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El Banco Central no puede quedar en cualquier mano

Jueves, 22 de marzo de 2012 21:25

Con límites más laxos para emitir o utilizar reservas, la flamante Carta Orgánica del Banco Central tiene todo el aspecto de ser un automóvil menos rígido que el anterior y con más prestaciones. Sin embargo, el punto más sensible no parece estar en la categoría del motor, sino en saber quién se va a sentar a conducirlo.

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Con límites más laxos para emitir o utilizar reservas, la flamante Carta Orgánica del Banco Central tiene todo el aspecto de ser un automóvil menos rígido que el anterior y con más prestaciones. Sin embargo, el punto más sensible no parece estar en la categoría del motor, sino en saber quién se va a sentar a conducirlo.

Efectivamente, el cuerpo normativo que aprobó como ley el Senado no debería asustar si se lo compara con otras experiencias en el mundo. Hasta bien utilizado podría ser un verdadero puente de plata que ayude al Gobierno a salir decorosamente de la difícil coyuntura en la que se ha metido en lo fiscal y en lo comercial. Por otro lado, los cambios introducidos bien podrían resultar harto peligrosos si el manejo de las mayores atribuciones que ahora le acuerda la ley al directorio del BCRA cae en manos de personas extremadamente sumisas al poder político, por inexperiencia o por ideología.

La advertencia no necesariamente tiene por qué estar dirigida a la actual conformación directiva del Central, probablemente idónea, bien intencionada y con la idea de no apretar demasiado el acelerador. Lo cierto es que, como los hombres pasan y las instituciones quedan, con estas mismas reglas de juego quizá podrían ser otros, y más adelante en el tiempo, los responsables de la emisión descontrolada, de la asignación política de créditos fáciles o de la dilapidación de las reservas, los tres graves problemas que derivan de los tres pilares del nuevo marco regulatorio.

En ese aspecto, no habla nada bien el prontuario de los políticos argentinos, capaces de chocar cuanto vehículo económico se han puesto a manejar, debido a su recurrencia a las adicciones. La primera, emitir pesos o bonos para pagar la fiesta. La prueba está en que, aún con dos cartas orgánicas diferentes y con equipos técnicos idóneos que no pudieron negarse a los pedidos “de arriba”, dos presidentes de la democracia condujeron a la Argentina a la hiperinflación (Raúl Alfonsín) o al hiperendeudamiento (Carlos Menem).

Pero, además, por estas horas existe una cuestión adicional que preocupa, sobre todo por el alto grado de preponderancia que esta Carta Orgánica le otorga a la discrecionalidad del directorio. Es la debilidad objetiva que tienen varios de sus miembros, que carecen de la estabilidad que, por seis años, les otorgaría el acuerdo del Senado.

Hoy quedan aún dos vacantes por llenar, mientras que otros cuatro directores, sobre un total de diez, incluida la actual presidenta, Mercedes Marcó del Pont, fueron nombrados en comisión por el Ejecutivo y están a la intemperie. Les han otorgado un registro provisorio.

Con este detalle extra y no menor, la aplicación de la nueva Carta Orgánica tiene un notorio punto débil que deriva del favor político.

Ante tal vulnerabilidad, es más que probable que, entonces, si empieza el tiempo del “zafarrancho” cualquiera que se siente al comando del auto no logre pasar decorosamente el test de alcoholemia.

 

 

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