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En la calle, la poesía puede ser un consuelo

Jueves, 26 de julio de 2012 23:31

Clara Angélica Bautista guarda papelitos blancos en su riñonera. Espera que la calle le de un descanso o un ratito libre para volcar ahí sus más dulces palabras... Las piensa, las deja salir, las acomoda y las transforma en poesía.

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Clara Angélica Bautista guarda papelitos blancos en su riñonera. Espera que la calle le de un descanso o un ratito libre para volcar ahí sus más dulces palabras... Las piensa, las deja salir, las acomoda y las transforma en poesía.

Tiene 53 años y hace más de 20 que trabaja cobrando el estacionamiento. Actualmente lo hace en la cuadra de Vicente López, en la intersección con Paseo Güemes, pero ella se siente escritora de alma. Piensa la escritura como su modo de expresión predilecto y, además, dice que es también su salvación.

La vida no le fue fácil. Perdió a sus padres muy joven y a los 17 años fue mamá por primera vez. Por esos años, junto a su marido, se fue a vivir a Buenos Aires, donde trabajó principalmente como vendedora ambulante. En el medio, la más dolorosas de las pérdidas: la muerte de una pequeña hija, a quien jamás dejará de extrañar. Más tarde se separó de su marido y siguió, como pudo, con la crianza de Cristian que hoy, casado con Rebeca, le dará su primer nieto. La abuela lo espera con ansiedad y desmedida alegría. Como debe ser.

Clara le escribe a lo simple: al amor, a la vida, a su ciudad, a la gente. Escribe mientras espera que los conductores retiren su vehículo o en su casa, en Villa Floresta.

A veces recibe a algunas de las personas que estacionan a diario en la cuadra en la que trabaja con un chocolate o un dulce y un papelito que guarda algún poema. Es que Clara disfruta compartir sus pensamientos con las personas por quienes siente afecto.

Prefiere no hablar del pasado. Su historia es muy triste, dice. En cambio, prefiere expresar lo que le pasa en esos papelitos blancos y cuadernos viejos que atesora en su casa, pero que ayer compartió con El Tribuno para mostrar cuánto le gusta poner en palabras su gran sensibilidad.

Clara sufre de depresión, pero la alivia escribir. La angustia se va cuando agarra la lapicera y deja que las palabras aparezcan.

Sueña con publicar un libro. “Según el refrán es lo que me falta: ya tuve hijos y planté un árbol...” (se ríe). Pero Clara es multifacética porque también es profesora de cerámica, aunque no ejerce. Además hace pintura sobre tela y manualidades.

Vive despacio y trata de disfrutar. La vida le enseñó que mucha gente vive apurada y preocupada por lo material. Ella quiere vivir mejor, pero sin perder jamás esa sensibilidad que la hace tan especial para quienes la conocen.

“No sé si mis poemas son buenos o no, pero son palabras que salen de muy adentro de mi alma”, remata.

 

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