El prejuicio se va perdiendo. Martín, Mario, Adrián y Javier coinciden en que la gente se ha ido acostumbrando a los tatuajes y a otras modificaciones del cuerpo como los piercings y las rastas, pese a que la nuestra es una provincia caracterizada por su conservadurismo.
Martín cuenta que estudiaba hace unos años en la universidad y que su familia tenía muy buen concepto de él, era la imagen del joven responsable. Cuando se hizo el primer tatuaje no lo dejaron entrar a la casa. Luego, en su familia, se fueron acostumbrando.
La literatura de Bradbury también planteaba esos prejuicios. El Hombre Ilustrado no podía conservar un empleo por mucho tiempo, a causa de su aspecto. “Comúnmente conservo mi empleo diez días. Luego algo ocurre, y me despiden. Hoy, ningún hombre, de ninguna feria del país, se atrevería a tocarme. ¿Qué le pasa?, le pregunté. El hombre me respondió desabotonándose el cuello apretado. Cerró los ojos y se abrió la camisa. Luego, con la punta de los dedos, se tocó la piel”.
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El prejuicio se va perdiendo. Martín, Mario, Adrián y Javier coinciden en que la gente se ha ido acostumbrando a los tatuajes y a otras modificaciones del cuerpo como los piercings y las rastas, pese a que la nuestra es una provincia caracterizada por su conservadurismo.
Martín cuenta que estudiaba hace unos años en la universidad y que su familia tenía muy buen concepto de él, era la imagen del joven responsable. Cuando se hizo el primer tatuaje no lo dejaron entrar a la casa. Luego, en su familia, se fueron acostumbrando.
La literatura de Bradbury también planteaba esos prejuicios. El Hombre Ilustrado no podía conservar un empleo por mucho tiempo, a causa de su aspecto. “Comúnmente conservo mi empleo diez días. Luego algo ocurre, y me despiden. Hoy, ningún hombre, de ninguna feria del país, se atrevería a tocarme. ¿Qué le pasa?, le pregunté. El hombre me respondió desabotonándose el cuello apretado. Cerró los ojos y se abrió la camisa. Luego, con la punta de los dedos, se tocó la piel”.