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Atención: Gran Hermano vigila

Sabado, 07 de abril de 2012 22:49

Buscando material para este artículo, que inicialmente se iba a ocupar de la videovigilancia en los lugares de trabajo, introduje en el buscador Google, las palabras “gran hermano”, pensando -ingenuamente- que encontraría información sobre el inventor de esa expresión: George Orwell. Creí que me toparía con múltiples referencias a su famosa novela “1984”. El buscador arrojó catorce millones setecientos mil resultados; luego de “webear” mi primer millón solo pude saber que el conocido (¿?) Nazareno Bellini fue eliminado, que Noemí se desnudó en el Big Brother brasileño, que Rodrigo se emborrachó en el GH español, etc. Lo más cercano a la distopía orweliana -cruelmente colindante- era la información, de la semana pasada, sobre el activista chino Ai WeiWei que montó un Gran Hermano dentro de su propia casa para satirizar el régimen de vigilancia al que lo sometieron las autoridades comunistas. Sin embargo, menos de 24 horas después del comienzo de la transmisión on line, las cámaras se apagaron por orden del gobierno.
No hay autor de ciencia ficción (Ray Bradbury, en “Fahrenheit 451”; Aldous Huxley, en “Un mundo feliz”; Isaac Asimov, H. P. Lovecraft o futurólogos como Alvin Toffler) que no haya imaginado un mundo dominado, no ya por las armas o el dinero, sino por el control de la información. Pero es Orwell quien introdujo los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor, controlado por la Policía del Pensamiento y limitado por una neolengua (nada fuera de ella podía ser pensado). Estas, y otras “antiutopías”, hacían referencia a una sociedad ficticia, frecuentemente en el futuro cercano, donde las consecuencias de la manipulación y el adoctrinamiento masivo -generalmente a cargo de un Estado autoritario o totalitario- llevarían al control absoluto, condicionamiento o exterminio de sus miembros bajo una fachada de benevolencia. En ellas se advertían los peligros del socialismo de Estado, de la mediocridad generalizada, del control social, de la evolución de las democracias liberales hacia sociedades totalitarias, del consumismo y el aislamiento. ¿Ese futuro no está ya -cómodamente- instalado entre nosotros?
El 11 de septiembre de 2001 significó una eclosión, o más bien un sinceramiento, de la abrumadora restricción de las libertades individuales de los ciudadanos. Bajo el altar de la todopoderosa diosa “seguridad” se inmolan, en forma sutil, pero continua y deletérea los derechos de intimidad y privacidad. Al margen de la alegría que les da a todas las personas saber que se instalan más y más cámaras de video vigilancia en las calles, en los comercios, en las escuelas, etc. se avanza día a día en nuevas medidas de seguridad al compás de la evolución tecnológica. Veamos algunos ejemplos
En un intento por reforzar aún más la seguridad en los aeropuertos, Estados Unidos inauguró, el año pasado, un nuevo escáner para seres humanos muy similar a los que se usan normalmente para los bolsos y las valijas. El objetivo es detectar si un pasajero lleva un arma, una bomba o un explosivo líquido, sin necesidad de desvestirlo. Para eso el escáner le saca una fotografía de todo su cuerpo con rayos X que atraviesan su vestimenta. También en el “gran país del norte”, parecería que aún no se ha advertido las implicancias, en este campo, de la reforma sanitaria que obtuvo Obama el año pasado. La ley de cobertura universal de salud -al ser implementada- proveerá el marco para hacer de los Estados Unidos la primera nación en el mundo en requerir que cada uno de sus ciudadanos tenga implantado un microchip de identificación por radiofrecuencia (RFID) con el propósito de controlar quién es la persona y permitir el seguro de salud en su país. El número de identificación de cada persona estará embutido en este chip que también funcionará como tarjeta de crédito para pagar los servicios médicos.
Por su parte el Gobierno británico apoyó un proyecto de ley que prevé vigilar las llamadas telefónicas, el uso de internet y los correos para “mantener seguro al país”.
Pero no deberíamos sorprendernos: Ud. puede comprobar que al realizar búsquedas por internet a través de Google o enviar correos por Gmail, aparecen avisos relacionados con ¡lo que Ud. acaba de escribir! También podrá percibir que en un arranque inusitado de sinceridad- hay un cartelito que dice “¿Por qué este anuncio?” En la respuesta, crudamente, nos dice, el Sr. Google, que nos espía en los siguientes términos: “Los anuncios personalizados nos permiten mejorar tu experiencia de publicidad mostrándote anuncios relacionados con los sitios web que visitas, con tus clics y búsquedas recientes o con información de tu correo de Gmail. Google intenta mostrarte los anuncios más relevantes, independientemente de que hayas habilitado o no la opción para ver anuncios personalizados”. Es decir, te guste o no te guste (utilizo el tuteo confianzudo del amigo Google), aceptes o no: te vamos a espiar y vamos a leer tu correo electrónico. En definitiva, los usuarios no pueden evadir la nueva política, que entró en efecto a comienzos de marzo, si quieren seguir usando los servicios de Google. En estos días el megabuscador está sometido a una investigación por la autoridad de competencia de la Unión Europea sobre el modo que usa para categorizar los resultados de búsquedas y si favorece a sus propios productos sobre los de servicios rivales. Se le pidió a Google que explique qué hará con los datos que recopile de sus usuarios, cuánto tiempo los almacenará y si se vincularán con la identidad real de la persona, además de la justificación legal para ese enfoque. El responsable antimonopolio de la UE dijo el miércoles que decidiría después de Semana Santa si acusa formalmente a Google o retira la investigación actual.
Paralelamente, el monitoreo electrónico en los lugares de trabajo ha alcanzado niveles alarmantes en los países más desarrollados, mientras que en Argentina también empieza a evolucionar con similar impulso. Pero eso, es tema para otra nota. Mientras tanto, cuidado: Google vigila.
 

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Buscando material para este artículo, que inicialmente se iba a ocupar de la videovigilancia en los lugares de trabajo, introduje en el buscador Google, las palabras “gran hermano”, pensando -ingenuamente- que encontraría información sobre el inventor de esa expresión: George Orwell. Creí que me toparía con múltiples referencias a su famosa novela “1984”. El buscador arrojó catorce millones setecientos mil resultados; luego de “webear” mi primer millón solo pude saber que el conocido (¿?) Nazareno Bellini fue eliminado, que Noemí se desnudó en el Big Brother brasileño, que Rodrigo se emborrachó en el GH español, etc. Lo más cercano a la distopía orweliana -cruelmente colindante- era la información, de la semana pasada, sobre el activista chino Ai WeiWei que montó un Gran Hermano dentro de su propia casa para satirizar el régimen de vigilancia al que lo sometieron las autoridades comunistas. Sin embargo, menos de 24 horas después del comienzo de la transmisión on line, las cámaras se apagaron por orden del gobierno.
No hay autor de ciencia ficción (Ray Bradbury, en “Fahrenheit 451”; Aldous Huxley, en “Un mundo feliz”; Isaac Asimov, H. P. Lovecraft o futurólogos como Alvin Toffler) que no haya imaginado un mundo dominado, no ya por las armas o el dinero, sino por el control de la información. Pero es Orwell quien introdujo los conceptos del omnipresente y vigilante Gran Hermano o Hermano Mayor, controlado por la Policía del Pensamiento y limitado por una neolengua (nada fuera de ella podía ser pensado). Estas, y otras “antiutopías”, hacían referencia a una sociedad ficticia, frecuentemente en el futuro cercano, donde las consecuencias de la manipulación y el adoctrinamiento masivo -generalmente a cargo de un Estado autoritario o totalitario- llevarían al control absoluto, condicionamiento o exterminio de sus miembros bajo una fachada de benevolencia. En ellas se advertían los peligros del socialismo de Estado, de la mediocridad generalizada, del control social, de la evolución de las democracias liberales hacia sociedades totalitarias, del consumismo y el aislamiento. ¿Ese futuro no está ya -cómodamente- instalado entre nosotros?
El 11 de septiembre de 2001 significó una eclosión, o más bien un sinceramiento, de la abrumadora restricción de las libertades individuales de los ciudadanos. Bajo el altar de la todopoderosa diosa “seguridad” se inmolan, en forma sutil, pero continua y deletérea los derechos de intimidad y privacidad. Al margen de la alegría que les da a todas las personas saber que se instalan más y más cámaras de video vigilancia en las calles, en los comercios, en las escuelas, etc. se avanza día a día en nuevas medidas de seguridad al compás de la evolución tecnológica. Veamos algunos ejemplos
En un intento por reforzar aún más la seguridad en los aeropuertos, Estados Unidos inauguró, el año pasado, un nuevo escáner para seres humanos muy similar a los que se usan normalmente para los bolsos y las valijas. El objetivo es detectar si un pasajero lleva un arma, una bomba o un explosivo líquido, sin necesidad de desvestirlo. Para eso el escáner le saca una fotografía de todo su cuerpo con rayos X que atraviesan su vestimenta. También en el “gran país del norte”, parecería que aún no se ha advertido las implicancias, en este campo, de la reforma sanitaria que obtuvo Obama el año pasado. La ley de cobertura universal de salud -al ser implementada- proveerá el marco para hacer de los Estados Unidos la primera nación en el mundo en requerir que cada uno de sus ciudadanos tenga implantado un microchip de identificación por radiofrecuencia (RFID) con el propósito de controlar quién es la persona y permitir el seguro de salud en su país. El número de identificación de cada persona estará embutido en este chip que también funcionará como tarjeta de crédito para pagar los servicios médicos.
Por su parte el Gobierno británico apoyó un proyecto de ley que prevé vigilar las llamadas telefónicas, el uso de internet y los correos para “mantener seguro al país”.
Pero no deberíamos sorprendernos: Ud. puede comprobar que al realizar búsquedas por internet a través de Google o enviar correos por Gmail, aparecen avisos relacionados con ¡lo que Ud. acaba de escribir! También podrá percibir que en un arranque inusitado de sinceridad- hay un cartelito que dice “¿Por qué este anuncio?” En la respuesta, crudamente, nos dice, el Sr. Google, que nos espía en los siguientes términos: “Los anuncios personalizados nos permiten mejorar tu experiencia de publicidad mostrándote anuncios relacionados con los sitios web que visitas, con tus clics y búsquedas recientes o con información de tu correo de Gmail. Google intenta mostrarte los anuncios más relevantes, independientemente de que hayas habilitado o no la opción para ver anuncios personalizados”. Es decir, te guste o no te guste (utilizo el tuteo confianzudo del amigo Google), aceptes o no: te vamos a espiar y vamos a leer tu correo electrónico. En definitiva, los usuarios no pueden evadir la nueva política, que entró en efecto a comienzos de marzo, si quieren seguir usando los servicios de Google. En estos días el megabuscador está sometido a una investigación por la autoridad de competencia de la Unión Europea sobre el modo que usa para categorizar los resultados de búsquedas y si favorece a sus propios productos sobre los de servicios rivales. Se le pidió a Google que explique qué hará con los datos que recopile de sus usuarios, cuánto tiempo los almacenará y si se vincularán con la identidad real de la persona, además de la justificación legal para ese enfoque. El responsable antimonopolio de la UE dijo el miércoles que decidiría después de Semana Santa si acusa formalmente a Google o retira la investigación actual.
Paralelamente, el monitoreo electrónico en los lugares de trabajo ha alcanzado niveles alarmantes en los países más desarrollados, mientras que en Argentina también empieza a evolucionar con similar impulso. Pero eso, es tema para otra nota. Mientras tanto, cuidado: Google vigila.
 

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