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Se ahonda el misterio por la desaparición de una familia

Miércoles, 04 de abril de 2012 09:58

El misterio persiste en el asentamiento Gauchito Gil, en la zona sudeste de la capital provincial.
A siete días de la misteriosa desaparición de una humilde familia boliviana, oriunda de Potosí, no hay rastros que den algún indicio sobre qué pasó con Rodolfo Colque (26), Valeriana Delgado (30) y sus cinco hijos, el mayor de 12 años.

¿Se fueron? o ¿les pasó algo raro?, son las preguntas que corren por la zona y que comenzaron a barajarse el lunes pasado, cuando Sebastián Cupari, el patrón del dueño de casa, al ver que su empleado en su cortada de ladrillos faltaba hace cuatro días, fue a verlo.

Allí se halló con un panorama extraño: las puertas estaban abiertas, la televisión funcionando y una radio encendida. Todas las pertenencias, además, estaban intactas, pero no había nadie.

Los vecinos consultados ayer por El Tribuno manejan dos versiones: que huyeron del país o que San la Muerte hizo un manejo diabólico, ya que el hombre era fanático de ese extraño culto pagano.
Desmintiendo categóricamente estas versiones, su expatrón Sebastián Cupari sostiene que la clave de todo el asunto es una motocicleta que se halla secuestrada en la Comisaría 17.

“Yo creo que ese vehículo, en el que se desplazaba Colque, tiene el hilo conductor de todo este embrollo que me costó dos mil pesos y mil disgustos. La hallaron ayer nomás en casa de un familiar de Colque, quien ahora niega que tenga parentesco con el desaparecido”, dijo Cupari, quien también es boliviano.

“Cuando vine a buscarlo, porque hacía varios días no se presentaba a trabajar, a pesar de que yo le había adelantado $2.000, los vecinos me dijeron que hasta el martes de la semana pasada lo vieron removiendo tierra y quemando prendas de vestir en dos lugares distintos de la propiedad. Después, dijeron, ya no se escuchó a los chicos y vino el silencio, aunque el televisor y el equipo de música se hallaban encendidos, la luz prendida y la puerta abierta, sin candado”, aseguró.

“Cuando yo vi ese cuadro, me asusté”, dijo Cupari. “Pensé que algo terrible había ocurrido y busqué de inmediato ayuda en la policía. Yo fui quien dio el alerta y les advertí a los agentes que había dos puñales clavados en un promontorio de tierra y dos promontorios con restos de cosas quemadas”.

El hombre añadió que, haciendo memoria, se dio cuenta de que su exempleado, el día anterior a que desapareciera, le había hecho entrega de una pala, un pico y la ropa de seguridad que le había entregado para que cortase los 3.000 ladrillos que se había comprometido a cortar en la semana.

“Yo creía que como estaba lloviendo, no podía trabajar y que me devolvía los elementos para que no fueran robados desde la cortada, pero ahora me doy cuenta de que se estaba despidiendo, pero no puedo explicarme el por qué. Yo creo que su actividad en la motocicleta es la clave. Algo pasó en esos días que le hizo cambiar de idea en cuanto a su radicación aquí en Argentina. Hizo abandonar la escuela a sus hijos, dejó su terreno que tanto le costó conseguir, la edificación y los enseres domésticos, que quedaron en mi casa, en guarda, por acta policial celebrada ayer en la mañana”, dijo.

Finalmente, Cupari sentenció: “Yo creo que mañana o pasado la Brigada de Investigaciones va a dar con la clave de este asunto que no cierra por ningún lado; la motocicleta y el silencio de quienes antes se hacían llamar su familia y ahora dicen que no lo conocen, es la punta del ovillo, creo, para resolver este misterio. ¿Cómo va a desaparecer una familia de siete miembros?”, se preguntó Cupari.

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El misterio persiste en el asentamiento Gauchito Gil, en la zona sudeste de la capital provincial.
A siete días de la misteriosa desaparición de una humilde familia boliviana, oriunda de Potosí, no hay rastros que den algún indicio sobre qué pasó con Rodolfo Colque (26), Valeriana Delgado (30) y sus cinco hijos, el mayor de 12 años.

¿Se fueron? o ¿les pasó algo raro?, son las preguntas que corren por la zona y que comenzaron a barajarse el lunes pasado, cuando Sebastián Cupari, el patrón del dueño de casa, al ver que su empleado en su cortada de ladrillos faltaba hace cuatro días, fue a verlo.

Allí se halló con un panorama extraño: las puertas estaban abiertas, la televisión funcionando y una radio encendida. Todas las pertenencias, además, estaban intactas, pero no había nadie.

Los vecinos consultados ayer por El Tribuno manejan dos versiones: que huyeron del país o que San la Muerte hizo un manejo diabólico, ya que el hombre era fanático de ese extraño culto pagano.
Desmintiendo categóricamente estas versiones, su expatrón Sebastián Cupari sostiene que la clave de todo el asunto es una motocicleta que se halla secuestrada en la Comisaría 17.

“Yo creo que ese vehículo, en el que se desplazaba Colque, tiene el hilo conductor de todo este embrollo que me costó dos mil pesos y mil disgustos. La hallaron ayer nomás en casa de un familiar de Colque, quien ahora niega que tenga parentesco con el desaparecido”, dijo Cupari, quien también es boliviano.

“Cuando vine a buscarlo, porque hacía varios días no se presentaba a trabajar, a pesar de que yo le había adelantado $2.000, los vecinos me dijeron que hasta el martes de la semana pasada lo vieron removiendo tierra y quemando prendas de vestir en dos lugares distintos de la propiedad. Después, dijeron, ya no se escuchó a los chicos y vino el silencio, aunque el televisor y el equipo de música se hallaban encendidos, la luz prendida y la puerta abierta, sin candado”, aseguró.

“Cuando yo vi ese cuadro, me asusté”, dijo Cupari. “Pensé que algo terrible había ocurrido y busqué de inmediato ayuda en la policía. Yo fui quien dio el alerta y les advertí a los agentes que había dos puñales clavados en un promontorio de tierra y dos promontorios con restos de cosas quemadas”.

El hombre añadió que, haciendo memoria, se dio cuenta de que su exempleado, el día anterior a que desapareciera, le había hecho entrega de una pala, un pico y la ropa de seguridad que le había entregado para que cortase los 3.000 ladrillos que se había comprometido a cortar en la semana.

“Yo creía que como estaba lloviendo, no podía trabajar y que me devolvía los elementos para que no fueran robados desde la cortada, pero ahora me doy cuenta de que se estaba despidiendo, pero no puedo explicarme el por qué. Yo creo que su actividad en la motocicleta es la clave. Algo pasó en esos días que le hizo cambiar de idea en cuanto a su radicación aquí en Argentina. Hizo abandonar la escuela a sus hijos, dejó su terreno que tanto le costó conseguir, la edificación y los enseres domésticos, que quedaron en mi casa, en guarda, por acta policial celebrada ayer en la mañana”, dijo.

Finalmente, Cupari sentenció: “Yo creo que mañana o pasado la Brigada de Investigaciones va a dar con la clave de este asunto que no cierra por ningún lado; la motocicleta y el silencio de quienes antes se hacían llamar su familia y ahora dicen que no lo conocen, es la punta del ovillo, creo, para resolver este misterio. ¿Cómo va a desaparecer una familia de siete miembros?”, se preguntó Cupari.

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