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Entre la honestidad brutal y el típico escapismo

Lunes, 05 de marzo de 2012 01:30

Decir que la turista japonesa violada en Cafayate tuvo un “exceso de confianza” en su guía es absurdo.

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Decir que la turista japonesa violada en Cafayate tuvo un “exceso de confianza” en su guía es absurdo.

Desde su llegada, Troyano se mostró más amigo de las declaraciones altisonantes que de las políticas de seguridad.

¿Cómo? ¿Eso dijo? ¿En serio dijo eso? Estas fueron algunas de las reacciones más escuchadas en los últimos dos días sobre las insólitas declaraciones del ministro de Seguridad, Maximiliano Troyano, sobre los ataques sufridos por seis turistas extranjeras en menos de 20 días. Decir que la turista japonesa violada en Cafayate tuvo un “exceso de confianza” en su guía es absurdo. Decir que la norteamericana que estaba en la Balcarce y se despertó ultrajada en la cama de un motel “primero consintió la relación y después se arrepintió” y “no hay pruebas de que haya sido violada”, es humillante. Decir que dos jóvenes francesas caminando por las vías a las tres de la mañana equivalen a caminar por el Bronx a la misma hora es desubicado. Pero, además, afirmar que todo eso no tiene nada que ver con la seguridad, es indignante.

¿Qué pasó con Troyano? Quienes no conocemos de cerca las ideas y el estilo del joven ministro no sabemos si con estas declaraciones pretendió copiar el irritante estilo kirchnerista de descargar culpas en los demás para no enfrentar las propias responsabilidades o si, por el contrario, lo que hizo fue una confesión cruda y brutal de lo que realmente piensa.

Maximiliano Troyano desembarcó en el primer gobierno de Juan Manuel Urtubey como secretario de Gobierno, bajo el ala del entonces ministro de Gobierno, Justicia y Seguridad, Pablo Kosiner. Miembro de una familia con una larga militancia peronista, en septiembre del año pasado fue ascendido a ministro, luego de que Kosiner dejara vacante su cargo para abocarse a la campaña que lo llevaría al Congreso de la Nación.

Desde su llegada al ministerio Troyano se mostró mucho más amigo de las declaraciones políticas altisonantes que de las políticas de seguridad. Por ejemplo, lanzó a fines del año pasado la especulación de que si en 2015 el gobernador Juan Manuel Urtubey no iba por la presidencia, podría volver a ser candidato a gobernador. También fue el encargado de anunciar y defender el proyecto de reforma política enviado a la Legislatura, iniciativa que lo llevó a enfrentarse duramente con opositores políticos. Y le tocó la responsabilidad de anunciar que en los comicios provinciales de 2013 el 100% de los salteños utilizará el voto electrónico. Está claro que, reemplazando a Kosiner en Gobierno, Troyano se sentía como un pez en el agua. No pasaba lo mismo con la Seguridad. Aun antes de los ataques a turistas, los salteños ya lo vimos intentar desentenderse de la cuestión. El caso más evidente fue el del robo a su tía, la ex diputada Silvia Troyano, quien fue asaltada por dos motochorros en el barrio Parque La Vega. Pese a que la víctima de la inseguridad era un familiar directo, Troyano prefirió no hablar del tema. Quizás arregló el tema puertas adentro, pero antes de calmar los ánimos de su tía tuvo que soportar una andanada de críticas al accionar policial a su gestión como responsable del área de seguridad.

En noviembre del año pasado tampoco mostró demasiada habilidad en el manejo de la crisis policial que desató el suicidio del jefe de la Brigada de Investigaciones, comisario Néstor Píccolo. Cuando los ánimos en la fuerza estaban extremadamente caldeados y todos los dardos apuntaban al secretario de Seguridad, Aldo Rogelio Saravia, y al jefe de Policía, comisario Néstor Cardozo, el ministro guardó silencio durante varios días y esperó el natural recambio que imponía la nueva gestión para defenestrar a Saravia. Y, en una actitud inusual, realizó una purga de la plana mayor de la Policía, pero mantuvo en el cargo a Cardozo, pese a que los cuestionamientos en su contra iban mucho más allá del caso Píccolo.

Un dato: sus primeras declaraciones públicas sobre el caso Píccolo no fueron para expresar sus condolencias a la familia o hablar de lo que su pérdida significaba para la Policía. Todo lo contrario, fueron para criticar a “los que usan la memoria de Píccolo para beneficio personal”.

Visto está que Troyano es un asiduo practicante de la estrategia de echar culpas a los otros para deslindar responsabilidades propias. Los argentinos estamos acostumbrados a este estilo porque es una constante del kirchnerismo. Y un ejemplo reciente es el de la Presidenta en el discurso de apertura de sesiones del Congreso. Allí responsabilizó al expresidente Fernando de la Rúa y al corralito por la pésima gestión que los gobiernos de su marido y el propio realizaron del sistema ferroviario nacional. Aunque no hubieran tenido que pagar las deudas que les legó De la Rúa, está claro que los Kirchner no tenían ni tienen un plan para el ferrocarril, y eso lo demuestra su errático accionar en la materia en los últimos casi nueve años.

En términos de la política actual, no está mal que Troyano sea uno más de los funcionarios que buscan repartir culpas para evadir responsabilidades. Lo preocupante, en todo caso, son los ejemplos que eligió para hacerlo y las connotaciones que cargan sus palabras. El ministro de Seguridad parece haberse olvidado de que en julio del año pasado en la quebrada de San Lorenzo fueron cruelmente violadas y asesinadas dos turistas francesas. El caso tuvo una trascendencia nacional e internacional enorme y, pese a las desmentidas oficiales, afectó la imagen de Salta y una de sus principales políticas de Estado: el turismo. También parece haberse olvidado de que Salta encabeza las estadísticas nacionales de femicidios, un crimen aberrante que solo encuentra explicación en una sociedad que tolera -o al menos no condena- la violencia contra la mujer en cualquiera de sus formas.

Asumiendo que con sus respuestas Troyano quiso evadir responsabilidades, cabe preguntarse: ¿el ministro de Seguridad no se da cuenta de que tras lo ocurrido con las turistas francesas en San Lorenzo cualquier ataque a turistas debe preocuparlo? A partir de la orden expresa del gobernador de que la seguridad sea una política de Estado, ¿no se da cuenta el ministro de que no puede afirmar que los ataques a seis visitantes extranjeras en menos de 20 días no son un problema de seguridad?

Lo más preocupante, en todo caso, sería que realmente piense todo lo que dijo. Eso sería inaceptable.

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