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Transporte escolar: ilegalidad permitida

Lunes, 27 de febrero de 2012 00:13

­Ah! Los concejales y municipales, ­ay! Sacaron pecho, aseguraron que “de aquí no pasan”, pusieron cara de feroces guardianes de la ley, sonaron clarines, bombos y platillos y, ¿todo para qué? Tanta parada, tanta pose de gallitos, tanto alboroto, acabó siendo sólo una fanfarria.

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­Ah! Los concejales y municipales, ­ay! Sacaron pecho, aseguraron que “de aquí no pasan”, pusieron cara de feroces guardianes de la ley, sonaron clarines, bombos y platillos y, ¿todo para qué? Tanta parada, tanta pose de gallitos, tanto alboroto, acabó siendo sólo una fanfarria.

¿Qué pasó? Sucedió que, como viene sucediendo desde hace más de un lustro, los propietarios de furgones utilizados para transportar escolares, volvieron a torcer el brazo a los señores concejales y a los responsables del área de tránsito de la Municipalidad capitalina.

De esa manera lograron que sus vehículos, simples furgones camuflados, pomposa y falsamente llamados “combis” o “trafics”, continúen haciéndole pito catalán a la Ley Nacional de Tránsito, a la que está adherida nuestra provincia. Y así podrán transitar alegremente, llevando, sin recaudos adecuados, su carga de niños, sin someterse a la Revisión Técnica Obligatoria (RTO) que establece la mencionada norma legal.

Año tras año se presentaba el problema: Municipalidad o Concejo Deliberante fijaban un plazo para que los señores transportistas pusiesen en condiciones a sus vehículos, es decir, para que cumplieran con la ley en beneficio de la seguridad de los pequeños pasajeros. Pero cada vez que ese plazo iba a vencer, los transportistas se movilizaban con sus furgones por calles céntricas (llegaron hasta bloquear la entrada al Centro Cívico Municipal), solicitando prórroga, que les era graciosamente concedida.

Pero esta vez parecía que la Jauja se terminaría, pues los señores ediles y el secretario de Tránsito de la comuna, Carlos Caruso, expresaron, con la solemnidad del caso, su “firme decisión” de hacer cumplir la ya tantas veces burlada ley nacional.

Dijimos, ­macanudo, los muchachos se pusieron las pilas!

Decepcionados quedamos. Como decía Almafuerte del pavo, ediles y burócratas “amainaron su plumaje al primer ruido”. Y todo regresó a su estado natural, esto es, a la ilegalidad permitida por los nombrados, y soportada por el resto de la población.

¿Cómo fue que eso ocurrió? ¿Por qué Concejo y Municipalidad dieron marcha atrás? Aquí tendría validez decir que borraron con la mano lo que insinuaron con el codo. ¿Cuál fue la causa?

Las explicaciones de Caruso no convencen a nadie y podrían dar lugar a cierta sonrisa, y el silencio de los ediles, que no es el de los inocentes, deja mucha tela para cortar.

Está bien, conjeturas y sospechas no valen para una afirmación.

Pero ellos, los concejales representan al pueblo, y los funcionarios comunales están para servirlo. Les cabe, entonces, lo que se le exigía a la mujer del César: no sólo debe ser honrada, sino parecerlo.

Mucho barullo, muchas declaraciones y justificativos, pero de nada les sirve: están en orsai.

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