Por Juan Pablo Elverdin
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Por Juan Pablo Elverdin
Casi desde sus orígenes, la relación con los gobiernos de turno generaron conflictos internos.
Surgió en plena década infame como un proceso de unificación del movimiento obrero. Pero, paradójicamente, la historia de la Confederación General del Trabajo (CGT) está marcada por grandes conflictos internos y profundas divisiones.
Relaciones con los poderes de turno y los fuertes personalismo y ambiciones políticas de sus dirigentes fueron las principales causas que, una y otra vez, llevaron a la central sindical a vivir en casi una eterna división, que melló la capacidad de negociación y representatividad de los trabajadores.
En 1930, la Unión Sindical Argentina, integrada por disidentes de la anarquista Federación Obrera de la República Argentina (FORA), y la Confederación Obrera Argentina (COA), conformada principalmente por socialistas, decide dar vida a la Confederación General del Trabajo, en un intento por terminar con la fuerte fragmentación del movimiento obrero, en momentos en que la crisis mundial dejaba millones de desocupados en todo el mundo.
A poco de andar, en 1935, la CGT sufrió su primera fractura: por un lado, los socialistas que estarán dentro de la CGT-Independencia; por el otro, la CGT-Catamarca, impulsada por los anarquistas, que poco después se retirarían definitivamente para refundar la Unión Sindical Argentina (USA).
En 1942 vuelven las divisiones en la central sindical: en la CGT-1, participan ferroviarios y socialistas; y en la CGT, los gremios comunistas que ganaban terreno por aquellos años.
Perón y la alianza con los trabajadores
El año 1943 transformará definitivamente la vida sindical en la Argentina. Tanto las dos CGT como la USA encontraron gran afinidad con el por entonces secretario de Trabajo del gobierno de facto. Afinidad que desembocará en la unificación de la CGT, que sería el principal apoyo de Perón en el 17 de octubre de 1945, fecha fundacional del peronismo.
Columna vertebral del nuevo movimiento, la CGT desterrará casi definitivamente la tradición socialista, comunista y anarquista de los sindicatos argentinos. La ley de sindicato único favorecerá la homogeneización de la CGT por esos años, y el apoyo de los gobiernos peronistas hasta el golpe de 1955.
La CGT y los golpes militares
La salida del gobierno de Juan Domingo Perón en 1955 significa un duro golpe para el movimiento obrero, que se repliega y pasa a la resistencia luego de que la “Revolución Libertadora” disuelve el sindicalismo peronista.
En 1956, se forma el grupo de las 62 Organizaciones Gremiales Peronistas que comenzará a actuar en la clandestinidad ante la persecución del gobierno de facto. Augusto Timoteo Vandor será una figura crucial por esos años. Tras el nuevo golpe de 1966, que derroca al radical Arturo Illia, la CGT sufrirá una nueva fractura: mientras algunos sectores peronistas verán con simpatía al nuevo gobierno de Juan Carlos Onganía, otros tomarán una posición marcadamente opositora.
Divisiones
Así surgirán la CGT de los Argentinos (CGT-A), liderada por Raimundo Ongaro, que tendrá un carácter más izquierdista, y a la CGT “oficial”. La CGT-A tendrá una gran actividad, particularmente en el Cordobazo pero será disuelta en los hechos durante 1974, con la vuelta de Perón a la Argentina.
A principios de los 70, la irrupción del movimiento guerrillero, como la organización Montoneros, también marcará fuertemente a la actividad sindical, al asesinar a dos secretarios generales de la CGT: José Alonso y José Ignacio Rucci. El 24 de marzo de 1976 se produce en la Argentina el golpe de Estado que sería, a la postre, el más sanguinario de la historia del país. En ese contexto, el sindicalismo cegetista adoptará dos posturas bien diferentes, que provocarán una nueva división: la CGT-Brasil, de fuerte actitud opositora, y la CGT-
Azopardo, que tendrá un carácter dialoguista con el régimen de facto.
Fueron años en los que el régimen militar acallaba la voz de los trabajadores, quienes se veían imposibilitados de expresar sus reclamos, necesidades, peticiones y asistían como espectadores al cierre de fábricas y establecimientos productivos.