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Claudia Vilte, profeta en su tierra con música y canto

Domingo, 15 de abril de 2012 23:24

Fueron noventa minutos intensos, atrapantes, mágicos. Se apoderó del escenario, a pesar de ser suyo en todo momento, y metió en él la mirada, el oído y la atención de todos los presentes, transformándolos en aplauso emotivo y en una interactiva pasión que emergía desde el proscenio, se enardecía en su público y volvía a su origen hecho canto, palmas y entusiasmo.

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Fueron noventa minutos intensos, atrapantes, mágicos. Se apoderó del escenario, a pesar de ser suyo en todo momento, y metió en él la mirada, el oído y la atención de todos los presentes, transformándolos en aplauso emotivo y en una interactiva pasión que emergía desde el proscenio, se enardecía en su público y volvía a su origen hecho canto, palmas y entusiasmo.

Claudia Vilte, una licenciada en Educación apasionada por su entorno de siete colores, por el canto y por el público, creó una salamanca en el centro del pueblo, desde donde surgen el canto, los sones de la guitarra y el bombo, casi durante las veinticuatro horas.

Su romance con la gente se perpetúa en la canción, en la copla sabia y chispeante y en la comunicación envolvente con el público, que la sigue minuto a minuto, sin abandonarla.

Sus pasiones

Esta mujer singular tiene su Cosquín propio en la jujeña Purmamarca. No se trata de una metáfora porque por su peña transitan el noroeste, la Argentina y muchos países del mundo. Pero esto es una realidad no en una temporada especial, sino durante todos los días del año. A toda hora, sea lunes, domingo o miércoles, el canto de su hermana Marta y el de ella misma, acompañados instrumentalmente por su primo Luis, deleita a los presentes cuando lo solicitan. Su pasión es el canto, la alegría transmitida, la copla profunda y pícara del runa que baja de los cerros multicolores para comunicar sus penas, pero sobre todo la vida y la sabiduría que brota a borbotones de las entrañas que le regaló la naturaleza. Claudia es la poetisa permanente, intérprete fiel de esa gente sencilla y sabia. Su abuela, Serafina Paredes de Vilte, le enseñó, desde muy niña, el arte y la profundidad de la copla. Claudia atesora miles de ellas y las comparte con la gente que la visita.

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