta que molestan los pies descalzos. Dicen que el agua entra por la puerta y por el techo cuando llueve; que el viento no frena el polvo y sacude toda la estructura. “Hay que estar afuera porque adentro es mucho el calor”, dice una señora. Estos son algunos testimonios sobre los polémicos hogares preconstruidos para aborígenes de esta región del chaco salteño.

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En el gran patio de tierra que integra las casitas de la comunidad chorote de San Luis, en el municipio de Santa Victoria Este, cerca de 20 pequeños aborígenes ensayan una coreografía que levanta un polvaredal. Los adultos están en grupos, cerca de un fuego o de la sombra de un algarrobo. Mujeres por un lado, hombres por otro. El sol ya no castiga en la última luz de la tarde. Detrás de la gente relucen algunas de las primeras 200 viviendas de madera que se entregarán en la zona. Los vecinos cuentan que el piso se va gastando a medida que lo barren, dejando piedras en punta que molestan los pies descalzos. Dicen que el agua entra por la puerta y por el techo cuando llueve; que el viento no frena el polvo y sacude toda la estructura. “Hay que estar afuera porque adentro es mucho el calor”, dice una señora. Estos son algunos testimonios sobre los polémicos hogares preconstruidos para aborígenes de esta región del chaco salteño.

En octubre, un grupo de santafesinos llegó a Santa Victoria con dos camiones cargados y muchas ganas de trabajar. En El Cañaveral, ante la sonrisa de toda la comunidad, descargaron los materiales para construir un centro comunitario de usos múltiples. Los días siguientes, comandados por un valiente sacerdote, los oriundos de Rufino y Cruz Alta se arremangaron las camisetas y, a puro pico y pala, terminaron la obra en menos de dos semanas, dejando conectada hasta la luz eléctrica. Antes de finalizar, en el mismo lugar, llegaron otros dos camiones. Habían sido contratados por el Estado y traían 15 casas de madera que el Instituto Provincial de Pueblos Indígenas (IPPIS), de acuerdo a un convenio de noviembre de 2011 con el Ministerio de Desarrollo Humano de ese momento, dispondrá para algunas familias originarias.

En la Misión Anglicana de Santa María, a casi 30 kilómetros de Santa Victoria Este, se instalan unas diez casas de la segunda etapa. “Creo que el IPPIS tenía que hacer las casas bien. Acá el clima de la zona es feo y creo que no van a durar muchos años. Por lo menos es una ayuda, pero tampoco es para todos. Se puede vivir, pero es mejor que duren más las casas, que sean bien hechas. Todavía faltan muchas viviendas. A mí no me llegó ningún plan y tengo gente que necesita”, dijo Dionisio Vilte, uno de los ocho caciques de la misión.
A Lisandro Sánchez, la casa le llegó a finales de octubre. En menos de dos horas armaron la estructura de madera y dijeron que volverían a terminar el piso, pero todavía no regresaron y la estructura ya se está deteriorando. Según cuenta el wichi, de 20 años y dos hijos, un viento la dejó torcida y en algunas partes los clavos están por salirse. En la ventana no hay vidrios ni marco. La luz se filtra entre las rendijas de las tablas de pino, apenas más gruesas que la de los cajones de frutas. El techo es bajo y de chapa, las puntas de los clavos asoman por las vigas. No hay agua, ni baño. “Ya se está por caer y eso que no llegaron las lluvias más fuertes. El viento la hace mover bastante y los clavos ya se están saliendo. Las tablas se están separando; algunas, como en el marco de la puerta, ya están sueltas. Esta casa con otro vientito más fuertecito se puede caer”, contó.
Trabaja haciendo muebles en un aserradero artesanal junto a la casilla. Conoce de albañilería de su paso por algunas cooperativas y por las fundaciones Rancho El Ñato y Gaucho. “No sé cómo será que están haciendo estas casa. No llevan columnas ni hormigón abajo. Son casas encimita de la tierra nomás. Pensamos que iba, a llevar cielo raso, aunque sea tabla, que no sea de telgopor, pero así nomás es”, dijo.

“Con la primera lluvia se mojaron los machimbres y se levantaron los clavos. Tuve que comprar nuevos y también asegurar las chapas que se querían volar. Cuando corre mucho viento se quiere volar todo. En esta zona creo que no aguantan esos materialitos. Todavía esperamos que la terminen, porque así no está segura”, dijo otro de los flamantes dueños, Regino Belisario. Su vecino, Joaquín Alvarez, analizó: “La plantaron en un ratito y la dejaron como está. Así de finitas son las tablitas. No sirven”.

“Son preferibles a no tener nada”

El presidente del IPPIS, Indalecio Calermo, dijo a El Tribuno que las casas tienen un valor de entre 15 y 18 mil pesos cada una. “Es cierto que no son las adecuadas, pero por la emergencia habitacional que hay estamos aplicando casas de madera y para el año que viene ya vamos a mandar de materiales. Lo que pasa es que, entre tener casa de nylon y de ramas, la gente aborigen acepta éstas de madera. En la pobreza es mejor tener algo que no tener nada. Son de emergencia, no como nosotros queremos. Pero también se están haciendo en algunos barrios de Salta”, afirmó.

“Se dieron dos opciones: de madera o esperar por las de material. Como representante sé que no es lo justo, pero es mejor que nada, hasta que podamos sustentar con algo de material. La necesidad es tan grande que no alcanza con hacer cientos de viviendas. A nivel país, la gente de hotel, los blancos, tienen que hacer cartón para llegar a fin de mes. No hemos superado la necesidad todavía. Hay que seguir peleando”, agregó Calermo.

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