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Captura de valor en las empresas agropecuarias

Lunes, 20 de febrero de 2012 18:43

Actualmente, se reclama que cualquier actividad productiva contemple el paradigma de las tres “E”, haciendo alusión a los vocablos en lengua inglesa “economy, ethics and environment” (economía, ética y ambiente). Es más, algunos autores proponen hablar del paradigma de las cuatro “E”, agregando la palabra “energy” (energía), en referencia a que las actividades humanas sean energéticamente sustentables. La agricultura y producción de alimentos no escapan a esta realidad.

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Actualmente, se reclama que cualquier actividad productiva contemple el paradigma de las tres “E”, haciendo alusión a los vocablos en lengua inglesa “economy, ethics and environment” (economía, ética y ambiente). Es más, algunos autores proponen hablar del paradigma de las cuatro “E”, agregando la palabra “energy” (energía), en referencia a que las actividades humanas sean energéticamente sustentables. La agricultura y producción de alimentos no escapan a esta realidad.

Al respecto, el desarrollo de una agricultura productiva, rentable y sustentable ambientalmente es uno de los grandes desafíos de la humanidad para el siglo XXI (Solbrig, 2002).

A nivel nacional, Argentina cuenta con más de 25 millones de hectáreas sembradas bajo siembra directa, sistema productivo que no utiliza labranzas y que es considerado el máximo exponente de la agricultura de conservación.
En consecuencia, más del 70% de la actividad agropecuaria argentina está conceptualmente mucho más cerca del paradigma de las “4 E” que los sistemas con labranza que caracterizan actualmente la agricultura mundial.

Por otro lado, la diferenciación de productos y procesos es una variante cada vez más utilizada por los mercados para materializar el compromiso de cumplir con las exigencias planteadas por los consumidores actuales. Son los consumidores, finalmente, los que traccionan cualquier cadena comercial.

La redacción y aplicación de normas, estándares y protocolos surge como la opción más válida y reconocida para adecuar los productos y procesos a las demandas de clientes y consumidores a lo largo de la cadena agroalimentaria (UCA, 2003). La certificación es el reconocimiento explícito de que un sistema, proceso, producto o servicio cumple con los requerimientos de una determinada norma, estándar o protocolo.

En Argentina, la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) ha liderado la implementación de un sistema de gestión de calidad para la agricultura de conservación bajo siembra directa, agricultura certificada (AC).

La hipótesis de trabajo afirma: “La implementación y certificación de agricultura certificada por parte de empresas agropecuarias argentinas, les permite: capturar valor a través de la mejora en la gestión de los procesos productivos, la mejora de la imagen ante los competidores y la comunidad, y estar en condiciones de flexibilidad suficientes para adaptarse al contexto para aprovechar oportunidades emergentes”.

A través del análisis de datos y documentación, junto con la realización de entrevistas a cuatro de las empresas certificadas -Tecnocampo SA (Montecristo), Grupo Romagnoli (Monte Buey), Caldenes SA (Rufino) y La Madrugada, de Guillermo Cabrini (Arias)- se pudo abordar la temática. Las conclusiones respecto de la captura de valor por parte de las empresas adoptantes de AC se observan en la tabla 1.

Como conclusión principal puede decirse que todo proceso de protocolización y certificación de calidad apunta a la captura del valor creado por parte de las organizaciones adoptantes.
Ello puede verse reflejado en mayores ingresos por precios diferenciales en el producto o servicio, en el acceso preferencial o prioritario a determinados mercados; o bien, por una mejora en la performance de la empresa al adoptar el protocolo.

El “Sistema de gestión de calidad ambiental y productiva en agricultura de conservación (SGC-AC)”, conocido como agricultura certificada (AC), es un esquema que brinda herramientas para realizar una agricultura de manera más precisa y responsable, ambiental y productivamente.

A través del protocolo de Buenas Prácticas Agrícolas y la medición de indicadores de calidad de gestión ambiental, permite describir y monitorear las acciones y conductas productivas, habilitando, además, certificar el proceso de producción agropecuaria.

Es para destacar también la importancia relevante que en materia de agronegocios tiene el impacto de la actividad sobre el ambiente, máxime si se trata de la producción de alimentos o de otros productos primarios.
Queda en claro que gestionar el impacto ambiental en las empresas vinculadas a los agronegocios dejó de ser una rareza para convertirse casi en la regla.

Quien así no lo perciba no es que se privará de acceder a determinados negocios o mercados, sino que corre el riesgo de quedar fuera de muchos mercados. Agricultura certificada mostró ser una herramienta útil para cumplir con estos objetivos.

Fuente: Aapresid
 

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