El célebre escritor Ray Bradbury, autor de algunas de las mejores obras del género de ciencia ficción de todos los tiempos como “Crónicas marcianas” y “Fahrenheit 451”, falleció el martes a la noche en Los Angeles, a los 91 años.
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El célebre escritor Ray Bradbury, autor de algunas de las mejores obras del género de ciencia ficción de todos los tiempos como “Crónicas marcianas” y “Fahrenheit 451”, falleció el martes a la noche en Los Angeles, a los 91 años.
Nacido en 1920 en Waukegan, Illinois, Bradbury fue autor de importantes obras y tuvo, además, una relación muy prolífica con el cine.
Aunque se lo conoce como escritor de ciencia ficción por sus exquisitas distopías y fábulas políticas, el propio escritor solía declarar que su narrativa no estaba enrolada en este género sino en la fantasía, y que su única novela de ciencia ficción es “Fahrenheit 451”.
“Un narrador de cuentos con propósitos morales”. Así se definía este autor cuyas obras producen en el lector una angustia metafísica y desconcertante que reflejan su convicción de que el destino de la humanidad es “recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos agobiadores para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad”.
Bradbury transformó sus sueños de infancia y temores de la Guerra Fría en marcianos telepáticos, monstruos marinos enfermos de amor, y su visión de un futuro en el cual los bomberos queman libros, en “Fahrenheit 451”.
También escribió los guiones de la película “Moby Dick” de 1956 y de varios capítulos de la serie de televisión “La dimensión desconocida”.
Perteneciente a la edad de oro de la fantasía moderna -junto a Bloch, Asimov, Sturgeon, Hainiein, Farmer, Leiber-, consideraba que la literatura dice la relación del hombre consigo mismo, con los otros y con el universo por más que los escenarios se ubiquen en el espacio o en ciudades extrañas. Y de ahí su inmensa popularidad. En 1997 fue la figura más convocante de la Feria del Libro de Bs. As., con salas atiborradas de personas que pugnaban por acercarse al escritor. Generalmente ignorado por los grandes premios literarios, Bradbury tuvo un reconocimiento especial: en 1992 se bautizó un asteroide con su nombre. Ahí, en el espacio, como a él le gustaba.