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La policía como factor de riesgo

Jueves, 31 de mayo de 2012 12:49


Vamos a tener que aceptar que el fútbol es, en ocasiones, un deporte de mucho riesgo. Y los que más lo sufren son los jugadores, los habilidosos especialmente, pues cuando no aparece un tronco del equipo rival que los levanta de un patadón, son los barrabravas de su mismo club los que los amenazan con propinarles algo más que un tirón de orejas si no mejoran su nivel de juego.

Corren riesgo dentro y fuera de la cancha, cuando están en actividad y cuando descansan. Hasta ahora, por lo menos entre nosotros, los factores de riesgo para los jugadores de fútbol eran los nombrados, y algunos más, pero de poca monta.

Pero en estos días hicieron su aparición otros factores, impensados ellos, que por su contundencia, ferocidad y desmesura, y su pretendida impunidad, dejan a aquellos a la altura de un poroto. Veamos, si no.

Rodrigo Ríos, con apenas 21 años de edad, era una de las jóvenes realidades futbolísticas de Juventud Antoniana. Se desempeñaba como volante central, desde hace dos años, en la primera de “los santos”, y su contratación por un equipo de la Primera “B” Nacional estaba prácticamente resuelta. El presente y el futuro le sonreían.

Pero en la madrugada del domingo sus ilusiones se hicieron añicos, tal como quedó su pierna izquierda, gravemente fracturada por “factores de riesgo” uniformados. Sí, leyó bien. Los que lo quebraron no fueron jugadores rivales, ni barrabravas: ¡fueron agentes de policía!

Rodrigo había ido a mover las tabas al boliche “Puerto Megadisco”, Jujuy casi San Martín. Hubo un incidente baladí y los encargados de la seguridad del local lo obligaron a retirarse. Al pisar la acera, no más, se le hundió el piso, como se dice.

Policías allí apostados lo encararon y, sobre el pucho, ¡pidieron refuerzos!, como si se tratase de un delincuente armado. Al llegar los refuerzos solicitados, empezó el vapuleo patoteril que Rodrigo no pudo gambetear. A trompadas, bastonazos y puntapiés, lo empujaron hasta la esquina de la San Martín. Lo salvó de seguir siendo alegremente amasijado por las “fuerzas del orden” la intervención de un remisero, una docena de otras personas y del matrimonio que lo había acompañado a “Puerto Megadisco”.

El mencionado remisero, en su vehículo, llevó a Rodrigo a su casa, donde don Daniel Ríos, padre del chico patoteado, advirtió la fuerte fractura, además de otras heridas, y lo trasladó hasta el hospital San Bernardo, donde fue operado de urgencia.

Rodrigo estará enyesado alrededor de dos meses, y tendrá cinco de recuperación. Se ignora si podrá continuar jugando al fútbol una vez que le quiten el yeso.

La identidad de los violentos uniformados permanece hasta hoy en el anonimato, y se desconoce si las autoridades de la repartición estatal, supuestamente responsable de cuidar el orden, han tomado, están tomado o tomarán medidas disciplinarias, ¿por qué no penales?, contra ellos.

En la metrópoli se habla de “policías de gatillo fácil”, en Salta correspondería referirse a policías de puños, pies y bastones fáciles. Será justicia.

Por haber cambiado de camiseta de garantes de la seguridad ciudadana, a factores de riesgo público los policías involucrados en el lamentable episodio que comentamos se hicieron merecedores de este rotundo gol en contra.

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Vamos a tener que aceptar que el fútbol es, en ocasiones, un deporte de mucho riesgo. Y los que más lo sufren son los jugadores, los habilidosos especialmente, pues cuando no aparece un tronco del equipo rival que los levanta de un patadón, son los barrabravas de su mismo club los que los amenazan con propinarles algo más que un tirón de orejas si no mejoran su nivel de juego.

Corren riesgo dentro y fuera de la cancha, cuando están en actividad y cuando descansan. Hasta ahora, por lo menos entre nosotros, los factores de riesgo para los jugadores de fútbol eran los nombrados, y algunos más, pero de poca monta.

Pero en estos días hicieron su aparición otros factores, impensados ellos, que por su contundencia, ferocidad y desmesura, y su pretendida impunidad, dejan a aquellos a la altura de un poroto. Veamos, si no.

Rodrigo Ríos, con apenas 21 años de edad, era una de las jóvenes realidades futbolísticas de Juventud Antoniana. Se desempeñaba como volante central, desde hace dos años, en la primera de “los santos”, y su contratación por un equipo de la Primera “B” Nacional estaba prácticamente resuelta. El presente y el futuro le sonreían.

Pero en la madrugada del domingo sus ilusiones se hicieron añicos, tal como quedó su pierna izquierda, gravemente fracturada por “factores de riesgo” uniformados. Sí, leyó bien. Los que lo quebraron no fueron jugadores rivales, ni barrabravas: ¡fueron agentes de policía!

Rodrigo había ido a mover las tabas al boliche “Puerto Megadisco”, Jujuy casi San Martín. Hubo un incidente baladí y los encargados de la seguridad del local lo obligaron a retirarse. Al pisar la acera, no más, se le hundió el piso, como se dice.

Policías allí apostados lo encararon y, sobre el pucho, ¡pidieron refuerzos!, como si se tratase de un delincuente armado. Al llegar los refuerzos solicitados, empezó el vapuleo patoteril que Rodrigo no pudo gambetear. A trompadas, bastonazos y puntapiés, lo empujaron hasta la esquina de la San Martín. Lo salvó de seguir siendo alegremente amasijado por las “fuerzas del orden” la intervención de un remisero, una docena de otras personas y del matrimonio que lo había acompañado a “Puerto Megadisco”.

El mencionado remisero, en su vehículo, llevó a Rodrigo a su casa, donde don Daniel Ríos, padre del chico patoteado, advirtió la fuerte fractura, además de otras heridas, y lo trasladó hasta el hospital San Bernardo, donde fue operado de urgencia.

Rodrigo estará enyesado alrededor de dos meses, y tendrá cinco de recuperación. Se ignora si podrá continuar jugando al fútbol una vez que le quiten el yeso.

La identidad de los violentos uniformados permanece hasta hoy en el anonimato, y se desconoce si las autoridades de la repartición estatal, supuestamente responsable de cuidar el orden, han tomado, están tomado o tomarán medidas disciplinarias, ¿por qué no penales?, contra ellos.

En la metrópoli se habla de “policías de gatillo fácil”, en Salta correspondería referirse a policías de puños, pies y bastones fáciles. Será justicia.

Por haber cambiado de camiseta de garantes de la seguridad ciudadana, a factores de riesgo público los policías involucrados en el lamentable episodio que comentamos se hicieron merecedores de este rotundo gol en contra.

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