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Un relato que empieza a evidenciar fisuras

Domingo, 04 de marzo de 2012 10:20

Cristina empezó la semana, una de las más difíciles de los últimos años, con varios frentes abiertos y una enorme expectativa popular en torno de su reacción, avivada notoriamente por su largo e inexplicable silencio tras la tragedia de Once. Lejos de apaciguar esa sensación con anuncios clave ligados al sistema ferroviario y a las inocultables responsabilidades estatales en el tema, la Presidenta hizo todo lo contrario. Sumado a la absoluta falta de autocrítica mostrada por la jefa de Estado en un asunto que dejó más de 50 muertos en un día, Cristina -con un exabrupto injustificable- se ganó la enemistad pública de los gremios docentes, un sector con buena llegada a la Casa Rosada.

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Cristina empezó la semana, una de las más difíciles de los últimos años, con varios frentes abiertos y una enorme expectativa popular en torno de su reacción, avivada notoriamente por su largo e inexplicable silencio tras la tragedia de Once. Lejos de apaciguar esa sensación con anuncios clave ligados al sistema ferroviario y a las inocultables responsabilidades estatales en el tema, la Presidenta hizo todo lo contrario. Sumado a la absoluta falta de autocrítica mostrada por la jefa de Estado en un asunto que dejó más de 50 muertos en un día, Cristina -con un exabrupto injustificable- se ganó la enemistad pública de los gremios docentes, un sector con buena llegada a la Casa Rosada.

¿Puede alguien resolver seriamente un problema si no admite su origen? ¿Qué es lo que el Gobierno tiene pensado hacer, más allá de la concesión de TBA, para evitar otra tragedia como la de Once? ¿Los sistemas de control seguirán como hasta ahora o habrá cambios fuertes hacia el futuro? ¿Se aumentará el presupuesto para trenes o seguirá por debajo de lo invertido en Fútbol para Todos? Las explicaciones oficiales en torno del tema no lograron responder ni una sola de esas preguntas, pese a las más de tres horas que duró la alocución presidencial del jueves.

Para poner en números de qué se habla cuando se hace mención a la “crisis ferroviaria”. Según Omar Maturano, titular de los maquinistas de la Fraternidad, el Gobierno nacional invierte en trenes unos “300 millones de pesos al año”, algo así como tres veces menos de lo que se gasta en televisar gratis todos los partidos de fútbol. Tan escasa es la asignación de fondos en materia ferroviaria, que el sindicato asegura que se necesitan “3.500 millones de dólares al año para tener un servicio de calidad”. Los números, no hace falta aclararlo, hablan por sí solos.

Pese a la expectativa generada, no hubo anuncios de mayor presupuesto para el área ni tampoco investigaciones internas respecto a la responsabilidad de la Secretaría de Transporte en su permisividad con los Cirigliano, dueños de TBA y empresarios muy ligados al kirchnerismo.

Cristina, durante casi cuarenta minutos, fue durísima con Mauricio Macri cuando le pidió que se “haga cargo” de los subtes. Sin embargo, ante la mirada de todos, su discurso iba contradiciéndose en pleno con la búsqueda de responsabilidades afuera de su gestión sobre la tragedia de Once.

Apuntó a la Auditoría General de la Nación con el ridículo argumento de que “nunca pidió formalmente quitar ninguna concesión”. Independientemente de esa cuestión, los informes por sí solo ya dejaban entrever esa posibilidad, pero aún sin ellos, las deficiencias en los trenes son una verdad inocultable para todos hace muchos años. Cristina quiso repartir culpas también con el Congreso. Les dijo a los legisladores que la comisión de seguimiento de las privatizaciones nunca puso objeciones con los contratos. Ambas menciones tuvieron un único objetivo: desviar la atención afuera del Gobierno en un tema que solo es del Gobierno.

Ocurre que a fines de semana trascendió una encuesta en la que casi el 60 por ciento de los consultados le adjudica al Estado nacional una responsabilidad “grande” por la falta de controles en los trenes. El kirchnerismo, acostumbrado a salir bien parado públicamente de situaciones difíciles, esta vez no tuvo la misma suerte. Tanto es así que, dentro del propio espacio oficialista, recrudecieron fuerte las críticas a la Secretaría de Transporte, conducida por el exjefe de campaña de Macri, Juan Pablo Schiavi. Ese funcionario, probablemente, deje su función cuando baje la espuma del asunto. “Es probable que en las próximas semanas haya anuncios para el sector. Quizás se aproveche ese contexto de medidas para reemplazar a Schiavi, quien quedó muy deteriorado en su imagen luego del accidente”, reflexionó por lo bajo un alto dirigente kirchnerista.

Los docentes

Si Cristina buscó ponerle presión a los gremios docentes para que levanten los paros que mantienen en varias provincias, el tiro le salió por la culata. Al cargar contra ellos delante de legisladores que ganan más de 35 mil pesos al mes y que aumentaron un ciento por ciento sus dietas, la Presidenta quedó en un lugar de suma frivolidad. Es que, en más de tres horas de discurso, nada dijo de esos desproporcionados incrementos y sí cuestionó que los gremios no hayan aceptado un 20 por ciento de suba, una cifra menor a la inflación de 2011. ¿Fue un exabrupto o fue planificado? Se sabe que el kirchnerismo deja muy pocas cosas libradas a la improvisación. Cristina, en momentos en los que el sindicalismo carece de una buena imagen pública, conoce a la perfección el malestar que genera en las familias que sus hijos no puedan ir a clases por un paro. Quizá, encuestas en mano, haya pensado que retarlos públicamente les haría perder legitimidad en su reclamo. Lo cierto, a la luz de los hechos, es que la estrategia no pudo ser más desafortunada.

Que la mandataria se haya olvidado de abrir las sesiones ordinarias del Congreso puede hasta ser un dato de color, pero sin duda no lo es que no se haya referido al Proyecto X, al avance de los precios, a los casos de inseguridad o a las causas de corrupción que rozan su Gobierno. El relato, en su máxima expresión.

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