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Al fin de cuentas, ¿a quién pertenece el futuro?

Sabado, 02 de junio de 2012 23:53

Salta, la linda provincia con un paisaje tan inolvidable, el camino desde la capital hasta Cafayate un recuerdo imborrable para quienes hayan hecho el viaje. Pero Salta, recientemente, es también un punto focal de las consecuencias de los cambios en nuestro planeta.

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Salta, la linda provincia con un paisaje tan inolvidable, el camino desde la capital hasta Cafayate un recuerdo imborrable para quienes hayan hecho el viaje. Pero Salta, recientemente, es también un punto focal de las consecuencias de los cambios en nuestro planeta.

En los últimos años, las inundaciones que han azotado la provincia han dejado imágenes imborrables, el resultado de la desforestación en beneficio de la valiosa soja. Solo el otro día, cientos de turistas, elemento vital de la económica de la provincia, quedaron atrapados por la últimas inundaciones. En ese sentido, nos recuerdan que nadie escapa a la metamorfosis de la tierra, ya que el agricultor en Asia, Africa y Europa padece del mismo modo el no saber que nos traerá el tiempo mañana.

De hecho, ésa es la pregunta. ¿Qué tipo de mañana queremos? No solo en Salta sino en Sevilla, Sarajevo, Samarcanda...

¿Un mañana que represente más de lo mismo? ¿Más de la misma inestabilidad que ocasiona inundaciones desastrosas en Salta y sequía destructiva en Sydney?.

En pocas semanas, los líderes del mundo se reunirán en Río de Janeiro para discutir precisamente eso: el futuro que queremos. El planeta que buscamos. El mañana que pueda darnos esperanza. Y seguramente sabemos qué futuro no queremos.

La nueva cumbre de Río

La cumbre en Río marca el vigésimo aniversario de la primera reunión en 1992, en la que el mundo se reunió para admitir que teníamos una crisis medioambiental en nuestras manos: la “Cumbre de la Tierra” fue el título y abrigó la esperanza de un planeta que pudiera afrontar el desafío de un ambiente en peligro. Esta cumbre marcó el inicio de un proyecto global, diseñado por la organización que represento, las Naciones Unidas.

Veinte años más tarde, después de limitados progresos en lo que hace al cambio climático, la agenda es mucho más extensa y mucho más urgente en Salta, en Sudáfrica, en Sebastapol o donde quiera que vivamos.

La cuestión, bastante simple, es cómo vamos a compartir nuestro planeta en un período en el que el número de habitantes en la tierra está creciendo de manera exponencial. Hoy hay siete mil millones de personas. En 2040 habremos alcanzado casi los nueve mil millones. Para entonces, el mundo necesitará 50 por ciento más de alimentos, 45 por ciento más de energía y 30 por ciento más de agua, según la ONU.

Un llamado a la acción

Hoy mi organización invita al mundo a una cumbre en Río, cuyo propósito principal es lograr un llamado a la acción. La opinión de nuestros líderes es que ha llegado el momento de cambiar de manera drástica el modo en que tomamos decisiones como comunidad mundial, “empezando por cómo pensamos nuestra relación con los demás, con las generaciones futuras y con los ecosistemas que las sostienen”.

Creemos que el camino debe construirse con inversiones serias y sostenibles para todos, focalizadas en la pobreza, en la desigualdad, en la salud y en la educación. Requerirá que los gobiernos dejen de buscar panaceas de corto plazo y piensen en soluciones de largo plazo. Demandará que los políticos vean los alimentos, el agua y la energía no como asuntos separados sino como partes de un gran todo. Necesitará que el sector privado invierta junto a los gobiernos en una economía verde que proteja el planeta y nos dé mayores cosechas en vez de sequías devastadoras, y que a la vez cree millones de nuevos empleos.

Y no deberá dejar de lado un tema clave para a la ONU, que, aunque obvio, es al mismo tiempo muy difícil de alcanzar: el empoderamiento de las mujeres. Necesitamos hacer de la igualdad de género una realidad y no un slogan.

Lo que dicen los números

Las estadísticas muestran que tenemos que cambiar nuestras actitudes y nuestro estilo de vida. La ONU estima que si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, ellas podrían incrementar el rendimiento de sus emprendimientos rurales hasta en un 20 o 30 por ciento, consiguiendo reducir a lo largo del tiempo el número de hambrientos en el planeta hasta en un 15 por ciento. Mis jefes concluyen: “La próxima fase del crecimiento global bien podría provenir del empoderamiento completo de las mujeres”.

Los escépticos dirán que, en un momento de profunda crisis en nuestro mundo, las posibilidades de tal cambio como resultado de una cumbre en Río de Janeiro son escasas. Los gobiernos, ricos y pobres, no están en posición de hacer tales inversiones en las áreas entrelazadas de desigualdad económica, degradación ambiental y gerenciamiento de los recursos de nuestro planeta, por lo tanto su idea sigue en pie.

Pero al fin de cuentas, ¿a quién pertenece el porvenir? Necesitamos un cambio profundo que contemple el futuro que queremos. ¿O no?

Quizás deberíamos preguntarle al agricultor en Salta, en los magníficos valles Calchaquíes. O, mejor dicho, también a la agricultora.

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