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Las Termas ya están entre las 7 maravillas naturales de Salta

Martes, 11 de septiembre de 2012 00:13

Con cerca de 10 mil votos, los lectores de la página web de El Tribuno ubicaron al complejo termal de Rosario de la Frontera en un lugar de privilegio en la grilla de las maravillas naturales de Salta. Ahora, más que nunca, la “Ciudad Termal” presume ante el mundo la belleza de esta región. Es que bajo su suelo circulan profundos y salvajes los torrentes que luego emergen a la superficie como oasis hirvientes, en un marco serrano con picos de hasta 2.200 metros cubiertos de verde e intensa vegetación, típica de la selva tucumano-boliviana o Yungas.

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Con cerca de 10 mil votos, los lectores de la página web de El Tribuno ubicaron al complejo termal de Rosario de la Frontera en un lugar de privilegio en la grilla de las maravillas naturales de Salta. Ahora, más que nunca, la “Ciudad Termal” presume ante el mundo la belleza de esta región. Es que bajo su suelo circulan profundos y salvajes los torrentes que luego emergen a la superficie como oasis hirvientes, en un marco serrano con picos de hasta 2.200 metros cubiertos de verde e intensa vegetación, típica de la selva tucumano-boliviana o Yungas.

La fama de este lugar de ensueño, enclavado a 176 km de la ciudad de Salta, trasvasa las fronteras del tiempo y la geografía, remontándose a fines del siglo XIX. En esta localidad se construyó el primer balneario de su tipo en Sudamérica.

Las aguas termales ocuparon, además, un rol decisivo en el desarrollo económico y cultural de la comunidad. Así lo afirma el escritor rosarino Carlos Jesús Maita, en su libro “Historia de las Termas”. La investigación devela que “el turismo en el norte nació en torno de las aguas termales de Rosario de la Frontera, constituidas en polo turístico con anterioridad a la Quebrada de San Lorenzo y a los Valles Calchaquíes”.

Las propiedades curativas y relajantes inmejorables de estas aguas comenzaron a explotarse en abril de 1880, por iniciativa del médico español Antonio Palau. El impulso dio origen al hotel Termas. Este emprendimiento también fue pionero a nivel nacional, pues posicionó a la ciudad entre los tres centros turísticos de Argentina de principios del siglo XX, junto a Bariloche y Mar del Plata. Maita reseñó que existen documentos históricos que confirman que en 1826 ya llegaba gente de todo el país a estas latitudes en busca de las aguas termales. Aunque, hasta que llegó Palau, no hubo un proyecto con sentido turístico.

En 1875 las aguas rosarinas participaron de una exposición mundial en Filadelfia, Estados Unidos. Enterado de su existencia, Palau llegó a las Termas en 1878 para sumergirse en estas fuentes de vida, que se encontraban aún en estado salvaje, según consta en la investigación del científico Eliseo Cantón. Fue entonces que observó que el lugar podía convertirse en un punto turístico importante y fundó el primer balneario termal de Sudamérica. Y de hecho lo fue. En el pasado se convirtió en el lugar predilecto de la realeza europea, para descansar.

Las aguas fluyen a temperaturas que oscilan entre los 26§ y los 99§ C. Lo hacen desde diversas profundidades, que llegan incluso hasta los 4.000 metros. La localidad cuenta con nueve manantiales, todos ubicados en el complejo Termas en cuyo predio, de más de 800 hectáreas, se encuentra el afamado hotel homónimo, entre otros atractivos.

El origen de las aguas, de acuerdo a diversos estudios científicos, es meteórico. Ellas circulan a través de fallas geológicas a grandes profundidades donde adquieren las altas temperaturas, para luego ascender a la superficie formando piletones humeantes.

Existen en la región nueve variedades de aguas conocidas: Constanza, Laxante, Potable (la Virgen), Ferruginosa, Palau, Salada, Silicosa, Sulfurosa y Zarza.

  El agua mineral, pionera en el país

El agua mineral de características termales Palau es la primera de su tipo embotellada y comercializada en Argentina, lo que convierte a este producto en un verdadero patrimonio histórico de los salteños.

En el Archivo de la Municipalidad de Rosario de la Frontera existen documentos que certifican que en 1905 la compañía, hoy concesionada, pagaba impuestos por el envío de sus productos por tren para su comercialización en Buenos Aires. Sin embargo, de acuerdo con testimonios recopilados por historiadores de la zona, ya en 1896 el balneario de Rosario, que dio luego origen al hotel Termas, recibía a los turistas con una copita de este tipo de agua.

El éxito del producto Palau fue de tal magnitud que en 1918 se vendía medio millón de botellas de agua por año en el país, y su publicidad se lucía en los zonas más “paquetas” de la Capital Federal.

Fuente Güemes

Otra agua que se embotelló en las primeras décadas del siglo XX en las termas fue la Fuente Güüemes, comercializada por Phillips en Buenos Aires.

En 1919 se construyó una moderna planta de envasado de agua Palau, mientras que la multinacional Tornquist habilitó una pista de aterrizaje internacional en la localidad donde actualmente se encuentra el dique de Rosario de la Frontera.

El escritor Carlos Jesús Maita aseguró que “ésta es la primera agua mineral hipertermal que se embotelló en el país”. Luego señaló que “el agua Palau comenzó a concesionarse a terceros en 1972, cuando por ley se dividió de la explotación del hotel Termas”.

La leyenda sobre el origen de las aguas

Los indígenas americanos siempre respetaron y veneraron a la tierra.

Hace 3.000 años, el territorio de Rosario de la Frontera estaba habitado por hombres de la civilización Candelaria, nativos pacíficos dedicados a la agricultura y la alfarería.

Con la llegada de las tribus chaquenses, tonocotes y lules, arribó también la extinción de los candelarios. Estas tribus tenían un gran entrenamiento militar y arrasaron con los pacíficos lugareños. La tierra lloró con bronca la desaparición de sus hijos y su llanto fue tan ardiente que brotaron de sus ojos hilos de agua caliente, que jamás se secaron ni perdieron temperatura.

Cerca del 1500 llegaron los incas del Perú trazando un enorme camino que aún se conserva en partes. Su poder militar y cultural superó a los tonocotes y a los lules, que fueron dominados y asimilados. La tierra, que se había aquerenciado con los lules y los tonocotes que hablaban kakán, volvió a llorar con bronca y brotaron de sus ojos nuevos hilos de agua aún más calientes que las primeras.

Cien años más tarde llegaron los conquistadores españoles y arrasaron a los incas, justo cuando la tierra se había habituado a ellos. Los incas fueron esclavizados, muertos o expulsados hacia el este donde había mucho monte, víboras y fieras, y allí no tardaron en morir. La tierra lloró con más fuerza, terriblemente dolida como toda madre a la que le matan un hijo. Y de su llanto ardiente brotaron nuevos hilos de agua caliente, pero mucho más caliente que antes. Y esas lágrimas profundas del alma de la tierra jamás se secaron ni perdieron su temperatura.

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