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Argentinismos: nuestro modo de expresarnos

Lunes, 21 de mayo de 2012 20:45

Un asiduo lector, que prefirió el anonimato, me acercó varias publicaciones para que las diera a conocer, pues aspira a compartir con la gente ciertas curiosidades de la lengua que a diario utilizamos. Aprovecho para agradecerle sinceramente su generosidad.

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Un asiduo lector, que prefirió el anonimato, me acercó varias publicaciones para que las diera a conocer, pues aspira a compartir con la gente ciertas curiosidades de la lengua que a diario utilizamos. Aprovecho para agradecerle sinceramente su generosidad.

La primera de ellas lleva por título “Che boludo! A gringo's guide to understanding the Argentines”. Se trata de una guía para los norteamericanos que viajan a nuestro país, escrito por James Bracken y publicado por la editorial Caleuche de Bariloche, segunda edición, 61 páginas ilustradas, 2007. En esta se informa al viajero sobre las palabras y dicciones muy utilizadas, en la conversación informal, por los argentinos. Las otras publicaciones son: “El origen del alfabeto”, en la que se remonta a los primeros intentos de buscar signos simplificados para la escritura de una lengua, hecho que se produjo en Sumer, precisamente en la ciudad de Ugarit; “El islam y su aporte en Occidente a la ciencia y a la educación”; “La integración bio-cultural hispano-árabe”; “Notas para el estudio de los árabes y la cultura latina en los siglos X - XV”; “Arabes e hijos de árabes en Hispanoamérica” y un interesante artículo, publicado por El Clarín sobre la extinción de muchas lenguas. El primer librito será motivo de nuestras consideraciones lingísticas de hoy. Respecto de las otras, en los próximos artículos las pondré a consideración de mis lectores, luego de analizarlas a la luz de nuestra disciplina.

Los gringos y la Argentina

A través del librito mencionado -que, como lo aclaré, suma dos ediciones-, es posible valorar el interés de muchos viajantes del país del norte sobre nuestros modismos. Por supuesto que esto no es para admirarse. En efecto, quien visita un país se interesa por todos los hechos culturales y ninguno de ellos se comprende exhaustivamente si no es en el contexto de su lengua. El primero: la comunicación con los hablantes nativos. Quién mejor podría enseñarles toda su riqueza cultural que aquellos que la viven cotidianamente, sobre todo quienes están en contacto con la cultura popular.

Es sabido que, en la actualidad, las guías turísticas, en sus más diversas manifestaciones y en el propio idioma, ponen a disposición del visitante todo lo que necesite y que despierte su interés. Las hay en diversos idiomas para que el viajero, individualmente, acceda a la información más amplia. Por otra parte, existen en todo tipo de soportes, incluso los más avanzados. Sin embargo, como lo afirmaba antes, la mejor guía es la humana porque no solo brinda información sino, en especial, sentimientos y emociones: en ello radica la diferencia.

En el prólogo el autor define a los argentinos por el uso de la lengua. Dice textualmente: “A los argentinos les gusta mucho hablar. Ellos se comunican directa y abiertamente y, de vez en cuando, hablan a los gritos. Allí no es un tabú hablar groserías. Una respetable anciana blasfema como un carrero y no se le mueve un pelo”. Es decir, destaca en nosotros -pero yo creo que, en especial, en los porteños y sureños- el modo de comunicarnos sin muchos eufemismos y con demasiada sinceridad, no exenta, a veces, de procacidad. Más adelante aclara: “Si estás un poco excedido de peso, te pondrán como sobrenombre "el gordo'; si tenés el rostro trigueño, te llamarán "negro'; o bien, si sos descendiente de un polaco, "el polaco'. En ningún momento nadie tomará esto como una ofensa”. No podemos negarlo, pues utilizamos palabras ofensivas como vocativos: “Hola, bolú, ¿cómo estás h. de p.?”. Estimo que todos estarán de acuerdo con la valoración que realiza el autor en su prólogo, de una manera simpática y risueña.

Dichos a flor de labios

Sin ánimo de convertir este artículo en un comentario atrevido y procaz, mi intención es ejemplificar lo aseverado arriba, trayendo a colación algunos términos mediante los que solemos expresarnos en un nivel muy informal. Y, como bien lo dice el autor del librito -cuando nos define por nuestra manera de hablar- somos muy desinhibidos para comunicarnos: “...su libertad de palabra es algo real”, ratifica el autor. En fin, según su particular visión sobre nosotros, no tenemos problemas para mostrarnos tal cual somos mediante nuestros términos.

Y aquí van los ejemplos: en primer lugar, palabras sueltas. “Abrochar” que, además de su significado administrativo (unir papeles con broches), agrega un significado connotado sexualmente, que ellos definen como "to fuck'. “Afanar”. Amén de referirse, con el "se' reflexivo, a "poner esmero para hacer algo', sin él tiene el sentido de "robar'. “Atorrante (vago, ocioso, haragán)”, término originado en "torrar café', oficio para el que contrataban a menesterosos y vagos, denominados, por lo tanto, como "torrantes o torradores (de café)': es una de las teorías sobre el origen de esta palabra. “Bondi”, por su parte, que apuntaba, en primera instancia a un tranvía (proveniente del portugués "bonde', con dicho significado), luego se aplicó a los ómnibus. “Cacho”, con el sentido de "un pedazo, trozo o parte de algo', también aplicado a un momento del tiempo ("Esperame un cacho"). “Cagón”, miedoso. “Chamuyar, chamuyo”, voz lunfarda -originada en el caló o gitano- que significa hablar o conversar. “Changa”, entendida como un "trabajo temporario'.

Además de estas palabras, es importante mostrar algunas dicciones que pueden tener un significado metafórico o más o menos real. “Salir a las chapas”, escapar o salir corriendo con gran velocidad; “salir echando putas” es similar a esta expresión. “Hinchar las pelotas”, ser molesto o pesado con las personas. “Meter la mula” o “meter el perro”: engañar a alguien de algún modo, entregándole "gato por liebre'. Por no abundar, termino con “hacer una vaquita”, referida a reunir dinero, entre varios, con el objeto de realizar algo en común, por ejemplo, comer un asado o ir de fiesta.

Como podrán apreciar, todo este uso ejemplificado marca una norma ya hecha carne en los hablantes comunes, quienes son entendidos por sus interlocutores, en Argentina, al utilizar algunas de estas palabras o dicciones.

Quizá más adelante dedique unas páginas para mostrar cómo nacieron estas frases tan usadas...

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