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Mateos, el fotógrafo que vivió y registró el horror de los asesinatos

Martes, 26 de junio de 2012 07:43

La secuencia de los hechos se acelera de manera frenética: en apenas un minuto y medio, José Pepe Mateos se ve sobresaltado por una ráfaga de balazos que generan alaridos de terror y una estampida humana en la estación Avellaneda. Los únicos que ya no pueden hacer oír su voz son Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, que acaban de ser ejecutados durante una sanguinaria represión policial.

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La secuencia de los hechos se acelera de manera frenética: en apenas un minuto y medio, José Pepe Mateos se ve sobresaltado por una ráfaga de balazos que generan alaridos de terror y una estampida humana en la estación Avellaneda. Los únicos que ya no pueden hacer oír su voz son Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, que acaban de ser ejecutados durante una sanguinaria represión policial.

Arrastrado por la locura, el reportero gráfico de Clarín corre detrás de la próxima escena sin saber aún que acaba de registrar un documento fotográfico histórico, que condenará a un grupo de policías y pondrá en jaque al gobierno de Eduardo Duhalde. Sin embargo, hubo una imagen que Mateos no se animó a retratar.

“En un momento hice un plano cerrado del rostro ensangrentado de Maxi (Kosteki), pero, de repente, me dije: No puedo hacer esta foto. En ese momento algo me lo impidió, sentí pudor de fotografiar a alguien que estaba muerto, con sangre en el rostro. Esa imagen me quedó dando vueltas en la cabeza durante mucho tiempo”, le contó el fotógrafo a Infobae.com.

Diez años después de la Masacre de Avellaneda, Pepe Mateos sorprende con una confesión: “No me gusta mucho ver esas imágenes. Siento orgullo por el trabajo, pero las miro de pasada. Incluso en alguna exposición que hice las obvié, aunque después entendí que debían estar”.

El ser partícipe de un hecho tan conmocionante también le generó un autocuestionamiento incómodo. “Muchas veces me pregunté si podría haber hecho algo más para salvarle le la vida a Darío (Santillán); sé que no se podía, porque por la herida que tenía, con todo abierto, era insalvable; pero en un momento me pesó el hecho de no tener claro si podía haber hecho algo más que estar ahí”.

Tras ser un factor determinante en el juicio que condenó a cadena perpetua al excomisario Fanchiotti y al cabo Acosta (los retrató adentro de la estación Avellaneda, en plena ejecución de Santillán), Mateos recibió varios reconocimientos pero debió convivir con el miedo. “Durante un tiempo temí ser víctima de una persecución policial, más que nada por mi familia. Entonces se produjo un acercamiento lateral del Gobierno y me dijeron que avisara si pasaba algo. Eso me dio algo de tranquilidad y por suerte no sucedió nada”, recuerda hoy el hombre que fue testigo directo de la Masacre de Avellaneda.

La masacre del 26 de junio de 2002 cuenta con un testimonio gráfico contundente, porque Mateos no se animó a sacar la foto del rostro ensangrentado de Kosteki pero tuvo la valentía suficiente para dejar en evidencia una ejecución a sangre fría.


Por Marcos Quintans, de Infobae.com
 

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